M¨¢s truenos que nueces
El trueno azulDirector: John Badham. Gui¨®n: Dan O'Bannon y Don Jakoby. Fotograf¨ªa: John A. Alonzo. M¨²sica: Arthur Rubinstein. Int¨¦rpretes: Roy Scheider, Malcolm McDowell, Warren Oates, Candy Clark. Aventuras. Norteamericana, 1982.
Locales de estreno: Palacio de la M¨²sica, Cid Campeador, Novedades y California.
Dos teor¨ªas parece querer demostrar El trueno azul, la pen¨²ltima pel¨ªcula de John Badham, el director de Fiebre del s¨¢bado noche: que no todos los agentes del orden son buenos y que no todos los agentes del mal son malos.Algunos de esos agentes provocan actos terroristas para justificar su represi¨®n y, en este caso, el uso del helic¨®ptero llamado El trueno azul que dispara donde mire el piloto, registra conversaciones a distancia, filma a trav¨¦s de las paredes y aporta datos secretos sobre cualquier *ciudadano. Otros agentes, en cambio, o uno de ellos, al menos, intenta boicotear ese plan. Se persiguen, se disparan, se matan por entre los rascacielos de Los ?ngeles y, al final, el espectador se informa otra vez de que vivimos en una ¨¦poca en la que la intimidad se ha robado.
DIEGO GAL?N
GAB?S,
Pasan los a?os y se debilita aquella vieja intenci¨®n autocr¨ªtica del cine norteamericano. Ahora, basan exclusivamente sus pel¨ªculas en la capacidad t¨¦cnica de los ordenadores y de los trucos de laboratorio, aunque se sugieran a veces algunas reflexiones cr¨ªticas.
El trueno azul es, adem¨¢s de un espect¨¢culo mon¨®tono y previsible, un claro ejemplo de tales falsas denuncias, poco mejoradas en esta ocasi¨®n por el anuncio inicial de que cuantos artefactos de vigilancia aparecen en el filme corresponden a otros reales. Tiempo de revancha, de Aristarain, La conversaci¨®n, de Ford Coppola o La muerte en directo, de Tavernier, por citar s¨®lo algunas pel¨ªculas que se. han planteado con honestidad y mayor rigor el espanto de una ¨¦poca vencida por la m¨¢quina, no han sido superadas por esta timorata aportaci¨®n de la industria telefilmera de Hollywood, porque en ella el t¨®pico vence sobre la verdad.
Hay, s¨ª, una vistosa secuencia de persecuci¨®n a¨¦rea entre los edificios de la gran ciudad, una correcta interpretaci¨®n del siempre eficaz Roy Scheider y hasta cierto humor en el exagerado malo que encarna Malcolm McDowell.
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