La pol¨ªtica exterior socialista / y 2
El autor, tras haber analizado en el art¨ªculo precedente los problemas m¨¢s acuciantes de nuestra pol¨ªtica exterior, aborda la cuesti¨®n decisiva para el futuro internacional de nuestro pa¨ªs. Desde su perspectiva, la permanencia o no de Espa?a en la Alianza Atl¨¢ntica es no s¨®lo un problema pol¨ªtico, sino tambi¨¦n ¨¦tico. En este sentido, afirma el autor, el Gobierno socialista se juega con esta decisi¨®n la parte m¨¢s importante de la confianza popular conquistada en las elecciones de 1982.
Finalmente, en el an¨¢lisis de la pol¨ªtica exterior espa?ola hay que mencionar el tema pendiente de nuestra permanencia en la Alianza Atl¨¢ntica. Poco dados, por razones est¨¦ticas, a pr¨¢cticas sado-masoquistas, no recordaremos las promesas y consignas electorales socialistas en v¨ªsperas del ya hist¨®rico 28 de octubre de 1982. Los dos m¨¢ximos responsables en pol¨ªtica exterior, Felipe Gonz¨¢lez y Fernando Mor¨¢n, mantienen el compromiso contra¨ªdo de celebraci¨®n del refer¨¦ndum consultivo y nada parece abonar la tesis, difundida fervorosamente por la derecha de que no es necesaria en modo alguno la consulta popular. De imponerse tal postura, lo que parece muy improbable, la derecha conseguir¨ªa un doble objetivo: mantener a nuestro pa¨ªs en la Alianza y desacreditar al Gobierno por no respetar sus compromisos program¨¢ticos. Pero m¨¢s graves que lo anterior resultan las crecientes simpat¨ªas atlantistas, mal disimuladas, en algunos lugares de la c¨²spide socialista y del mismo Gobierno, no as¨ª en las bases del propio PSOE ni en la opini¨®n p¨²blica, reiterativamente encuestada al respecto. Ciertamente nos encontramos ante una cuesti¨®n en la que ¨²nicamente deben primar los intereses del Estado, pero el Estado no es una construcci¨®n abstracta, sino una articulaci¨®n din¨¢mica en la que han de integrarse todas las corrientes de opini¨®n. Opini¨®n bien informada y no desinformada por dos posibles l¨ªneas de actuaci¨®n que se repiten, en los ¨²ltimos meses, machaconamente. La primera insiste en la extrema dificultad de salir de una alianza militar; mensaje nada subliminal que secuestra todo intento de, manifestaci¨®n libre de voluntad, y que, por lo dem¨¢s, deja muy en entredicho, cuando no mortalmente recortada, nuestra propia soberan¨ªa nacional. Por otra parte, la dificultad queda sobreentendida, encogiendo el ¨¢nimo de los ciudadanos que se cuestionan acerca de los posibles males que nos podr¨ªan venir del exterior: desde presiones econ¨®micas hasta posibles alteraciones de nuestro orden constitucional y democr¨¢tico.Estamos ante una inc¨®gnita que interesa despejar urgentemente. La segunda l¨ªnea de actuaci¨®n sobre la opini¨®n p¨²blica afirma que la situaci¨®n ideal es el mantenimiento de la relaci¨®n institucional presente. Sobre la viabilidad de esta hip¨®tesis caben muy serias reservas. Al margen del siempre mencionado caso franc¨¦s, que nada tienen que ver con el a?o 1984 y con la posici¨®n militar espa?ola, ser¨ªa hartamente dudoso que los restantes miembros de la Alianza, como ya han insinuado, aceptasen un estatuto tan peculiar para nuestro pa¨ªs. Se recuerda, por ¨²ltimo, el car¨¢cter consultivo del refer¨¦ndum; sin embargo, parece dif¨ªcil pensar que si el resultado de la consulta fuese contrario a nuestra permanencia en la Alianza, un Gobierno socialista, es decir del pueblo, hiciese caso omiso de la negativa o se limitase a comentar que es un elemento m¨¢s a tomar en cuenta.
Pregunta inequ¨ªvoca
Mejor ser¨ªa entonces no realizar el refer¨¦ndum, aunque esta negativa la pagar¨ªamos todos, empezando por el propio Gobierno y todos los que hemos confiado en su gesti¨®n. Estimamos, pues, que el refer¨¦ndum tendr¨¢ lugar mediante una pregunta inequ¨ªvoca y antes de las pr¨®ximas elecciones legislativas, siempre y cuando el pr¨®ximo congreso del PSOE no modifique o suprima sus anteriores resoluciones sobre la Alianza Atl¨¢ntica.
No estar¨ªa de m¨¢s, para anticiparse a cualquier imprevisto, que el Gobierno elaborase, si es que ya no lo ha hecho, posibles variantes realistas para nuestra pol¨ªtica exterior. Sin confundir defensa nacional con pol¨ªtica exterior: la segunda comprende a la primera, pero no se identifican. Todos estos son extremos que debe aclarar y asumir el Gobierno que a¨²n cuenta con una gran parte del electorado que lo vot¨® ilusionadamente.
Esta aspiraci¨®n debe contemplarse sin recelos: es la expresi¨®n de la madurez pol¨ªtica de un pueblo que otorg¨® su confianza a un partido que, en lo internacional, preconizaba el ?o compromiso con ninguno de los dos bloques militares y la b¨²squeda de una v¨ªa original que no alterase el equilibrio de poder mundial; sencillamente, la pol¨ªtica exterior de un Estado soberano, pac¨ªfico y progresivo. Y si es que las hipotecas que embargan nuestra acci¨®n intemacional son de envergadura insuperable, al Gobierno corresponde denunciarlas y se?alarlas tajantemente, con todas las reservas que la defensa del propio Estado imponga. El pueblo espa?ol puede y debe comprender todas las explicaciones y argumentos; lo que no tolerar¨¢, salvo al precio de muy graves frustraciones, ser¨¢ el silenc¨ªo, la pasividad, el enga?o o el mantenimiento de posiciones ambiguas. En una democracia avanzada el flujo de informaci¨®n entre gobernantes y gobernados debe ser constante.
es catedr¨¢tico de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense.
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