America Central, entre la guerrilla y las urnas
Las elecciones de hoy en Panam¨¢ y El Salvador, producto de una nueva estrategia de Estados Unidos
ENVIADO ESPECIALEstas elecciones del 6 de mayo en Panam¨¢ y El Salvador, igual que las del 1 de julio en Guatemala, no son producto de los escr¨²pulos democr¨¢ticos norteamericanos, sino de una nueva estrategia para frenar lo que entiende como avance sovi¨¦tico en el continente americano. Esta opci¨®n electoral no significa, por tanto, ninguna renuncia al uso de la fuerza si as¨ª lo exigen las circunstancias. Las elecciones se han convertido en una nueva versi¨®n de la pol¨ªtica de seguridad nacional de EE UU.
En el caso concreto de El Salvador, es obvio que las urnas sirven antes que nada a los intereses de Estados Unidos. Excepto el propio Jos¨¦ Napole¨®n Duarte, que con toda seguridad ser¨¢ elegido presidente, casi nadie cree ya que los votos sirvan para detener la guerra. A juicio de muchos, la dur¨ªsima campa?a electoral ha aumentado la confrontaci¨®n en el seno del r¨¦gimen y es posible que una derecha en derrota recurra de nuevo a la v¨ªa violenta.
Una imagen m¨¢s respetable
S¨®lo Estados Unidos cree haber cumplido sus objetivos D'Aubuisson, que hubiera sido un aliado inc¨®modo, se ha ca¨ªdo solo por su desaforado radicalismo; Duarte ofrece una, imagen m¨¢s respetable ante el Congreso y ante la comunidad internacional. El boicoteo de la guerrilla estas elecciones no impedir¨¢ que se le reconozca la legitimidad de su victoria y que en caso de amenaza militar por parte de la izquierda, pueda el Pent¨¢gono acudir con hombres y armas en su socorro.
Dentro de los proyectos de la Administraci¨®n Reagan, est¨¢ claro que la democracia no excluye la guerra, es un arma m¨¢s en su confrontaci¨®n global con el Este. Ah¨ª radica su diferencia fundamental con los planteamientos del grupo Contadora, que a duras penas sobrevivi¨® esta semana a su prueba m¨¢s dif¨ªcil.
La filosof¨ªa de Contadora incluye la democracia como elemento de pacificaci¨®n, pero plantea al mismo tiempo otras condiciones. La m¨¢s importante es la renuncia al uso de la fuerza para dirimir conflictos internos o entre naciones. En el terreno concreto eso se traduce en un plan de desarme, salida de asesores extranjeros, renuncia a la instalaci¨®n de bases militares de terceros pa¨ªses y la apertura de procesos de reconciliaci¨®n nacional.
Algo de esto ten¨ªa que haberse puesto en marcha esta semana y as¨ª se anunci¨® desde el mes de enero. El documento conjunto suscrito en v¨ªsperas de la reuni¨®n por los cancilleres de Costa Rica, Honduras y El Salvador, estuvo a punto de dinamitar la existencia misma del grupo Contadora.
Este manifiesto emplazaba al Gobierno nicarag¨¹ense a iniciar un di¨¢logo con sus propias guerrillas, a fin de que los alzados en armas puedan participar en las elecciones del 4 de noviembre. Al canciller salvadore?o, Fidel Chaves Mena, probablemente ni siquiera le tembl¨® el pulso al firmar algo que su propio Gobierno no ha sido capaz de garantizar a sus grupos guerrilleros. Los tres ministros centroamericanos exig¨ªan que el grupo Contadora adoptase como propio el documento, lo que hubiera supuesto sin duda la retirada autom¨¢tica de Nicaragua y el final de este foro de di¨¢logo. Es obvio que bajo este clima no pod¨ªa firmarse ning¨²n tratado de paz, pero al menos se mantuvo abierta la v¨ªa de la negociaci¨®n.
Inyecci¨®n de legitimidad
En medio de esta seria crisis del grupo Contadora, las elecciones de hoy en Panam¨¢ constituyen una cierta inyecci¨®n de legitimidad. Era el ¨²nico miembro del grupo que se reg¨ªa por un Gobierno de facto, lo que no es un buen argumento para pedir democracia a los dem¨¢s.
Las elecciones paname?as constituyen por s¨ª mismas toda una lecci¨®n sobre la inutilidad de los reg¨ªmenes militares, aunque se vistan de ropajes progresistas. Con la convocatoria a las urnas, se cierra la era Torrijos, inaugurada con un golpe de Estado en 1968. Para que el c¨ªrculo sea perfecto, el candidato de oposici¨®n es el mismo Arnulfo Arias, que tuvo que abandonar el palacio presidencia? bajo la presi¨®n de los sables. Incluso su pregunto heredero pol¨ªtico, Nicol¨¢s Ardito Barleta, tiene poco que ver con el tercermundismo antiimperialista que represent¨® el fallecido general.
El tratado que firm¨® con Carter para la devoluci¨®n del canal, es una herencia que probablemente la historia paname?a agradecer¨¢ a Torrijos, pero a cambio dej¨® tambi¨¦n una pesada losa sobre el futuro pol¨ªtico del pa¨ªs: el h¨¢bito de la Guardia Nacional de tutelar a los civiles. Los generales Paredes y Noriega han dado sobradas muestras de que la neutralidad de las fuerzas armadas es pura letra constitucional cuando est¨¢n enjugo cuestiones importantes. El trasiego de presidentes en los ¨²ltimos tres a?os es una prueba.
Est¨¢ por verse que la Guardia Nacional pudiera convivir con Arnulfo Arias, en caso de una hipot¨¦tica victoria del octogenario candidato. Claro que todo est¨¢ dispuesto para que eso no se produzca. Incluso para Estados Unidos es m¨¢s seguro el financiero Ardito Barleta que el siempre imprevisible Arias.
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