Cogida grave de Paco Ojeda y triunfo de Curro Dur¨¢n
Plaza de Las Ventas. 28 de mayo. Decimotercera corrida de Feria.Tres toros de El Campillo, discretos de presencia, flojos; primero, muy sospechoso de pitones. Segundo y cuarto, de Jandilla, bien presentados y con casta. Quinto, sobrero de El Torero (Salvador Domecq), bien presentado, de excepcional casta y nobleza.
Jos¨¦ Mari Manzanares. Media tendida perdiendo la muleta (fuerte divisi¨®n y sale a saludar). Pinchazo bajo y estocada ca¨ªda (silencio). Estocada corta muy baja (silencio). Paco Ojeda. Cogido grave por su primer toro. Curro Dur¨¢n. Pinchazo hondo atravesado, otro bajo y media (silencio). Buena estocada (oreja). Media estocada (oreja). Sali¨® a hombros por la puerta grande. Parte facultativo. Paco Ojeda sufre cornada en cara posterior, tercio inferior del muslo izquierdo, con trayectoria hacia arriba de 30 cent¨ªmetros que produce destrozos en masas musculares, contusiona el paquete vascular, contornea el f¨¦mur y tiene salida por tercio medio de la cara externa. Ligera conmoci¨®n cerebral. Pron¨®stico grave.
El segundo toro le peg¨® una cornada grave a Ojeda: era un toro de casta, con genio y problemas. El quinto le ofreci¨® las orejas en bandeja de plata a Curro Dur¨¢n: era tambi¨¦n un toro de casta, aunque noble, sin problemas. O quiz¨¢ el problema que ten¨ªa era, precisamente, su clase excepcional, que hac¨ªa so?ar con la quintaesencia del toreo.
El toro de Ojeda, del hierro Jandilla, lo hab¨ªa protestado el p¨²blico por inv¨¢lido, pero el picador, que pulsaba su fortaleza verdadera, le castig¨® duro. Lleg¨® a la muleta entero y con mucho genio. Paco Ojeda no supo entenderlo y, sin tanteo previo, le tore¨® en redondo. Al segundo pase, el toro ya le hab¨ªa dado el aviso del ga?af¨®n.
De aqu¨ª en adelante, la faena no tuvo estructura, ni recursos el torero, que muleteaba desarbolado, sin aplicar la t¨¦cnica dominadora que requer¨ªan la fiereza del toro y el sentido que iba desarrollando por momentos. En otro derechazo, ¨²nica suerte que Ojeda se empe?aba en administrar, el Jandilla se le col¨®; aunque retrocedi¨® a tiempo, no acert¨® a quit¨¢rselo de encima, result¨® cogido y, en plena voltereta, otro derrote le atraves¨® el muslo.
La sensaci¨®n de cornada grave prendi¨® enseguida en el p¨²blico, con la natural consternaci¨®n, y mientras las asistencias se llevaban al torero a la enfermer¨ªa, algunos sectores del tendido increpaban a los aficionados que hab¨ªan protestado al toro. Siempre ocurre as¨ª, en estos casos.
Manzanares despach¨® la res con brevedad. Para Manzanares hab¨ªan sacado en primer lugar un animalejo terciado, cornicorto y sospechosamente romo, que provoc¨® en la plaza indignados coros de "?Afeitado, afeitado!". A ese torito disminuido le hizo una faena tan larga como mediocre.
Trasteo desangelado
El cuarto ten¨ªa un pit¨®n descaradamente escobillado y tambi¨¦n carec¨ªa de fuerza. Pero se trataba de otro Jandilla, ganado de casta, con el cual Manzanares no acab¨® de confiarse. Su trasteo fue, de nuevo, desangelado; renunciaba a templar la embestida, embebi¨¦ndola en la muleta; no consent¨ªa nada. Los pases, por la derecha y por la izquierda, eran eso, pases, destemplados, inconexos, vulgares.
El quinto (que habr¨ªa correspondido a Ojeda) no ten¨ªa trap¨ªo, se trataba del m¨¢s cornicorto y sospechosamente romo de la corrida y, adem¨¢s, estaba tan absolutamente inv¨¢lido, que delataba su ineptitud para la lidia. La presidencia orden¨® su inmediata devoluci¨®n al corral. Pero un cabestro descubri¨® que el tullido no ten¨ªa de toro m¨¢s que la capa, bajo la que enmascaraba su descastada borreguez, o acaso un ocasional s¨ªndrome depresivo. Lo descubri¨® cuando, por mentarse mutuamente a la vaca, entablaron pelea, y le peg¨® una paliza soberana.
El pobre toro, incapaz de reaccionar como deber¨ªan hacerlo los de su linaje, se repuchaba en tablas, mientras el cabestro le tiraba cornadas por todos lados, principalmente por los bajeros, y as¨ª lo llev¨® hasta el corral. Como el cabestro tambi¨¦n pose¨ªa pitones romos (aunque menos que los del desbaratado toro), no le cal¨®. Fue como si le hubiera metido en el corral a tortas.
El sobrero, de Salvador Domecq, fue para Curro Dur¨¢n el gordo de la loter¨ªa. Porque no tuvo fuerza en varas y se doli¨® en banderillas, es justo que no se le diera la vuelta al ruedo, que demand¨® el p¨²blico, pero la encastada nobleza que exhibi¨® levantaba clamores en el grader¨ªo. All¨ª donde le pusiera el enga?o Curro Dur¨¢n, all¨ª iba el toro, pronto y alegre, al primer toque; tan humillado, que araba la arena. Fijo en el se?uelo escarlata lo tomaba con una suave curvatura que m¨¢s parec¨ªa aerodin¨¢mico planeo. Dur¨¢n le daba r¨¦plica mediante pases decorosos, al natural y al redondo, no siempre templados y, desde luego, jam¨¢s exquisitos.
Toro de bandera
Y precisamente exquisiteces reclamaba aquel toro de bandera. Nos recordaba a los de su mismo hierro, que se lidiaron en la pasada feria de Sevilla y, sobre todo, a aquella joya que correspondi¨® a Paquirri. Dur¨¢n no estuvo tan vulgar como entonces Paquirri, y adem¨¢s ejecutaba las suertes despacioso y relajado; algo es. En el ¨²ltimo tramo de la faena cometi¨® el error de ahogar la embestida. El toro segu¨ªa pastue?o aun cit¨¢ndole de cerca, pero ped¨ªa la distancia, y el p¨²blico reclamaba a gritos que se la diera. Todos dese¨¢bamos que volviese a ense?arle la muleta desde lejos para contemplar c¨®mo se arrancaba el toro al primer cite, pero al joven diestro le falt¨® madurez y torer¨ªa para lucir y gozar el gran espect¨¢culo de la bravura. El toro hab¨ªa sido mejor.
Lo mat¨® muy bien, al volapi¨¦, por el hoyo de las agujas, y le fue concedida, merecidamente, la oreja. En el tercero, que result¨® querencioso a chiqueros, Dur¨¢n no supo resolver este problema, sino que dio derechazos en los medios, los cuales le sal¨ªan violentos, pues all¨ª estaba inc¨®modo el manso, y cuando ¨¦ste escap¨® a los terrenos de la querencia, all¨ª sigui¨® d¨¢ndolos, aislados, repetitivos e insustanciales.
El sexto result¨® tan noble como apagado de temperamento y le hizo una faena dominadora, preciosista y ligada. Algunos alivios del pico se dilu¨ªan en la suave cadencia de los pases, y el p¨²blico se iba entusiasmando por momentos, ganado por un torero que ya, sin reservas, era todo coraz¨®n y entrega, e iba a m¨¢s en su toreo, hasta rematarlo con el volapi¨¦, ejecutado limpiamente y a conciencia.
El triunfo leg¨ªtimo de Curro Dur¨¢n revaloriza su cartel en esta feria de San Isidro, lo cual es positivo para todos. Sin embargo, la afici¨®n abandonaba la plaza so?ando el toreo m¨¢gico que hubiera podido crear un torero de arte y escuela con aqu¨¦l prodigioso Domecq de casta excepcional y nobleza infinita.
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