Si Bahamontes hubiera sido posmoderno
Las bicicletas con las que los esforzados de la ruta escalaban en los tiempos de Bahamontes los Puy de D?me, Aubisque y Tourmalet eran rudimentarios ciclom¨®viles someramente surtidos de pi?ones, platos y multiplicaciones que, lejos de potenciar la clase espec¨ªfica de los ciclistas, su inteligencia para utilizar los desarrollos m¨¢s adecuados, y sus aptitudes para aerodinamizarse en los descensos, se adaptaban preferentemente a aquello que, con el A m¨ª el pelot¨®n, Sabino, que los arrollo, dio nombre a la presunta furia espa?ola.La pasi¨®n escaledora de nuestros ciclistas en el Tour de Francia estaba hecha del tegumento del subdesarrollo. Los que no daban pie con pedal en el sprint -salvo la gloriosa excepci¨®n del divino calvo Miguel Poblet-; los que se acorazaban de papel de peri¨®dico los pechos para bajar mejor el desplome de las cumbres; los que afrontaban el pav¨¦s convencidos de que era una forma especial de tortura pensada para espa?oles, son hoy en d¨ªa unos escaladores notables que ya no ganan nunca, sin embargo, el premio de la monta?a, reivindicado en la ¨¦poca como inalienable patrimonio espa?ol.
Se dec¨ªa entonces que en la monta?a se ve¨ªa a los corredores, que all¨ª no val¨ªan las a?agazas de equipo, y todos los hombres eran iguales con el cielo de los cols por ¨²nico testigo. Muy al contrario, es ahora cuando el perfeccionamiento del veloc¨ªpedo iguala a todos los temperamentos y da su m¨¢xima oportunidad al saber correr, siempre y cuando se entienda que la bicicleta, su puesta a punto y sus caracter¨ªsticas de peso y aerodinamismo, m¨¢s la personal panoplia de recursos t¨¦cnicos, permiten al ciclista aflorar lo mejor de s¨ª mismo y ganar, aunque de peque?o no haya cargado sacos terreros o pasado m¨¢s hambre que un maestro escuela, credenciales anta?o imprescindibles para llegar a gigante de la ruta.
El hecho de que los espa?oles se destaquen todav¨ªa en la monta?a, pero no se la coman demuestra dos cosas: que ya no hay hambre tercermundista en Espa?a, y que las gloriosas reivindicaciones de la raza no ten¨ªan base biol¨®gica. Dada una bicicleta y una alimentaci¨®n adecuadas los espa?oles prueban ser sustancialmente id¨¦nticos a los habitantes de la CEE. Esto de ahora es ciclismo de Mercado Com¨²n, y lo de antes, correr para tratar vanamente de evitar que en Flandes se pusiera el sol.
Otra cosa ser¨ªa que el t¨²nel del tiempo nos permitiera recuperar a aquel talento excepcional, que nunca lleg¨® a tomarse a s¨ª mismo todo lo en serio que se merec¨ªa, el de Federico Mart¨ªn Bahamontes, para enfrentarlo a los ases de los ¨²ltimos veinte a?os, Eddy Merckx incluido. El hombre que ascend¨ªa las cumbres con la bicicleta fijada como a comp¨¢s en una vertical perfecta sobre la ruta; al que, en aquellos tiempos en que RTVE retransmit¨ªa el Tour, ve¨ªamos subir sin despegar su anatom¨ªa del sill¨ªn, y que s¨®lo elevaba los cuartos traseros para lanzarse tumba abierta hacia el cielo; el ¨²nico gran sprinter de la cuesta arriba demostrar¨ªa que el nuevo ingenio mec¨¢nico que es la bicicleta no rasea al g¨¦nero humano sino que le permite desplegar m¨¢s alto las alas de la genialidad.
El progreso no ha traicionado a la raza. Lo que ocurre es que si Bahamontes hubiera sido posmoderno habr¨ªa subido silbando el Everest.
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