Sarah y todas las estrellas en el Festival de Vitoria

Es f¨¢cil que un concierto resulte magn¨ªfico cuando lo da un grupo de la calidad del sexteto de All Stars presentado por J. J. Johnson, trombonista eminente, en la segunda sesi¨®n del Festival de Vitoria. Si se tiene un tr¨ªo r¨ªtmico bajo el mando de un pianista como Cedar Walton y un frente de tres m¨²sicos como Harold Land al saxo, Nat Adderley a la corneta y el propio Johnson al tromb¨®n -tres individualidades diferenciadas dentro de una notable afinidad estil¨ªstica-, es inevitable que las cosas salgan bien.Porque para conseguir el objetivo de que,todo el jazz sea bueno, m¨²sicos como ¨¦stos no tienen m¨¢s que ponerse a tocar. Y eso es lo que hicieron en Vitoria, donde ni siquiera tuvieron que devanarse mucho los sesos para elaborar el programa. El repertorio fue una vuelta a lo esencial: Monk, el Blues walk de Clifford Brawn, y hasta un espiritual negro, Motherless child, transformado por Johrison en un bello solo de tromb¨®n.

No falt¨® el n¨²mero especial de cada una de las estrellas, y todos tuvieron algo aprovechable, desde el My funny Valentine de Adderley y hasta la coda que en Invitation hizo un Land mucho m¨¢s lanzado que el que est¨¢bamos acostumbrados a ver. Fueron tambi¨¦n brillantes los curiosos acentos del tr¨ªo de ritmo en la exposici¨®n de Without a song, un n¨²mero de walking bass del contrabajo Richard Davis, seguido de un cambio de compases entre el bater¨ªa Roy McCurdy y el resto del grupo, y, sobre todo, un precioso d¨²o de tromb¨®n y contrabajo.

Moldear el repertorio

Una sesi¨®n as¨ª nada m¨¢s podr¨ªa proseguir con algo del calibre de Sarah Vaughan. Sobre Sarah ya he derramado suficientes elogios y no quiero derramar muchos m¨¢s, porque ser¨ªa triste gracia quedar como hagi¨®grafo o c¨®nsul honorario de la dama, adem¨¢s sin que ella se entere. Dir¨¦, por tanto, que el tr¨ªo acompa?ante no estuvo siempre ajustado ni luci¨® mucho, aunque George Gaffney, al piano, tuvo buen espacio para hacer solos y lo aprovech¨® en una raps¨®dica versi¨®n de Wave. En cuanto a Sarah, su voz no alcanz¨® las sublimidades que en otras ocasiones, aunque no por ello dej¨® de explayarse por toda su extensi¨®n milagrosa, de las alturas del agudo m¨¢s agudo, ampliado por el falsete, a la gravedad del basso profundo. Adem¨¢s, est¨¦n como est¨¦n de forma, el aut¨¦ntico placer con estas divas es ver c¨®mo abordan el repertorio de la gran canci¨®n americana, que parece creado s¨®lo para que ellas hagan con ¨¦l lo mismo que hacen con el p¨²blico: moldearlo, jugar con ¨¦l y adaptarlo a su medida.

Despu¨¦s de la apoteosis que era de prever tras el infalible Send in the clowns, lleg¨® lajam session final. Y ¨¦sta, como la del d¨ªa anterior, result¨® menos un toque de distinci¨®n que una propina ilustrada, en esta ocasi¨®n un Perdido donde Sarah, rodeada por J. J. Johnson y todas sus estrellas, se bati¨® el co bre con ejemplar feeling. Como la gente se qued¨® con ganas, la divina hubo de regresar para, ya a solas con Gaffney, descubrirnos My Junny Valentine, aunque es canci¨®n archiconocida y esa noche la escuch¨¢bamos por segunda vez.