El l¨¢tigo de Dios
Algunos de estos escritores peque?uelos, de cuerpecillo diminuto y fr¨¢gil, han buscado siempre la pureza y la inocencia, como si el no crecer les impulsara a prolongar indefinidamente la infancia a la manera de Peter Pan (del querido enanillo de Hyde Park sir James Barrie). El gnomo Truman Capote investig¨® pureza e inocencia, las encontr¨®, las trat¨® en los personajes perdidos, o que la sociedad da por perdidos. Otros de las generaciones en torno a la suya lo hicieron, dentro de una sociedad dura y puritana; ninguno con el estilo de Truman Capote, que es su otra gran clave personal e intelectual.Infancia y literatura fueron para ¨¦l encadenadas: a los ocho a?os escrib¨ªa. Y percibi¨® que ten¨ªa lo que ¨¦l mucho m¨¢s tarde llam¨® "el l¨¢tigo de Dios" en esta expresi¨®n: "Cuando Dios le da a uno un don, tambi¨¦n le da un l¨¢tigo: y el l¨¢tigo es ¨²nicamente para flagelarse a s¨ª mismo". Escribi¨® desde entonces incesantemente, varias horas al d¨ªa buscando un arte del lenguaje, un estilo: se ejercitaba cont¨¢ndole al papel (en sus ¨²ltimos a?os trabajaba sin ¨¦l: en una pantalla electr¨®nica de tratamiento de textos) su mundo en torno, la vida cotidiana, las historias de su calle y sus vecinos, las costumbres. Es curio so c¨®mo este aspecto inicialmente secundario de su trabajo -la util zaci¨®n de la vida directa- iba a ser decisivo en su vida literaria, que cuajar¨ªa en su libro A sangre fr¨ªa. Infancia hab¨ªa en su primera novela larga, Otras voces, otros ¨¢mbitos (un muchacho, Joel, viaja en busca de su padre: cuenta la vida que ve, y es dura y contradictoria, y la contrasta con su inocencia). Y pureza en la que inmediatamente fue famosa, Desayuno en Tiffany's, donde una mujer equ¨ªvoca, no integrada, es el ejemplo de la inocencia.
Pureza contra puritanismoPureza contra puritanismo, inocencia frente a sociedad, horror por el mundo de los mayores eran su constante, mientras en torno suyo se desarrollaba esa misma lucha intelectual en forma de angustia existencial, filos¨®fica: la beat generation, con la que no se mezcl¨®. Probablemente sin el estilo, sin la prosa m¨¢gica, sin ese virtuosismo que ¨¦l mismo comparaba al de un pianista que se ejercita ocho horas diarias para sus conciertos, no hubiera hecho pasar f¨¢cilmente su mercanc¨ªa ideol¨®gica. En el mundo intelectual de Nueva York, Truman Capote hab¨ªa aparecido como un ni?o prodigio deslenguado, como un homosexual con la malignidad en la frase y en la cr¨ªtica, y como un costumbrista de color local. Fr¨ªvolo y estilista. Tard¨® mucho en saberse que ten¨ªa infinitamente m¨¢s dentro de s¨ª y de sus narraciones.
A veces se le consideraba, sobre todo, muy bien dotado para un periodismo de descripci¨®n, como en el relato de la gira por la URS S de una compa?¨ªa negra que interpretaba Porgy and Bess (The muses are heard). Sin embargo, la creaci¨®n de ese libro y sus reflexiones sobre ¨¦l le condujeron a lo que ¨¦l pens¨® que era el descubrimiento de un g¨¦nero literario: el periodismo "como arte" o "imaginativo": la "novela period¨ªstica". No aceptaba confusiones con lo que se llam¨® la "novela real", como la de Norman Mailer (se odiaban mutuamente).
Afilando esa idea, encontr¨® un suceso en 1959: un asesinato en una granja de Kansas. Pas¨® seis a?os "vagando por las llanuras de Kansas", hablando con la gente: con los asesinos en las celdas de condenados a muerte (fueron finalmente ejecutados). La novela period¨ªstica, o el periodismo novelado, fue algo mucho m¨¢s importante que el hallazgo de un g¨¦nero o la prueba de un estilo: fue su forma de probar la inocencia que hay dentro de la culpabilidad, la narraci¨®n de la crueldad puritana, el alegato contra la pena de muerte m¨¢s importante que se haya producido en el pa¨ªs que todav¨ªa la ejerce. No es que no estuviese descubierta esa filosof¨ªa al alcance de cualquier mente honesta y libre: precisamente fue una larga ¨¦poca de gran literatura de denuncia. Pero el hallazgo t¨¦cnico de la presentaci¨®n del caso tuvo mucha m¨¢s fuerza que cualquiera de las obras coet¨¢neas en ese sentido.
Un nuevo estilo de trabajo
Desde entonces continu¨® esa l¨ªnea, de la que se consideraba inventor y que le atrajo, naturalmente, toda clase de invectivas, acusaciones o persecuciones: como es costumbre, no s¨®lo de los que pensaban contra ¨¦l, sino de los que pensaban como ¨¦l pero no admit¨ªan su "forma"' de concurrencia. "Nada m¨¢s dir¨¦", escrib¨ªa, "que lo ¨²nico que un escritor debe trabajar es la documentaci¨®n que ha recogido como resultado de su propio esfuerzo y observaci¨®n". El trabajo sobre esa documentaci¨®n consist¨ªa no s¨®lo en depurar continuamente el estilo, sino en descubrir c¨®mo utilizar en ¨¦l "todas sus facultades": c¨®mo utilizar, sin apartarse de la realidad, no s¨®lo todo lo que sab¨ªa ya sobre la escritura, sino lo que hab¨ªa aprendido "de guiones cinematogr¨¢ficos, comedias, reportajes, poes¨ªa, relato breve, novela corta, novela"".
La busca de la t¨¦cnica, de la facultad creativa, la sacudida continua del l¨¢tigo de Dios para encontrar un arte, le llev¨® directamente a algo fundamental: la honestidad intelectual, la permanencia de lo inocente, la denuncia del puritanismo. Todav¨ªa no se ha extinguido, quiz¨¢ no se extinga jam¨¢s, la vieja disputa del fondo y la forma, y de qu¨¦ conduce a qu¨¦. En el caso de Truman Capote, por su propia confesi¨®n y por sus resultados, parece que el virtuosismo le condujo a la alta conciencia y al trabajo social. Pero ?podr¨ªa haber funcionado as¨ª si no hubiese estado inscrita en ¨¦l desde el principio?
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