Un 'beatle' canoso

Veinte a?os despu¨¦s, los miembros de Los Beatles que a¨²n juegan con la imagen del grupo se parecen mucho m¨¢s a Cliff Richard que a los propios Beatles. El Paul McCartney de Recuerdos a Broad Street es s¨®lo un buen m¨²sico profesional que procura sacar el m¨¢ximo provecho de su fama. Cuando habla de lo que significa el oficio para ¨¦l, no lo hace en un tono distinto al que usar¨ªa Julio Iglesias cuando recurre a aquello de "el p¨²blico siempre tiene raz¨®n, y yo me debo a mi p¨²blico".Entre ?Qu¨¦ noche la de aquel d¨ªa! y Recuerdos a Broad Street existe la diferencia que separa la realidad de su reproducci¨®n en cart¨®n-piedra. A primera vista, el efecto puede ser el mismo, pero luego se descubre que detr¨¢s de las paredes de estuco no hay nada. Mientras dura la primera impresi¨®n, el enga?o funciona y el espectador se siente a gusto. Probablemente sea absurdo sentirse decepcionado por el hecho de que un filme se parezca a lo que era previsible esperar de ¨¦l, especialmente cuando la trayectoria musical del propio McCartney ya nos advierte sobre cu¨¢les son sus ideas. Las lamentaciones tienen m¨¢s que ver con nuestro empecinamiento de mit¨®manos adolescentes que con la l¨®gica de la realidad.

Concebida a modo de relato de suspense -?conseguir¨¢n encontrar la desaparecida maqueta del disco-, Recuerdos a Broad Street es una excusa para encadenar canciones sin otra pretensi¨®n que la de facilitar la progresi¨®n de la trama hasta No more lonely nights, el ¨²ltimo hit de McCartney. Algunas canciones est¨¢n bien filmadas, y hay algunos gags ingeniosos.