La 'guerra de las estrellas'
Una gran pol¨¦mica envuelve el tema de la guerra de las estrellas, como se denomina en Estados Unidos el proyecto de la Administraci¨®n Reagan que hace referencia a la defensa en el espacio. La discusi¨®n sube de punto en los c¨ªrculos pol¨ªticos de Norteam¨¦rica, con un notable contingente de personalidades de la diplomacia y de la seguridad -Bundy, Kennan, Mac Namara-Smith- que expresaron recientemente en la revista Foreign Affairs la rotunda oposici¨®n a semejante programa. Su argumento se basa en la supuesta inviabifidad de lo que se propone, en la escasa verosimilitud del imaginado dispositivo que te¨®ricamente lograr¨ªa, durante un per¨ªodo de bastantes a?os, una invulnerable protecci¨®n contra cualquier ataque de coheter¨ªa nuclear procedente de un adversario cercano o lejano. Si ese despliegue protector se llevara a cabo con ¨¦xito, es evidente que modificar¨ªa sustancialmente la ecuaci¨®n actual de las fuerzas en presencia de la URSS y de EE UU. En efecto, un escudo formado por m¨²ltiples ingenios de rechazo destructor y total exactitud en el alcance de los objetivos proporcionar¨ªa no solamente una seguridad interior considerable, sino que har¨ªa innecesarias las armas estrat¨¦gicas y t¨¢cticas nucleares del Occidente democr¨¢tico, que con ello podr¨ªa afirmar su doctrina militar de no iniciar el uso de los artefactos supremos en caso de conflicto abierto.El tema es, en mi opini¨®n, de suma importancia. Y quienes conozcan en profundidad la capacidad de inventiva, la audacia de la imaginaci¨®n, el af¨¢n de superar los h¨¢bitos rutinarios, la tenacidad inacabable de los investigadores y el apoyo que se otorga a los pioneros de la ciencia y de la tecnolog¨ªa en Estados Unidos, comprender¨¢n lo que trato de decir. El proyecto Manhattan, que llev¨® a la construcci¨®n de la primera bomba at¨®mica, no fue en su origen sino una serie de algoritmos de f¨ªsica te¨®rica expuestos sobre unos encerados y ofrecidos a la consideraci¨®n del presidente Roosevelt en plena guerra mundial. El presidente era seguramente lego en matem¨¢tica superior, pero experto en conocer hombres. Los nombres de Einstein, Oppenheimer, Teller; el prestigio de las obras de Fermi; la galaxia de eminencias cient¨ªficas que avalaban el programa te¨®rico, inclinaron su ¨¢nimo a emprender lo que muchos juzgaron aventura descabellada y gigantesca inversi¨®n industrial con grandes riesgos de fracaso. Con motivo del reciente aniversario de la Conferencia de Yalta se ha recordado que el presidente norteamericano aprob¨® el prop¨®sito sovi¨¦tico de entrar en la guerra contra el Jap¨®n, tras la derrota de Alemania, por no tener todav¨ªa completa seguridad de que lo que se fabricaba en Nuevo M¨¦xico era un arma manejable y veros¨ªmil, en cuyo caso la rendici¨®n de Jap¨®n hubiera sido un proceso que pod¨ªa durar un par de a?os m¨¢s.
En los a?os cincuenta se empez¨® a poner en marcha el proyecto lun¨¢tico. A muchos comentaristas les pareci¨® un empe?o improbable y car¨ªsimo, sin perspectiva de utilidad pr¨¢ctica. Miles de hombres y mujeres se movilizaron en torno a esta gran aventura del espacio pr¨®ximo. Los sucesivos presidentes apoyaron y aprobaron el viaje a la Luna, juliovernesco y fascinante en su momento, y de ¨¦xito universal. Despu¨¦s, las excursiones de la astron¨¢utica se convirtieron en rutina en ambas superpotencias, y los transbordadores y plataformas son hoy objeto y materia de explotaci¨®n comercial para el lanzamiento de los sat¨¦lites informativos.
?Por qu¨¦ no ha de ser veros¨ªmil y funcional la IDS o iniciativa de defensa estrat¨¦gica, a la que van a dedicar en el presupuesto norteamericano de 1985 3.700 millones de d¨®lares, en su mayor parte dedicados a los trabajos de investigaci¨®n? La obsesi¨®n de los estados mayores ha sido siempre encontrar soluc¨ªones armamentistas a la secular pol¨¦mica entre las armas ofensivas y defensivas, entre la lanza y la rodela, entre la espada y el escudo, entre el ca?¨®n y el blindaje. Se ha repetido tambi¨¦n que casi siempre se preparan las guerras futuras con los armamentos que ya han sido superados y quedan obsoletos en las primeras batallas. Pero ese error frecuent¨ªsimo es quiz¨¢ el que ha estimulado a los redactores de la IDS a buscar algo ins¨®lito y diferente que pueda no ser alcanzado ni anulado en muchos a?os por la iniciativa rival.
?Qu¨¦ consecuencias pueden derivarse de la puesta en marcha del proyecto denominado Star-War por los americanos? Algunos suponen que ya ha tenido una consecuencia espectacular: la de hecer volver a la Uni¨®n Sovi¨¦tica a la mesa negociadora del
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control de armamentos nucleares, abandonada hace varios a?os. La diplomacia sovi¨¦tica conoce seguramente la seriedad del envite americano, en vez de dedicarse a especular sobre su eventual ineficacia. La noticia de este nuevo y gigantesco dispositivo ha causado tambi¨¦n un gran impacto en los aliados europeos de Washington, y m¨¢s concretamente en Londres; y en Par¨ªs, cuyos relativamente peque?os arsenales nucleares propios quedar¨ªan convertidos en piezas arcaicas e inservibles ante el revolucionario planteamiento que propone Washington. Quiz¨¢ lo que estudia ahora la diplomacia franco-brit¨¢nica es la conveniencia de que Reagan utilice en ¨²ltimo t¨¦rmino el proyecto de la IDS como instrumento dial¨¦ctico, obteniendo, a cambio de retirarlo, una dr¨¢stica reducci¨®n de los misiles de medio alcance desplegados en uno y otro campo en torno al teatro europeo. La visita de Roland Dumas a Washington y el periplo de sir Geoffrey Howe por las capitales del Este europeo se inscriben en esa operaci¨®n de sondeo en torno al gran problema.
?Ser¨¢ la guerra de las estrellas un invento definitivo que conduzca a una congelaci¨®n de la carrera de los armamentos nucleares, "la m¨¢s esperanzadora posibilidad de la era nuclear", como la ha llamado el presidente en su mensaje a las C¨¢maras? ?O provocar¨¢, por el contrario, una mayor acumulaci¨®n de armas ofensivas en el espacio para impedir que se lleve a cabo? Un plan de esta naturaleza necesita muchos a?os antes de ser operativo y terminar de instalarse con toda su enorme complejidad y gasto. Ronald Reagan, despu¨¦s de su reciente apoteosis personal en el Congreso, dispone de cuatro a?os de mandato para maniobrar este dif¨ªcil asunto. Pero nadie puede olvidar que, en Norteam¨¦rica, el segundo mandato es en realidad un per¨ªodo de preparaci¨®n y lanzamiento del pr¨®ximo presidente de Estados Unidos. El equilibrio din¨¢mico entre la Casa Blanca y el Congreso ser¨¢ el ¨¢mbito preferente de ese gran proceso pol¨ªtico. Y la guerra de las estrellas se discutir¨¢ a lo largo de la legislatura como uno de los temas sustanciales de la fortaleza Am¨¦rica, concepto que sigue siendo la base de la pol¨ªtica exterior norteamericana.
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