La secci¨®n oficial arranca con un h¨¢bil y sobrevalorado Huston
Una pel¨ªcula sobrevalorada del viejo John Huston, El honor de los Prizzi -proyectada fuera de concurso-, el mediocre filme checoslovaco La sombra del helecho y la irregular pel¨ªcula francesa Vida de familia son las tres primeras obras de las que se habla y habla en los pasillos del festival de San Sebasti¨¢n. Acogidos a los beneficios publicitarios que les da el ser proyectados en la competici¨®n oficial, estos tres filmes han eclipsado otras actividades m¨¢s dignas de atenci¨®n. Como es frecuente en este tipo de mercados, el oro dormita en la trastienda, mientras las baratijas relucen en el escaparate.
Claro es que cuando una de esas baratijas se llama Jacqueline Bisset, que ayer ofreci¨® su prometida charla con los informadores, la temperatura de las fachadas sube vertiginosamente. El oro escondido procede de las dos decepciones a que nos refer¨ªamos ayer: la su presi¨®n de la secci¨®n de V¨ªdeo y de Nuevos Realizadores, esta ¨²ltima al parecer por exigencias de la Federaci¨®n Internacional de Productores. Ambas se han compensado sagazmente con otras dos nuevas, Cenizas y Diamantes y Zona Abierta, que, cada una a su manera, son prometedoras. La primera est¨¢ destinada a ofrecer un panorama sobre la d¨¦cada de los sesenta, que fue un hervidero nacido por un lado del hundimiento de Hollywood y por otro del s¨²bito despertar de las cinematograf¨ªas nacionales en Europa y algunos pa¨ªses del Tercer Mundo. La segunda secci¨®n, Zona Abierta, es todav¨ªa m¨¢s prometedora, pues cubre con una f¨®rmula muy h¨¢bil de caj¨®n de sastre la desaparecida secci¨®n de Nuevos Realizadores, manteniendo un sustancioso premio para la mejor pel¨ªcula de uno de los novicios que participen.
As¨ª se preserva la conexi¨®n -m¨¢s necesaria que nunca, ahora que el certamen vuelve l¨®gicamente, a padecer un asalto de oficialismo- del festival de San Sebasti¨¢n con los viveros de la inventiva cinematogr¨¢fica actual, as¨ª como con los laboratorios de la experimentaci¨®n formal.
Pero volvamos a las tres baratijas del escaparate. La primera, El honor de los Prizzi, de Huston, cuenta una enrevesada historia de clanes mafiosos, a caballo entre Nueva York, Las Vegas y Los ?ngeles, cuya an¨¦cdota central es poderosa y tiene gracia: un matrimonio de pistoleros a sueldo recibe el l¨²gubre encargo, cada uno por separado, de liquidar al otro c¨®nyuge. El mortal dueto est¨¢ interpretado por Kathleen Turner y Jack Nicholson. Ella hace un trabajo convincente. ?l, pasado de rosca, ejecuta una de esas p¨¦simas sobreactuaciones en que este irregular actor incurre cuando no est¨¢ bien dirigido, y aqu¨ª con toda evidencia no lo est¨¢.
La rocambolesca historia es de las llamadas resultonas, y con ella Huston ha querido sacarse la espina de su ¨²ltimo y pobre filme, Bajo el volc¨¢n, que es un aut¨¦ntico desertizador de salas cinematogr¨¢ficas. En cierta manera, el veterano Huston va a conseguir su prop¨®sito, pues su nueva pel¨ªcula tiene garantizados los favores del p¨²blico, ya que es de las que da, y bien dado, gato por liebre.
El consumado oficio y el ratonero olfato de Huston le permite narrar con maneras moderadas lo que no es m¨¢s que una descarada exageraci¨®n y hacer creer a pie juntillas al respetable cosas literalmente incre¨ªbles. Pel¨ªcula de realizaci¨®n muy s¨®lida y gui¨®n muy h¨¢bil, saca chispas de gracia de esa paradoja que consiste en tratar en tono veros¨ªmil lo que no es sino una inveros¨ªmil caricatura. Divierte, pero no pasa de ser un juego cuya condici¨®n falsaria se debe a que es menos de lo que parece.
La pel¨ªcula checa La sombra de helecho, de Frantisek Vl¨¢cil, lleva dentro una dur¨ªsima historia de cr¨ªmenes en un marco rural, pero tal dureza est¨¢ ablandada por un enfoque muy confuso.
M¨¢s inter¨¦s tiene la francesa Vida de familia, de Jacques Doillon, que tiene un arranque bueno y un desarrollo inicial magn¨ªfico -la curiosa aventura humana de un padre y su hija en su d¨ªa de encuentro semanal- pero que se quiebra lamentablemente en la media hora final, en la fase resolutiva.
En cine, los fuegos de artificio intelectuales apagan cualquier hoguera.
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