25 / 'La Codorniz'
Enrique Jardiel Poncela iba todas las ma?anas al Caf¨¦ Castilla; en la glorieta de Bilbao (1), y all¨ª escrib¨ªa hasta la hora de comer. En Espa?a se hab¨ªa cultivado lo grotesco, que viene de gruta, pero apenas si se conoc¨ªa el humor. Hasta Cervantes es grotesco, antes que humorista. Sancho Panza es una figura que se hubiese negado a dise?ar ning¨²n humorista moderno. Est¨¢ todav¨ªa en la gracia traum¨¢tica: manteamientos y otros golpes. Nabokov (2) dijo del Quijote que es un libro "viejo y cruel". Pero Jardiel viaj¨® a Italia, conoci¨® a Dino Segre, Pitigrilli, y a la vuelta se lo dijo a los del grupo:-Hay que quemar todo lo que, tenemos hecho.
El grupo eran Tono, Mihura, Neville, L¨®pez Rubio y (3) as¨ª. Hay un 27 catal¨¢n, en la poes¨ªa: Carner, Carles Riba, Espr¨ªu, Sagarra... Hay un 27 del humor, en Madrid, entendiendo ya por 27, m¨¢s que una fecha, una manera de ser, estar y agruparse. El 27 madrile?o del humor persigue la pureza con igual encarnizamiento que el 27 famoso persigue la poes¨ªa, la poes¨ªa pura. El grupo de Jardiel decide renunciar a lo f¨¢cil, al costumbr¨ªsmo, al localismo, al retru¨¦cano, para hacer un humor dificil. de tan f¨¢cil. Proced¨ªan todos, m¨¢s o menos, de Guti¨¦rrez, revista de humor que se diferencia ya de La hoja de parra o el Fray Lazo en que no es pornogr¨¢fica -"sical¨ªptica"- ni anticlerical ni antinada, sino antitodo. Guti¨¦rrez se dijo que era el rey, pero Guti¨¦rrez era, simplemente, el espa?ol medio, el bur¨®crata eterno de Espa?a, que ha trocado la hijodalgu¨ªa por el es calaf¨®n. Y de ese conformismo co lectivo es de lo que se burla Guti¨¦rrez. Sobrevenida la guerra civil, Miguel Mihura hace La Ametralladora en San Sebasti¨¢n, revista para soldados de la zona nacional, que yo no s¨¦ si har¨ªa re¨ªr a soldados de ninguna zona, por la mera y pura intelectualidad de su humor. Aqu¨ª se da la paradoja de que la derecha reaccionaria est¨¢ hacien do humor de vanguardia.
Terminada la guerra, Mihura transforma su revista en La Codorniz, de vida impar y gloriosa, pero Mihura, a quien conoc¨ª mucho, es "un anarquista con buenos modales", como Durrell dir¨ªa de Proust, y se ve forzado, en los primeros cuarenta, a venderle La Codorniz a ?lvaro de Laiglesia, joven falangista que presum¨ªa en sus conferencias de los C¨ªrculos Medin¨¢ de encuadernar sus libros con piel de espalda femenina, "obtenida de las mujeres que capturamos en Rusia cuando la Divisi¨®n Azul". Toma del frasco, Carrasco, Avelino, toma del recipiente cristalino. Saca whisky, cheli, para el personal.
En 1.961, muerto de hambre y de asco, le llev¨¦ algunos originales a ?lvaro, a La Codorniz, en Callao, y me recibi¨® s¨®lo a la fuerza, en la oscuridad, con un flexo que ¨²nicamente le iluminaba las manos, y me dijo que no. Eran mejores que todo lo que estaban publicando por entonces. Siglos m¨¢s tarde,'ya famosa una, ?lvaro me ped¨ªa un art¨ªculo para su languideciente Codorniz, en la cena de cada noche. Y yo le recordaba mi temblorosa tentativa de cuando entonces, que consta en libros:
-Jam¨¢s te dar¨¦ un art¨ªculo. Haberme descubierto a tiempo.
Luego nos d¨¢bamos un beso. El que s¨ª me descubri¨® en seguida fue Miguel Mihura, y se lo dec¨ªa en entrevista a Pedro Rodr¨ªguez, otro tronco que nunca me perdi¨® la cara. Cuando yo escrib¨ª, a la muerte de Pedro (que me hizo mi primera entrevista importante, 1965, habiendo ganado yo el "Gabriel Mir¨®", en Alicante), que era "Ia ¨²ltima pluma del Arriba", no hac¨ªa sino repetir la definici¨®n que alguien muy cercano a Pedro hab¨ªa hecho de ¨¦l.
?ltima pluma del Arriba en cuanto a que la primera hab¨ªa sido Eugenio d'Ors, y en cuanto a que el Arriba, ya que no lectores, agavill¨® todo un florilegio de estilistas prodigiosos de que me ocupar¨¦ en otra entrega o follet¨®n. Nunca pluma ¨²ltima en la categor¨ªa, sino en esa an¨¦cdota que es el tiempo. Pedro era claro, pese a gallego y falangista, y me hizo una entrevista para el Arriba que le tacharon de m¨¢s "arriba".
En la revista Tiempo todav¨ªa nos d¨¢bamos violentos abrazos, Pedro Pedro.. Miguel Mihura comienza, hijo de c¨®micos, encarg¨¢ndose de una taquilla de dar vales, sobre la que campea un letrero que dice: "No se dan vales". Esto alecciona a Miguel sobre la relatividad de la vida. Luego hace much¨ªsimo periodismo de humor, hasta que comprende, como Hemingway, que el periodismo e s una gran profesi¨®n, a condici¨®n de dejarla a tiempo, y es cuando, en 1932, recluido en la cama por la enfermedad de una pierna que le dejar¨ªa cojo, escribe Tres sombreros de copa, quiz¨¢ la funci¨®n m¨¢s grande del teatro espa?ol del siglo, y que s¨®lo se estrenar¨ªa veinte a?os m¨¢s tarde, porque nadie la entend¨ªa. Ionesco y Beckett est¨¢n en esa funci¨®n (lonesco lo ha reconocido noblemente), Tono es la subversi¨®n a nivel puramente ling¨¹¨ªstico, con efectos asombrosos. "Yo dejo en la mesilla un vaso de agua por si tengo sed y un vaso vacio por si no tengo sed". Se estaban cargando el peque?o convencionalismo burgu¨¦s, consagrado por Franco y su Victoria, mediante el costado m¨¢s desprotegido: el lenguaje, las frases hechas, los t¨®picos conversacionales de la burgues¨ªa invicta e inculta. Jardiel estaba muy dotado para el teatro, pero menos concienciado. Neville y L¨®pez Rubio eran los esp¨ªritus finos y porveniristas que se afiliaban a lo nuevo.
Jardiel es el humor absoluto, el lenguaje absoluto, la equivalencia del mundo en palabras , y en esto est¨¢ muy cerca de los vanguardistas parisinos que quer¨ªan expresar "incluso el chillido de las gaviotas". Mihura es todo lo contrario: el hombre que necesita muy pocos elementos para hacer humor, y cuya clave est¨¢ en reducir el mundo a una simplicidad casi infantil. Tono es el lenguaje como generador de situaciones. El absurdo del lenguaje trasladado a una vida absurda, dentro de una cierta coherencia del disparate. Pero Jardiel todav¨ªa explica el absurdo, en el ¨²ltimo acto de su teatro, precipitadamente. Mihura es el que pega el salto y comprende que ya no hay que explicar nada, que el p¨²blico no es tan tonto como parece y les seguir¨¢ lo mismo. Jardiel es un se?orito madrile?o, bajo y con ojeras, que en algunas Juergas se pon¨ªa mant¨®n de Manila. Tono es un gordo pac¨ªfico que habla largamente con Einstein, cuando le llamana Hollywood:
-?Qu¨¦ te ha dicho Einstein, tanto rato?
-Nada, que todo es relativo.
Miguel Mihura se encierra en su piso de General Pardi?as (ahora no s¨¦ c¨®mo se llama la calle), a cuidarse las dos piernas y ver la televisi¨®n con la criada:
-Mira, Umbral, yo le dijo a la criada que se siente aqu¨ª, a mi lado, para que luego me explique el serial, porque yo, a veces, no cojo bien el fondo. Me ha dicho el m¨¦dico que pasee, pero paseando por aqu¨ª, por General Pardi?as, parezco un pobre, de modo que me voy a pasear al Corte Ingl¨¦s.
-Miguel, todav¨ªa podr¨ªas hacer art¨ªculos, comedias, cosas. Te pagar¨ªan lo que quisieras.
-Y para qu¨¦, Umbral. Vino una extranjera a hacerme una tesis, nos. enamoramos y viv¨ª el ¨²ltimo gran amor de mi vida. Luego tuvo que irse. Ya no habr¨¢ nada m¨¢s. Sin un amor ?para qu¨¦ trabajar?
Y esto me lo dec¨ªa en mitad de la escalera. Los humoristas, a veces, es que se ponen muy sentimentales. Cuando le iban a hacer acad¨¦mico, ten¨ªa un adversario, el general Diez Alegr¨ªa. Me llamaba por las ma?anas:
-?Y. qu¨¦ va a hacer un general en la Academia, Paco?
-Aportar el lenguaje militar.
-Ah, ya comprendo. Ser¨¢ el que les ense?e a decir pum.
(Es como cuando Juan Ram¨®n pregunt¨® si el doctor Mara?¨®n estaba en la Academia para mirarles la lengua a los acad¨¦micos.) Miguel, una vez elegido (en convocatoria posterior), me explicaba por tel¨¦fono, siempre por las ma?anas, que es cuando me llamaba, a ver si iba por la tarde a verle, cu¨¢l iba a ser el tema del discurso de ingreso:
-El concepto de humorista, Paco. Humorista soy yo, no el que hace imitaciones en un circo o en la televisi¨®n. ?se ha sido siempre "cancato". Hay que precisar los conceptos de humorismo y humorista.
Pero se le puso mala la pierna buena y se me muri¨®. La segunda generaci¨®n de La Codorniz la constituyen, ante todo, otros tres grandes. Churny Ch¨²mez, Mingote y Rafael Azcona. Churny viene del surrealismo, Mingote del costumbrismo (pasar¨ªa pronto al Abc), y Azcona no viene de ninguna parte, sino que se va en seguida al cine, como guionista (el mejor de Espa?a) y no ha vuelto. Ten¨ªa una novia muy pesada, Rafael, y paseaban por aquel Madrid de tranv¨ªas. De pronto, se subi¨® a un tranv¨ªa en marcha, sin despedirse de ella, que no volvi¨® a verle. Azcona cre¨® "el repelente ni?o Vicente", famoso en los cincuenta, cr¨ªtica sutil del n¨²mero-uno-de-su-promoci¨®n, tan evaluado por Franco como posible ministro. Escribi¨® una novela bell¨ªsima, Los europeos, y se perdi¨® para siempre en ese mundo de cables y d¨®lares que es el cine. Ha trabajado con los mejores, claro: Berlanga, Saura, etc¨¦tera (lo que dice, por otra parte, de su labilidad literaria). Con la tercera generaci¨®n de La Codorniz muere la revista (4). Hermano Lobo y Por Favor son intentos transicionales, fugaces y brillant¨ªsimos de hacer un humor nuevo con la pol¨ªtica nueva. Forges tiene ¨²lcera, M¨¢ximo tiene un bulto (operado) y Chumy tiene tres pasiones que compartimos: las mujeres, Proust y el psicoan¨¢lisis. Est¨¢ muy cerca de Quevedo en el humor, en la violencia y en la edad: siglos.
1. A aquel Caf¨¦ iban tambi¨¦n, por las ma?anas, don Pedro Mourlane-Michelena y otros escritores. Era uno de los caf¨¦s / oficina que hab¨ªa en Madrid.
2. Opiniones contundentes, Taurus.
3. L¨®pez Rubio es el ¨²nico superviviente de aquella generaci¨®n al momento de escribir estas memorias. Alfonso S¨¢nchez, tan cercano a ellos, pudiera haber sido su historiador y erudito. Pero el cine le llevaba demasiado tiempo.
4. M¨¢ximo, de la tercera generaci¨®n de La Codorniz, y hoy humorista de EL PAIS, es un producto o resultado tan personal, original y al margen que nunca tuvo demasiado que ver con la revista de Mihura / Laiglesia. Quiz¨¢ en EL PAIS ha encontrado su ecolog¨ªa ideal.
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