Tan cerca y tan nuevos
La exposici¨®n 100 obras maestras del arte portugu¨¦s ha acercado al p¨²blico madrile?o los aspectos fundamentales de la historia de la creaci¨®n pl¨¢stica portuguesa en campos tan diversos como la pintura, la escultura, la orfebrer¨ªa o la cer¨¢mica. Promovida por los ministerios de Negocios Extranjeros y Cultura del pa¨ªs vecino, es uno de los m¨¢s completos panoramas sobre su patrimonio cultural que ha exportado Portugal en los ¨²ltimos a?os, y en cierto modo viene a ser una retribuci¨®n por los numerosos pr¨¦stamos espa?oles a la gran muestra Europa y los descubrimientos portugueses, celebrada en Lisboa en 1983. La exposici¨®n permanecer¨¢ abierta al p¨²blico en el Centro Cultural del Conde Duque hasta el 13 de enero.
Har¨¢ unos 10 a?os, un avispado mensaje de promoci¨®n tur¨ªstica se hizo ampliamente popular entre nosotros tent¨¢ndonos con aquello de Portugal, tan nuevo y tan cerca. Prescindiendo de su sentido y funci¨®n originales -y del entonces sabroso gui?o pol¨ªtico que inclu¨ªa-, la misma frase podr¨ªa servirnos para definir, cambiando los t¨¦rminos de la ecuaci¨®n, la relaci¨®n general entre el p¨²blico espa?ol y la cultura portuguesa. As¨ª, por ejemplo: "El arte portugu¨¦s, tan cercano y, sin embargo, tan nuevo para usted". Pese a una geograf¨ªa y unos or¨ªgenes comunes, pese a los numerosos avatares hist¨®ricos que los relacionan -o, con seguridad, precisamente a causa de las heridas abiertas en esa historia compartida y de la ambivalencia de sentimientos que suele acompa?ar a la vecindad m¨¢s inmediata-, nuestros dos pa¨ªses mantienen una tradici¨®n secular de mutua indiferencia que toda una larga historia de intentos puntuales de acercamiento no ha conseguido borrar.
Niebla
El arte portugu¨¦s suele constituir para el aficionado medio espa?ol un continente nebuloso, tanto en lo que respecta a sus muchos elementos comunes con nuestra propia tradici¨®n art¨ªstica como a los que le confieren una naturaleza claramente diferenciada, ese car¨¢cter irreductible que, para el varguardista Almada Negreiros, nos enfrentaba y ataba a un tiempo, como opuestos y complementarios en un m¨¢s amplio concepto de cultura ib¨¦rica.De esa doble conciencia, de la de nuestra muy particular relaci¨®n y la de su parad¨®jica novedad para buena parte del p¨²blico espa?ol, nace el esp¨ªritu que da origen a esta exposici¨®n: abrir una puerta panor¨¢mica sobre el conjunto del arte portugu¨¦s. Y en esa idea se definen simult¨¢neamente las virtudes y limitaciones del proyecto.
Ofrecer a trav¨¦s de una exposici¨®n una imagen global de la historia de la cultula art¨ªstica de un pa¨ªs, logrando hacer inteligibles sus rasgos esenciales, es una empresa que entra?a notables dificultades y cuya fortuna depende del volumen de la muestra, la racionalidad de los criterios de selecci¨®n, la capacidad de s¨ªntesis y la claridad con que ¨¦sta se exponga al espectador. El peligro final es siempre, por supuesto, el de desembocar en una acumulaci¨®n ca¨®tica, un laberinto en el que el discurso siga siendo tan opaco como antes.
Estas 100 obras maestras del arte portugu¨¦s ofrecen un impresionante conjunto de piezas de alto inter¨¦s que responde a un esfuerzo indudable por traducir cabalmente el tema de la tradici¨®n pl¨¢stica portuguesa en toda su complejidad. Pero m¨¢s all¨¢ de este reconocimiento previo, mis sentimientos ante la muestra est¨¢n enfrentados.
Es cierto que no pretende, finalmente, sino ser una primera toma de contacto en la que se perfile someramente el conjunto del arte portugu¨¦s, y a la que deber¨ªan seguir otras iluminaciones sectoriales m¨¢s precisas. Aun as¨ª, la exposici¨®n peca, a mi juicio, de ambiciosa, al querer abarcar conjuntamente terrenos como pintura, escultura, dibujo, orfebrer¨ªa, marfiles, mobiliario, azulejos, porcelanas, cer¨¢mica y textiles. Trat¨¢ndose -por su extensi¨®n, limitada a 100 piezas- de una exposici¨®n de tipo medio, no consigue en muchos puntos sino dar tenues pinceladas sobre los temas que incluye. Y a ello debemos sumar un montaje poco clarificador y un cat¨¢logo que, pese a su rigor fundamental y su documentaci¨®n complementaria, no respalda en todos sus aspectos el itinerario hist¨®rico que la muestra nos propone.
De hecho, esos desaciertos parciales resultan lamentables porque -m¨¢s all¨¢ de cualquier discusi¨®n en torno a la extensi¨®n tem¨¢tica del proyecto- merman la comprensi¨®n de una selecci¨®n de obras que, en l¨ªneas generales, s¨ª resume con propiedad el itinerario hist¨®rico del arte portugu¨¦s, reuniendo a las figuras m¨¢s representativas de cada per¨ªodo, aun cuando puedan apuntarse algunas ausencias.
En la pintura, el discurso se abre con una tabla de la escuela de Nuno Gon?alves, para ofrecernos buenos ejemplos de la influencia flamenca en el siglo XVI con un Francisco Henriques y un delicado San Antonio, de Frei Carlos. El siglo XVII queda bien reflejado en un bodeg¨®n zurbaranesco de nuestra Josefa d'Ayala o de Obidos y el estupendo Retrato de Isabel de Moura, del muy interesante Domingos Vieira.
Otro buen retrato, ¨¦ste de Sequeira, da el paso al siglo XIX,
donde destacan la Vizcondesa de Menezes, pintada por su marido,
Luis de Miranda Pereira, y un ¨®leo del precoz y malogrado Henrique
Pous¨¢o. Otros tantos encuentros pueden rastrearse en la escultura:
una bella Virgen de la Anunciaci¨®n, del siglo XVI; la Santa In¨¦s atribuida al normando Jean de Rouen (o Jo?o de Ru?o); la Santa Ana y la Virgen, de Machado de Castro; el grupo atribuido al belenista Antonio Ferreira, o el muy c¨¦lebre Desterrado, de Soares dos Reis. Ese doble recorrido se cierra en el esplendor de la vanguardia hist¨®rica portuguesa con buenas piezas de los escultores Canto da Maia y Francisco Franco, con un dibujo de Almada Negreiros realizado en Madrid y, sobre todo, con el espl¨¦ndido ¨®leo cubista Brut 300. T. S. F., una de las ¨²ltimas obras de Sousa Cardoso.
Ese atractivo gu¨ªa tambi¨¦n en esta muestra de arte portugu¨¦s la selecci¨®n de piezas que forman la otra mitad de la muestra, dedicada a las diversas artes ornamentales. El recorrido se abre con un hermoso c¨¢liz del siglo XII, la obra m¨¢s antigua de la exposici¨®n, par¨¢ acercarnos por igual a la ra¨ªz m¨¢s aut¨®ctona de los trabajos portugueses y al interesante mundo de los estilos luso-orientales, fruto de su esplendor colonial.
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