El paro, soluci¨®n dif¨ªcil y a largo plazo
Es incuestionable que el problema m¨¢s grave de car¨¢cter social que tenemos en Espa?a es el paro. M¨¢s de 2,7 millones de parados dan el porcentaje m¨¢s alto de desempleo de los pa¨ªses de la OCDE, que a¨²n ser¨ªa m¨¢s alto si la poblaci¨®n activa fuera la que debiera ser. Las cifras de paro empezaron a dispararse y m¨¢s de un pol¨ªtico, sindicalista y empresario se alarmaba y pon¨ªa un tope de un mill¨®n de parados como infranqueable, por cuanto de aproximarse a ¨¦l se producir¨ªa una explosi¨®n ciudadana. Se franque¨® la barrera del mill¨®n y tambi¨¦n del mill¨®n y medio. El term¨®metro laboral marc¨® los dos millones y los dos millones y medio, y todo sigue igual.Naturalmente, todo sigue igual, menos para los parados. El Gobierno es impotente; el partido, indiferente (no son sus afiliados); los sindicatos utilizan a los parados, pero les protegen poco (no cotizan), y los empresarios adoptan la actitud de que el paro no es su problema.
Admitimos la poca fiabilidad de las cifras oficiales de paro. Tambi¨¦n la picaresca. Hagamos supuestos sobre la cuant¨ªa de trabajadores en la econom¨ªa sumergida y acogidos al paro. De acuerdo. La conclusi¨®n es que en Espa?a hay paro, y mucho paro. Ahora bien, analicemos qu¨¦ significan m¨¢s de 2,7 millones de parados. ?Quiere decir que en Espa?a hay 2.700.000 personas que no comen? Si as¨ª fuera, s¨ª tendr¨ªamos la temida explosi¨®n ciudadana, sobre todo en las ¨¢reas donde existen bolsas de paro que alcanzan m¨¢s del 30% de la fuerza laboral. Afortunadamente, el subsidio, la solidaridad familiar y las chapuzas se encargan de su precaria alimentaci¨®n. ?Y el paro juvenil? ?Qu¨¦ escala de valores humanos impondr¨¢ a la sociedad -muy pronto- esta generaci¨®n que termina sus estudios y llama infructuosamente a las puertas buscando soluci¨®n para orientar su vida? No es extra?o que esta situaci¨®n coincida con el incremento espectacular del consumo de droga.
?C¨®mo solucionar este grav¨ªsimo problema? Los economistas se ven impotentes. No se tra¨ªa aqu¨ª de abrir o cerrar las magnitudes monetarias, ni de controlar m¨¢s o menos los salarios y precios, ni de actuar sobre la paridad de la moneda.
Por otra parte, la teor¨ªa keynesiana se ha demostrado poco efectiva en las circunstancias actuales. Est¨¢ demostrado que el paro coexiste con altas tasas de crecimiento del producto interior bruto. En Estados Unidos llevan un trienio de alto crecimiento, con ¨¦xitos espectaculares, y, sin embargo, aunque han bajado dos puntos, siguen en un 7% de tasa de desempleo.
El mito tecnol¨®gico
Siguiendo en la l¨ªnea pesimista, conviene deshacer un mito: aquel que pone en las nuevas tecnolog¨ªas la soluci¨®n de nuestro problema laboral. Ni con la microinform¨¢tica, rob¨®tica, biogen¨¦tica, telem¨¢tica, etc¨¦tera, resolvemos el paro. Esto no quiere decir que no debamos orientarnos hacia este tipo de inversiones y preparemos en nuestras universidades a personal para estos nuevos campos empresariales. Ni mucho menos.
Pero basta leer la ocupaci¨®n laboral que supone la cacareada inversi¨®n de Telef¨®nica con AT&T en Tres Cantos o la Hewlett Packard en Barcelona para darse cuenta de que poco ayuda en la resoluci¨®n de este problema. Es incierto que este tipo de inversiones haya resuelto el problema en EE UU o Jap¨®n.
Han ayudado, sin duda, pero son las inversiones en nuevas empresas convencionales y de servicios, al calor de la desregulaci¨®n y de la libertad salarial, las que han absorbido m¨¢s mano de obra en estos pa¨ªses. Por ejemplo, en Jap¨®n, pa¨ªs de la inform¨¢tica por excelencia, los nuevos bares, cafeter¨ªas y restaurantes que se han establecido han creado m¨¢s empleo que los ordenadores.
Desregular
Entonces, ?donde est¨¢ el remedio? Precisamente en algo que dif¨ªcilmente acepta ning¨²n Gobierno de este pa¨ªs: en no regular ni intervenir. La libertad en materia laboral ha creado en los pa¨ªses que han gozado de ella mucho m¨¢s empleo que todas las disposiciones juntas. No nos olvidemos que la libertad es indivisible y que no se puede circunscribir a la pol¨ªtica, sino que tiene que alcanzar a la econom¨ªa y tambi¨¦n al mundo del trabajo. Pocas normas y muy claras. Una carta magna o constituci¨®n laboral y supresi¨®n de normas y regulaciones. Si eso ha dado resultado en otros pa¨ªses, mucho m¨¢s ha de darlo en un pa¨ªs tan poco d¨²ctil y flexible como el nuestro.
Una verdadera y aut¨¦ntica supresi¨®n y simplificaci¨®n de la normativa existente, acompa?ada de un est¨ªmulo fiscal, disminuir¨ªan m¨¢s el paro que todo el esfuerzo econ¨®mico del Gobierno en recolocar a los trabajadores afectados por la reconversi¨®n.
Los sindicatos no est¨¢n dando mucho ejemplo de solidaridad. Se orientan a proteger mucho m¨¢s al trabajador empleado que al parado. Machacan con gran falta de imaginaci¨®n sus eternas reivindicaciones cuantitativas. M¨¢s salario, menos horas, m¨¢s vacaciones, m¨¢s jubilaci¨®n ... ; de acuerdo, pero para los que trabajan. Indudablemente, el Gobierno, tard¨ªa y t¨ªmidamente, reacciona en el sentido adecuado.
En el AES, firmado en 1984, se descubren los contratos temporales, de formaci¨®n, de pr¨¢cticas, y se regulan -?c¨®mo no?- con largas y complejas disposiciones. Sin embargo, el ¨¦xito es evidente. Las estad¨ªsticas dan en el per¨ªodo enero-agosto de 1985 que por este sistema se han contratado 580.000 trabajadores, mientras que en el mismo per¨ªodo del a?o pasado fueron s¨®lo 260.000. ?Por qu¨¦ no se extiende a la gran masa de contratos y as¨ª se evitar¨ªan las situaciones de competencia y agravio comparativo?.
Trabajo a tiempo parcial
Otra ¨¢rea donde se podr¨ªa avanzar mucho m¨¢s es en el traba o a tiempo parcial. Seg¨²n cifras de la BIT, el trabajo a tiempo parcial representa un 15%. del empleo en Suecia, de un 15% a un 20% en el Reino Unido, 15% en Estados Unidos y un 13% de media en la CEE. Muchas amas de casa y j¨®venes ver¨ªan en ello una soluci¨®n. Con la rigidez laboral, lo ¨²nico que se ha conseguido es llevar a la suspensi¨®n de pagos a muchas empresas -m¨¢s paro- y que muchos empresarios se hayan rendido m¨¢s o menos cobardemente a comprar la libertad de despido pagando unas indemnizaciones que, seg¨²n una estimaci¨®n fiable, totalizaban en 1983 cerca del medio bill¨®n de pesetas, que naturalmente se han sustra¨ªdo a la inversi¨®n productiva.
Seguimos elevando el salario m¨ªnimo. Es verdad que en t¨¦rminos reales es bajo, pero supone, como dice Fran?ois Leotard, un "magn¨ªfico conservador del empleo" o, como apostrofa Michel Drancourt, "un racismo contra la juventud". Es dif¨ªcil de estimar los j¨®venes que se podr¨ªan contratar a salarios inferiores al m¨ªnimo y por tiempo parcial.
L¨®gicamente, ning¨²n Gobierno querr¨¢ asumir la impopularidad de suprimir el salario m¨ªnimo, y, sin embargo, hay que reconocer que este Gobierno ha sabido en ciertas ocasiones enfrentarse con medidas impopulares. Una congelaci¨®n del salario m¨ªnimo o un incremento muy peque?o ser¨ªa muy. impopular, pero a la larga, y acompa?ado de otras medidas, dar¨ªa resultados en el buen sentido.
Finalmente, no olvidemos que el Ministerio de Trabajo, a trav¨¦s del Fondo de Desempleo, es el mayor empresario del pa¨ªs. Teniendo presente que el trabajo dignifica y habiendo tantas necesidades de car¨¢cter social, comunitario, ecol¨®gico, de conservaci¨®n del patrimonio, ?por qu¨¦ no organiza a mayor escala y a tiempo parcial la ocupaci¨®n de los perceptores del subsidio? Lo ha hecho y se va extendiendo a nivel municipal en ciertos municipios donde la comisi¨®n gestora hace algo m¨¢s_, que clamar contra el Gobierno aut¨®nomo o central, pero podr¨ªa y deber¨ªa extenderse mucho m¨¢s.
Adem¨¢s de la dignificaci¨®n aludida, apartar¨ªa a muchos del ocio, de la droga, y tendr¨ªamos ciudades m¨¢s cuidadas, bosques con menos incendios, carreteras con menos baches, playas m¨¢s limpias, museos mejor conservados..., y por si esto fuera poco, crear¨ªa un clima de confianza del que no estamos tan desbordados para que la inversi¨®n se ponga en marcha, lo cual, como no nos cansamos de repetir, tambi¨¦n acaba con el paro.
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