El arte de ligar los pases
ENVIADO ESPECIALEl arte de ligar los pases: a ese arte se aproxim¨® ayer Paco Ojeda, con su especial habilidad, que luce muchas tardes. La ligaz¨®n de los pases le dio el triunfo en el quinto toro, que era un marmolillo. No fue s¨®lo la ligaz¨®n, claro, sino tambi¨¦n un toque de personalidad, con la quietud para aguantar las embestidas y la serenidad de porfiarlas junto mismo a los pitones.
Esta forma de torear es muy discutible. Las tauromaquias cl¨¢sicas quieren otra cosa para la ligaz¨®n y los cites. Quieren, por ejemplo que el torero pare, temple, mande, remate el muletazo, y entonces ofrezca el se?uelo para ligarlo con el siguiente. En cambio, Ojeda ayer, no lo hac¨ªa de esta forma sino que enlazaba los pases apenas sin rematar, uno era continuaci¨®n del otro, y el derechazo, un tanto desnaturalizado por embarcar con el pico de la muleta, lo convert¨ªa en un pase sin fin. El torero, en su verticalidad, era el eje de la suerte, que discurr¨ªa circular en su derredor.
Plaza de la Maestranza
12 de abril. Segunda corrida de feriaToros de Ben¨ªtez Cubero, desiguales de presencia, flojos, de feo estilo. Manzanares: media atravesada (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada corta baja (algunas palmas). Paco Ojeda: pinchazo y estocada baja (ovaci¨®n y salida al tercio); bajonazo (oreja). Pepe Luis V¨¢zquez: pinchazo, estocada corta delantera atravesada y tres descabellos (silencio); med¨ªa atravesada y cuatro descabellos (bronca y almohadillas).
El cite, por su parte, quieren las tauromaquias cl¨¢sicas que sea a la distancia que los pies y la codicia del toro exijan; rara vez -como ayer Ojeda- desde tan cerca que la humanidad del torero le llegue a tapar la visi¨®n. A esta manera de citar se le llama ahogar la embestida. Es, sin embargo, de mucho efecto, y m¨¢s si el torero, cuando consigue que el toro embista, aguanta su acometida, espera su vuelta, fijas las zapatillas en la arena, liga el pase de pecho, y ¨¦ste con otro m¨¢s. D¨¢maso Gonz¨¢lez que es el precursor bajito de la modalidad, se ha hecho famoso emple¨¢ndola cada d¨ªa y ha creado escuela, como bien se ve.
El triunfo de Paco Ojeda fue leg¨ªtimo, con gran eco en el grader¨ªo, donde la multitud se pon¨ªa en pie, ovacionaba entusiasmada y le tocaba palmas de son; una alegr¨ªa que la afici¨®n sevillana se reserva para las grandes solemnidades. Por doquier a?ad¨ªan la mansedumbre y reservona condici¨®n del toro al m¨¦rito del torero. Y no est¨¢ muy claro que sea as¨ª. Al toreo circular de Ojeda le va m¨¢s la aplomada, condici¨®n del toro, donde es preciso porfiar, que la codiciosa.
Los toros "que se vienen" -seg¨²n se dice -en la jerga-, le plantean problemas que no siempre acierta a resolver, como le ocurri¨® en su primero. Era un colorao encastado y con genio que en cuanto perd¨ªa el mando del enga?o lo buscaba venci¨¦ndose hacia el centro de la suerte. Ojeda, muy valiente en su faena, aguant¨® acosones, sufri¨® un desgarro de la taleguilla por el muslo y otro por el fondillo, sin mirarse en ambos casos, pero no pudo con el toro. Ten¨ªa demasiada embestida, para su capacidad t¨¦cnica. O era de contraestilo, como gusta decir a los taurinos.
El contraestilo es excusa a la que podr¨ªan recurrir tambi¨¦n, sin rubor, sus otros dos compa?eros. La corrida sali¨® mala. El primer toro de Manzanares tiraba un puntacito molesto al final de cada pase y el otro propend¨ªa a mulo. Al primero le instrument¨® redondos de costadillo, la suerte descargada, el pico de alivio, aunque con la fina disposici¨®n que es su norma. Al otro le dio unos derechazos decorosos y cuando en el natural le desarbol¨® un derrote, concluy¨® precipitadamente la faena.
Pepe Luis Vazquez dobl¨® al tercero con un corte de torero hondo que levant¨® clamores. Hab¨ªa dibujado tres redondos exquisitos, ligados al de pecho, cuando el toro se le escap¨® a tablas. Aquel manso no quer¨ªa embestir y toda la faena consisti¨® en perseguirlo a la carrera, de aqu¨ª para all¨¢; menudo ajetreo. No quer¨ªa muleta el toro, ni nada; s¨®lo retornar a los verdes campos donde pac¨ªa mansamente, que era su m¨¢xima aspiraci¨®n en la vida. Al sexto, un torazo de largura y alzada, poderoso -¨²nico que derrib¨® al caballo- e incierto, Pepe Luis lo pas¨® por derechazos y naturales, bail¨¢ndole las zapatillas. La gente se lo tom¨® a mal. Sevilla le abronc¨® y le tir¨® almohadillas, pues la Maestranza puede tolerar circulares, parones, picos, palas, lo que haga falta, pero a un torero con vitola de artista no le perdona las inhibiciones. No se las perdona, hasta que anochece; ma?ana ser¨¢ otro d¨ªa.
Babelia
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