Nostalgia de un 'acontecimiento'
Pues bien, ya hemos besado el santo. Ya hemos visto el m¨ªtico Berliner, museo/santuario de la mayor revoluci¨®n teatral ocurrida en el siglo XX: el teatro de la era cient¨ªfica, predicado por Bertolt Brecht. Pero empecemos por el principio...El Mercat de les Flors no se llen¨®. No me extra?a. La venida del Berliner no es precisamente un acontecimiento -y hoy todo funciona a base de acontecimientos, pol¨ªticos, deportivos, culturales-; es m¨¢s bien la nostalgia de un improbable, por no decir imposible, acontecimiento: el que hubiese supuesto la llegada del Berliner cuando aqu¨ª todav¨ªa ¨¦ramos brechtianos, en a?os de franquismo, cuando el Berliner era el primer teatro de Alemania, de las dos Alemanias, y su paloma, la blanca paloma picassiana, todav¨ªa parec¨ªa -digo parec¨ªa- un ave inmaculada.
El c¨ªrculo de tiza caucasiano
De Bertolt Bretch. M¨²sica de Paul Dessau. Principales int¨¦rpretes: Ekkehard Schall, Franziska Troegner, Hans-Peter Reinecke, Renate Richter, Carmen-Maja Antoni, Felicitas Ritsch, Jaecki Schwarz, Michael Gerber, Erhard K?ster y el cantante Peter Tepper. Escenograf¨ªa: Manfred Grund. Vestuario: Annemarie Rost. Direcci¨®n musical: Karl-Heinz Nehring. Direcci¨®n: Peter Kupke. Berliner Ensemble. Mercat de les Flors, 6 de mayo.
El Mercat de les Flors no se llen¨® hasta la bandera, como ocurri¨® con Carmen, con el Mahabarata, con Pina Bausch, verdaderos acontecimientos, vendidos como tales, pero casi se llen¨®. Y se llen¨® de un p¨²blico en el que predominaba la profesi¨®n y la colonia alemana. Adem¨¢s, era un mal d¨ªa: el Real Madrid se jugaba en Colonia la Copa de la UEFA, y hoy (ayer para el lector) el Bar?a se enfrenta en Sevilla con el Steaua de Bucarest en la final de la Copa de Europa.
Confiemos en que el jueves, ¨²ltima representaci¨®n del C¨ªrculo de tiza, se agoten las localidades. Porque la compa?¨ªa del Berliner, grandes profesionales del primero al ¨²ltimo, bien se lo merece. Luego, a partir del viernes, del viernes al domingo, con la Dreigroschenoper, con La ¨®pera de perra gorda, todo ir¨¢, supongo, de perlas: la obra es conocida y la m¨²sica es muy popular. Kurt Weill se ha convertido, con Mozart, en el m¨²sico m¨¢s joven del mundo. Lo canta todo quisque: de Lou Reed a Sting, de Marianne Faithfull a Tom Waits. Adem¨¢s habr¨¢ funcionado el tam-tam, que hace que los teatros se llenen.
El juez de los pobres
Al releer, hace escasos d¨ªas, la pieza de Brecht con la ayuda de muletas (traducciones) francesas, espa?olas e italianas -para mi desgracia, no domino el alem¨¢n-, me dio la impresi¨®n de que lo que el autor se propuso con ella fue escribir una obra sobre la justicia. ?Qu¨¦ es lajusticia? ?sa es la gran pregunta que Brecht parece formularse y formularnos en ese texto. Y su respuesta nos llega de manera did¨¢ctica a trav¨¦s,de una f¨¢bula, un relato sacado de una antigua leyenda china, El c¨ªrculo de tiza; una f¨¢bula que se ofrece, que se representa a t¨ªtulo de ejemplo (que es como Vitez traduce el t¨¦rmino brechtiano lehrst¨¹ck). ?Representada por qui¨¦n? Por los miembros del koljoz Rosa Luxemburgo, para celebrar el acuerdo al que han llegado con los cabreros del valle de Noukha, en el C¨¢ucaso, miembros del koljoz Galinsk, para convertir el valle en litigio en frutales. La f¨¢bula est¨¢ dividida en dos partes: las peripecias de la criadita Grusche Vachnadze y su hijo, en realidad hijo del gobernador Georgi Abaschwili, decapitado en una revuelta palaciega, y al que su madre ha abandonado, y las peripecias y curiosos juicios del escribano Azdak convertido en juez.
La f¨¢bula terminar¨¢ por decirnos que las cosas son para aquellos que se muestran bondadosos con ellas (Grusche ha sido buena con el ni?o; en realidad, le ha hecho de madre, y los miembros del koljoz Rosa Luxemburgo no s¨®lo han defendido el valle durante la guerra, sino que han ideado una presa para convertirlo en regad¨ªo y plantar sus frutales. En otras palabras: la tierra para el que la trabaja). Pero lo curioso de esa f¨¢bula es que el Salom¨®n que va a abrirnos los ojos, durante aquella "Edad de Oro en que casi lleg¨® a florecer la equidad", es el juez Azdak, un estupendo energ¨²meno, primo hermano de Baal, el entra?able personaje del joven Brecht. Y ah¨ª es donde veo yo el gran acierto de ese texto. Poco me importa que Azdak le diga a Schauwa, el polic¨ªa, que en los nuevos tiempos que se avecinan van a desaparecer los polic¨ªas, que cada uno va a confesar de propia voluntad sus cr¨ªmenes (?las famosas autocr¨ªticas?); lo que me fascina es la fuerza de esa criatura que, antes que el juez de los pobres, se me antoja el destructor de toda ley. Un personaje ejemplar. Porque si ahora destruye la ley de los ricos (basada en el v¨ªnculo de sangre o en la propiedad. hereditaria), ?qu¨¦ destruir¨¢ ma?ana sino la ley de los pobres hechos ricos o convertidos en una democracia totalitaria con su muro y sus famosas autocr¨ªticas? Azdak es did¨¢ctico por su corrosividad, m¨¢s all¨¢ de toda moraleja. Es como si Brecht hubiese estado alimentando durante a?os en la jaula de su cerebro al roedor Baal y un buen d¨ªa lo hubiese soltado en una de sus obras comme il faut, y al final lo hubiese liquidado, porque los tiempos, los tiempos de Ulbricht y del "Jos¨¦ Stalin habl¨® del mijo a los escolares de Mitchurin", etc¨¦tera, no permit¨ªan tales desmanes. Les regalo el prologuito con koljoz, la dulce Grusche, y me quedo con el energ¨²meno Azdak, con sus divertidos juicios, donde la habilidad del polemista de Brecht, de magn¨ªfico empre?ador (y ten¨ªa motivos suficientes, con lo que tuvo que tragar), logra cotas alt¨ªsimas.
El realismo brecl¨ªtiano
El montaje me pareci¨® una preciosidad. La escenograria de Manfred Grund, pura etnograf¨ªa de estampita. ?Es eso el realismo, el realismo brechtiano? Lo dudo. Pero, claro, como el Berliner se ha convertido en un santuario, lo que ahora se llevan son las estampitas. La interpretaci¨®n, correcta, correct¨ªsima en la primera parte, carente tal vez de la fuerza habitual del conjunto, para ya en la segunda parte subir como un souffl¨¦, gracias a la aparici¨®n de ese mattatore assoluto, como le llama un colega italiano, que es Ekkehard Schall (Azdak), un actor complet¨ªsimo; un fuera de serie que por s¨ª solo justifica sobradamente las m¨¢s de tres horas de espect¨¢culo.
En definitiva, un montaje de museo, escasamente interesante si se tiene en cuenta el futuro del brechtismo -Sobel, Vincent, Jourdheuil, Lassalle, Vitez, Lavaudant, Besson, etc¨¦tera-, con una correct¨ªsima interpretaci¨®n, en la que destacan algunos nombres (los citados en la ficha), y por encima de todos, Ekkehard Schall, el yemo de Brecht, y una excelente interpretaci¨®n musical. La barrera del alem¨¢n no impide disfrutar del espect¨¢culo.
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