Un King-Kong burgu¨¦s
ENVIADO ESPECIAL, Si los superrealistas levantaran la cabeza, lo primero que har¨ªan ser¨ªa pedir la de Oshima, y si Cannes no fuera en estos momentos un festival dominado por el cine norteamericano y franc¨¦s, los cin¨¦filos har¨ªan otro tanto. Max, mon amour, el ¨²ltimo trabajo de Nagisa Oshima, cuenta los amores de una mujer de la alta sociedad -Charlotte Rampling- con un chimpanc¨¦, y lo hace en clave de comedia, en tono pastel, con una suavidad y unas maneras que hacen irreconocible al autor de El imperio de los sentidos.
El desastre no estriba en que sea una comedia, sino en que sea una mala comedia. Faltan gags, pero sobre todo falta ritmo y humor convicci¨®n pasi¨®n. El pobre chimpanc¨¦ se integra en una historia de tri¨¢ngulo sin el menor gesto de rebeli¨®n. El filme juega con eso y busca ah¨ª su capacidad de transgresi¨®n. Pero el sentido del humor de Oshima es escaso, y su talento para la comedia, nulo. El resultado es que el infeliz mono., adem¨¢s de no secuestrar a la bella en lo alto de un rascacielos, tampoco provoca el esc¨¢ndalo de: un Jean Sorel seduciendo a una esposa de diplom¨¢tico. Triste destino el de los mitos el Verse convertidos en pretexto para ideas de cortometraje.En el fondo, la imagen que nos ofrece este chimpanc¨¦: que ha perdido lo que ten¨ªa de salvaje tiene algo que ver con la del propio cineasta, rodando fuera de su pa¨ªs, en un idioma que apenas conoce y adapt¨¢ndose a un g¨¦nero y un cosmopol¨ªtismo que no le convienen. No se trata de negarle a Oshima el derecho a ser el primer japon¨¦s que firme una pel¨ªcula que no tiene nada que ver con Jap¨®n, sino de lamentar que haya renunciado a ser quien era. para embarcarse en un proyecto del que s¨®lo pod¨ªa salir bien librado un Bu?uel.
Utop¨ªa
En cambio, al indio Mrinal Sen, el car¨¢cter de coproducci¨®n internacional de G¨¦nesis no le ha perjudicado. Con capital y tecnicos franceses, belgas y suizos, pero hablando en hindi, Sen nos cuenta, a trav¨¦s de una par¨¢bola, cu¨¢l es el motor del mundo. La lucha entre el bien. y el mal, entre una virtud y un vicio que est¨¢n en el interior de cada hombre, condenan a una eterna repetici¨®n, a la necesidad de utop¨ªas liberadoras que siempre ser¨¢n corrompidas. Admirador de Bresson, Sien narra con gran exactitud, profusi¨®n de simbolos y en el tono adecuado, los problemas de un tri¨¢ngulo sentimental que quer¨ªa fundar un nuevo orden sobre la Tierra.Para Steven Spielberg, El color p¨²rpura es una oportunidad para reivindicarse como un gran narrador, como un cineasta capaz de cambiar de registro y escapar a esa dif¨ªcil facilidad con que se hab¨ªa erigido en el rey de los grandes espect¨¢culos de aventuras. El color p¨²rpura es un melodrama protagonizado ¨²nicamente, por actores de color. La apuesta era arriesgada, porque el follet¨ªn amenaza detr¨¢s de cada secuencia, pero Spielberg encuentra el equilibrio ideal casi siempre, balance¨¢ndose entre el drama y el humor, Am¨¦rica y ?frica, el burdel y la iglesia. La ficci¨®n se organiza alrededor de Celie, que se convierte en la narradora y da su punto de vista. Adem¨¢s, el empleo de la voz en off permite hallazgos de s¨ªntesis rormidables, pues aportan una estilizaci¨®n e inventiva visual que aligeran la trama e intensifican o aligeran las emociones, seg¨²n convenga.
Es una pel¨ªcula que no teme al rid¨ªculo, que se atreve a jugar a fondo todas sus cartas. Por ejemplo, Spielberg busca raccords entre un concierto provocado por las goteras y otro situado en el continente africano y tocado con un rudimentario xil¨®fono. Monta en paralelo un oficio religioso y un recital en la taberna, y logra fundirlos sirvi¨¦ndose de las f¨®rmulas de la planificaci¨®n m¨¢s cl¨¢sica.
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