Quir¨®fano
Sent¨ªa una soledad tan profunda que al final decidi¨® operarse de algo. Era un hombre de mucha pasta. Le bastaba hacer as¨ª con el dedo para que al instante una bandada de cirujanos acudiera en su ayuda. Tambi¨¦n su salud era perfecta. Por consiguiente, pod¨ªa elegir cualquier clase de enfermedad a su antojo. Despu¨¦s de reparar mentalmente todas las v¨ªsceras y menudillos del cuerpo exigi¨® que le rajaran el coraz¨®n. La otra alternativa consist¨ªa en ir a Ibiza o a Marbella. Ese tedio solar ya lo conoc¨ªa: los mismos rostros de siempre, cada a?o m¨¢s ajados; el gent¨ªo de oficinistas d¨¢ndose crema en las paletillas bajo la est¨²pida canci¨®n del verano; esas fiestas en la discoteca de moda donde los maricones para ser felices se disfrazan de gato o de conejo hasta el amanecer. Decidi¨® operarse no por esnobismo, ni siquiera por aburrimiento, sino por necesidad de creerse alguien en el mes de agosto. Eligi¨® el coraz¨®n por tratarse de la v¨ªscera m¨¢s elegante.Se encontraba muy solo. Ten¨ªa dinero para pagarse placeres comunes, di¨¢logos insustanciales infinitas sonrisas de criado o de camarero, pero buscaba una relaci¨®n de la m¨¢xima profundidad que a la vez fuera peligrosa. Nada mejor que dejarse abrir en canal y ofrecer el bulbo m¨¢s ¨ªntimo a la espada de un cirujano desconocido. As¨ª lo hizo. Al llegar el primer d¨ªa de vacaciones ingres¨® en un sanatorio de lujo. Se tumb¨® por las buenas en un quir¨®fano como en una hamaca y all¨ª un tipo vestido de verde, desde la trasera de una mascarilla, le formul¨® esta pregunta de barbero: ?qu¨¦ va a ser? Aquel veraneante, cuya salud era de hierro, contest¨® que deseaba pasar un par de semanas distra¨ªdo, y entonces se se?al¨® el coraz¨®n. El cirujano puso manos a la obra. Comenz¨® a trincharle las costillas hasta sacarle la bomba del amor a la intemperie. Todo estaba en regla. Aun as¨ª, le sustituy¨® una v¨¢lvula en buen estado por otra de cerdo, puesto que ¨¦se era el capricho pactado. Cuando sali¨® de la anestesia el hombre solitario, en sue?os descubri¨® a una linda enfermera que se pintaba los labios mir¨¢ndose en la amplia cicatriz de su estern¨®n como en un espejo.
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