Fabuloso monumento pian¨ªstico en las manos de Barenboim
Las Sonatas para piano de Beethoven constituyen un cap¨ªtulo fundamental en la historia de la m¨²sica para teclado. En pocas ocasiones puede escucharse el ciclo entero que, por vez primera entre nosotros, desarroll¨® Edouard Risler en la Sociedad Filarm¨®nica a principios de siglo. Tres espa?oles, que yo recuerde, han abordado las 32 p¨¢ginas maestras en plan c¨ªclico: Eduardo del Pueyo (que, adem¨¢s, las tiene registradas en disco), Conchita Rodr¨ªguez y Jos¨¦ Francisco Alonso.Desde hace alg¨²n tiempo, el Beethoven de Daniel Barenboim se erige en lecci¨®n permanente a trav¨¦s de la televisi¨®n. Pero siempre tendr¨¢ la m¨²sica en directo otro sabor y otra vida. Se trata en realidad de una experiencia diferente: la ejecuci¨®n viva nos conmueve y apresa nuestra atenci¨®n como no puede hacerlo el pase de un v¨ªdeo.
Conciertos lberm¨²sica
Ciclo de 32 sonatas para piano de Beethoven. Int¨¦rprete: Daniel Barenboim. Teatro Real, 6 de noviembre.
Durante este mes de noviembre y el pr¨®ximo febrero Barenboim toca en el Real las sonatas beethovenianas, no s¨®lo un monumento musical, sino un fabuloso monumento pian¨ªstico. Con Beethoven, la escritura para el gran piano rom¨¢ntico inaugura una ¨¦poca.
No ha querido Barenboim -me parece que con acierto- seguir un orden cronol¨®gico; prefiri¨® alternar en cada concierto los diversos estilos -los tan tra¨ªdos y llevados tres estilos establecidos por Lenz- del pensamiento y la realizaci¨®n beethovenianas.
As¨ª, el jueves expuso las sonatas opus 2, n¨²mero 1 (primera de la colecci¨®n); la decimoctava, opus 31, n¨²mero 3, y la problem¨¢tica vigesimonovena, opus 106, denominada Hammerklavier. Este tipo de combinaci¨®n ser¨¢ mantenido a lo largo de las ocho sesiones, que a juzgar por la calidad y el ¨¦xito de la primera promete convertirse en uno de los aut¨¦nticos acontecimientos del curso madrile?o 1986-1987.
Hay demasiada trivialidad en las programaciones, excesivo programar al azar, como para no aplaudir este ciclo ejemplar. M¨¢s a¨²n si lo dicta el connatural magisterio de Barenboim. Con ¨¦l, todo resulta m¨¢s claro; todo, hasta el ¨²ltimo comp¨¢s, meridianamente explicado y comunicado con eficacia a trav¨¦s de un universo sonoro tan precioso que con raz¨®n entusiasmaba al viejo le¨®n Arturo Rubinstein, que, a su vez, gust¨® de ser dirigido por quien en muchos sentidos era su continuador al piano.
Sucede que en cada sonata Beethoven manifiesta aspectos muy diversos de su pensamiento, ideaciones diversificadas aunque enraizadas en la fuerza de una personalidad. Adivinarla con fidelidad y exponerla con imaginaci¨®n es misi¨®n ideal en el int¨¦rprete que Daniel Barenboim cumple a las mil maravillas.
No hay otra cr¨ªtica que la del aplauso cerrado: la que ejerci¨® con fervor el p¨²blico asistente al teatro Real. Iberm¨²sica ha tenido el buen acuerdo de resucitar un texto dormido, acaso el primero escrito en espa?ol sobre todas las sonatas: el que inaugur¨® una obra de Felipe Pedrell, no continuada, bajo el t¨ªtulo de Los poemas del pianista, pieza introuvable de la musicograf¨ªa.
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