Biling¨¹ismo y autonom¨ªa
Un amigo m¨ªo -y de muchos-, destacado socialista, sentado a mi lado, recientemente, mientras -escuch¨¢bamos -y particip¨¢bamos- en una discusi¨®n sobre las relaciones entre Catalu?a y otros pueblos de Espa?a, me hablaba de que encuentros entre catalanes y no catalanes, como aqu¨¦l, parec¨ªan un revival de los que se celebraron en la d¨¦cada de los sesenta, e incluso de los, setenta. Lament¨¦ no coincidir con ¨¦l porque la reiteraci¨®n sin imaginaci¨®n que el revival supone implica ceremonia ritual, ausencia de calor, flojera intelectual y resistencia a la inventiva, y estos defectos no sobrenadaban en el debate. Si en el sistema democr¨¢tico se expresaba como reproches parte de lo que hab¨ªa constituido denuncias bajo la dictadura, hab¨ªa que encontrar, por lo menos, sus motivaciones, y empleo con sentido un concepto descriptivo, pues aunque se pensara que no existen razones para el descontento, el mero hecho de ser sentidas como ciertas por un sector de la opini¨®n obliga a considerar el porqu¨¦ de ¨¦ste. Y no vale despachar la cuesti¨®n con la firmeza que sugiere el aval de normas mayoritariamente refrendadas, porque la acci¨®n pol¨ªtica exige tener en cuenta no s¨®lo los elementos conceptuales abstractos, sino tambi¨¦n los de la sensibilidad y hasta el primario del instinto que se producen en la opini¨®n, pues de lo contrario se correr¨ªa el riesgo de recaer en el tribalismo -primando los segundos- y en la generalizaci¨®n uniformadora -aventajando lo primeros.Si la discusi¨®n entre catalanes y no catalanes en torno a problemas espec¨ªficos de cada uno, y comunes a ambos, fuera bastante gratuito -al estar en v¨ªas de resoluci¨®n-, ?c¨®mo explicarnos el inter¨¦s suscitado por el sumario de Banca Catalana y la exculpaci¨®n del presidente Pujol, acogida con satisfacci¨®n por muchos, y con alivio por otros tantos, aun cuando el discurso posterior de ¨¦ste lo envicie con un revanchismo absurdo?
Contenciosos pendientes
Lo que sucede es que existen contenciosos pendientes y a cuya inevitable superaci¨®n, a trav¨¦s de un proceso de paulatinos ajustes, se llega mejor marginando las crispaciones que estimul¨¢ndolas. Y en estos momentos aqu¨¦llos pueden aminorarse con menos incomodidad que la suscitada por ls visceralidad rampante que se anudaba al tel¨®n de fondo procesal.Uno de los primeros temas que aparecen en la normalizaci¨®n auton¨®mica es el de la lengua.
Es natural que los defensores del hecho diferencial pongan el acento en la lengua propia, y, consecuentemente, en un biling¨¹ismo real, y no s¨®lo al nivel documentario u oficaal.
Ello parece ampliamente: leg¨ªtimo respecto alcatal¨¢n, no solamente habla trarisida por la cotidianidad, sino decisivo instrumento expresivo para una rica cultura que desde hace siglos viene afirmando su sugestiva especificidad. Y tambi¨¦n para el euskera, al que la convergencia de la dificultad de articulaci¨®n sem¨¢ntica y el h¨¢bitat dif¨ªcil en el que se desenvolv¨ªa impidieron alcanzar el nivel de la otra lengua, como implementaci¨®n de una literatura compleja. Sin embargo, a pesar de que no llegan al 30% los vascos que la hablan, constituye un signo identificador para la mayor¨ªa de cuantos no la practican, y a los que puede sobrecoger la dificultad de aprenderlo, pero que contemplan con complacencia c¨®mo los j¨®venes van empe?¨¢ndose en ello. Cuando el bilba¨ªno Miguel de Unamuno, a comienzos del siglo, apuntaba que el euskera se refugiaba en las monta?as para morir m¨¢s cerca del cielo, comet¨ªa un dislate, al que sin ¨¦l saberlo ayudaban los maestros for¨¢neos, que con toda su buena fe castigaban con la chapa o las orejas de burro a los ni?os que en las aulas dejaban escaparse las palabras de dif¨ªcil fon¨¦tica que corrientemente utilizaban, como natural veh¨ªculo de comunicaci¨®n, en la intimidad familiar. S¨®lo m¨¢s tarde, tras la guerra civil, el "habla en cristiano", acompa?ado del palo o de la multa, fue torpe y crudamente utilizado por quienes cre¨ªan que la lengua era la compa?era del imperio.
Imprudencia opuesta, y, por tanto repudiable, es la de cuantos persisten en restaurar el tiempo perdido, presionando la recuperaci¨®n urgente del catal¨¢n y del euskera insinuando, cuando no forzando, la discriminaci¨®n en algo tan fundamental como el derecho al trabajo. El peso cada vez mayor del sistema institucional en el ¨¢mbito del empleo no puede legitimarla, convirtiendo en cl¨¢usula ineludible para obtenerlo su pr¨¢ctica, incluso en oficios mec¨¢nicos, como con desgraciada frecuencia viene ocurriendo.
Sin, embargo, estos atentados contra el sentido com¨²n no pueden apartamos de la exigencia de completar un biling¨¹ismo real. Incluso su desprop¨®sito se evidencia a¨²n m¨¢s, no s¨®lo con la vis expansiva del catal¨¢n -cuando se mueve en el cuadro de unas circunstancias pol¨ªticas normales; es decir, democr¨¢ticas-, sino incluso con el vigor del euskera. Es cierto que en relaci¨®n a siglos anteriores -y contrast¨¢ndolo con el mapa ling¨¹¨ªstico trazado por el pr¨ªncipe Bonaparte mediado el pasado- ha ido decreciendo, mas no en menor medida manifiesta su vigencia y sus virtualidades cuando se conocen las ra¨ªces neol¨ªticas y la supervivencia cotidiana de una lengua preindoeuropea transmitida oralmente, al faltarle por causa de mera antig¨¹edad un elemental alfabeto y haber resistido con ¨¦xito la penetraci¨®n, casi siempre pac¨ªfica, a veces hostil e incluso represiva -aunque en per¨ªodos m¨ªnimos-, de las dos lenguas vecinas, tan cargadas de cultura como proclives a la universalidad.
Creatividad intelectual
El biling¨¹ismo real, el uso corriente del catal¨¢n y del castellano, del castellano y del euskera, estimular¨¢ la creatividad intelectual, la riqueza mental y la fecunda convivencia. Ejemplos actuales hay de ello. Uno de los pueblos de nivel cultural m¨¢s alto es Israel, y en ¨¦l se da la convivencia entre la lengua que tra¨ªan las sucesivas oleadas inmigratorias y el hebreo, al ser rescatado de los libros sagrados donde viv¨ªa para los cl¨¦rigos y convertido en habla com¨²n por las innovaciones morfol¨®gicas y sint¨¢cticas de los ling¨¹istas contempor¨¢neos.La vasta tarea de modernizar Espa?a a que estamos comprometidos va a contribuir poderosamente a la solidez biling¨¹e como efecto del resultado de uno de los combates en que mayor empe?o ponemos y de cuyo resultado depender¨¢ en gran medida el ¨¦xito o el fracaso de aqu¨¦lla. Se trata de la acci¨®n contra los desequilibrios regionales, que en el pasado coadyuvaron en cuant¨ªa importante a la desertizaci¨®n de unas regiones y al progreso de otras con su correlato de desarraigo, antipat¨ªa e integraci¨®n subordinada o rechazada.
Hoy las emigraciones interiores han desaparecido a causa de la crisis, y las mudanzas en las estructuras econ¨®micas y tecnol¨®gicas conducidas con firmeza suponen que una vez superada aqu¨¦lla la concreci¨®n contable del principio de solidaridad como inspirador de nuestra vida en com¨²n suscitar¨¢ condiciones de vida apetecibles para marginar la recurrencia a traslados masivos en busca de trabajo. Entonces el envilecimiento de un paisaje urbano en el que ramplones habit¨¢culos transformados en guetos escond¨ªan a?oranzas de lo dejado atr¨¢s hac¨ªa que la llamada del biling¨¹ismo se trocara en irrisi¨®n.
Aunque todav¨ªa el hecho persista, abrigo la certidumbre de que su desflecamiento vaya coincidiendo con la modernizaci¨®n de las comunidades socioecon¨®micas insuficientemente desarrolladas e impida la reiteraci¨®n de tan de scompensadores efectos demogr¨¢ficos y psicol¨®gicos. Por otra parte, la capacidad de supervivencia de los modos originarios de ser vasco y catal¨¢n -a veces desgarradamente, e incluso con culpable incom prensi¨®n hacia las necesarias aportaciones de mano de obra for¨¢nea a su vanguardista configuraci¨®n europea avant la date- se solapa con el atractivo que ejercen para insertar en los mismos aquellas sustanciales contribuciones. As¨ª est¨¢ en trance de constituirse la nueva Catalunya y la nueva Euskadi. Y de ah¨ª proviene tambi¨¦n la necesidad de estimular el biling¨¹ismo, marginando recelos que en ¨²ltima instancia provienen de una concepci¨®n uniformadora de lo espa?ol.
Se producen a veces agresiones por empujar urgentes obligatoriedades desde ¨¢mbitos auton¨®micos, que resultan contraproducentes por ocasionar rechazos donde debieran existir proclividades afectivas. Pero ello no obsta para que al rechazarlas repudiemos la carencia de generosidad intelectual y de visi¨®n pol¨ªtica cuando torpemente se intenta frenar la extensi¨®n a toda la poblaci¨®n del catal¨¢n y del euskera. La extensi¨®n ha de hacerse con prudencia, para que sea asumida complacientemente y sin llevar la obligatoriead de su aprendizaje m¨¢s all¨¢ del per¨ªodo docente en sus distintos grados.
Recelos
Si el debate sobre el biling¨¹ismo adquiere a veces tintes exagerados, es que tras la manifestaci¨®n ling¨¹¨ªstica se ocultan, no siempre conscientemente, recelos sobre c¨®mo desarrollar¨¢n sus periplos hist¨®ricos las comunidades concernidas y c¨®mo conservar¨¢ el Estado sus competencias. En ¨²ltima instancia, lo que est¨¢ en juego es la propia configuraci¨®n de ¨¦ste, y m¨¢s all¨¢ una reflexi¨®n sobre la historia espa?ola, sus avatares actuales, el grado de armon¨ªa o disonancia entre los territorios plurales que la componen y las perspectivas de una integraci¨®n cordialmente asumida desde el inter¨¦s y el afecto, superando las antag¨®nicas incentivaci¨®nes del burocratismo centralizador y del disparate segregacionista.En estos a?os se han afrontado reformas importantes, sin las cuales era imposible caminar hacia la insoslayable modernidad, siendo las m¨¢s importantes las que han incidido en los sistemas econ¨®mico y educativo, encuadrados en la perspectiva de una sociedad civil m¨¢s vertebrada, culta y vigorosa.
Dos han sido, sin embargo, las exigencias seculares que se han venido planteando a, nosotros y a las dilatadas generaclones que nos han precedido en la ¨¢rida, aunque esperanzadora, singladura hispana. Salir del aislamiento, de la mitolog¨ªa que creamos frente a una Europa que iba desenvolviendo creciente racionalidad, y del fracaso exterior por incomprensi¨®n ante los requerimientos de una cultura cnitica que trataba de silenciarse fomentando la opresi¨®n interna y viscerales enfrentamientos.
Con nuestra incorporaci¨®n a la CEE, el pa¨ªs deja de ser un atavismo m¨¢s o menos atractivo para militantes for¨¢neos en busca de emociones fuertes e inicia su definitiva reconversi¨®n racional y democr¨¢tica.
Queda pendiente el otro gran tema: la configuraci¨®n del Estado. La normativa existe; la predisposici¨®n, seguramente, aunque tambi¨¦n frenos y frenes¨ªs contrapuestos que se alimentan de la mutua suspicacia. Pero el edificio de Espa?a es el de sus autonom¨ªas, cubierto por el principio de la solidaridad generosamente asumido. Debemos marginar la c¨®moda tentaci¨®n de sustituirlo por el gorro frigio jacobino.
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