Monse?or Suqu¨ªa, el d¨ªa despu¨¦s
Llegado el momento preciso en que suena el reloj, todas las especulaciones son arrastradas por el viento como si se tratase de arena del desierto. Nada tan temible y aleatorio en Cierta medida como un hombre con el voto la mano delante de la urna. Lo que pudiera ser incertidumbre ya es ahora ilusi¨®n o desencanto. D¨ªaz Merch¨¢n, Suqu¨ªa, Yanes, Delicado Baeza... la soluci¨®n est¨¢ ah¨ª. Los faulknerianos experimentar¨¢n sin duda la repercusi¨®n tediosa ante los escombros en el umbral de la desesperaci¨®n. Pensar as¨ª hoy no ser¨ªa cristiano.En la Iglesia, guiada por el esp¨ªritu y un grupo elegido de varones, no es de recibo hablar de golpe de mano. Nadie podr¨¢ echar en saco roto la esperanza. Como tampoco se nos debe permitir mirar con excesiva insistencia y regodeo el pasado taranconiano. Es preciso seguir. Taranc¨®n fue un estratega de los esp¨ªritus y todav¨ªa est¨¢ nuestro pa¨ªs y sus dem¨®cratas en deuda con ¨¦l... ?C¨®mo no tributarle, incluso desde el Gobierno, el homenaje que sus desvelos merecieron? Su etapa de presidente de la Conferencia Episcopal se caracteriz¨® por el pulso firme y dialogante. Las Espa?as empezaron a mirarse a los ojos.
La persuasi¨®n de Diaz Merch¨¢n, su exquisitez, ha limado aristas con un Gobierno moderadamente de izquierdas, en el cuatrienio reci¨¦n terminado. "Mejor es dialogar que enfrentarse", nos pareci¨® su lema.
Muchos esperaban expectantes del arzobispo de Oviedo que siguiera ah¨ª. Verdad es que le pesaba el cargo, pero no menos cierto (remito a las votaciones habidas) que muchos prelados se resist¨ªan a su partida. Al final, no pudo ser; sin duda, la regla del juego de la mayor¨ªa absoluta, era la gran enemiga a vencer. Y ella pudo m¨¢s.
Pero se nos despidi¨® con nitidez, casi a las bravas: ah¨ª est¨¢n los temas, machaconamente importantes de la ense?anza y el aborto, el paro y la crisis econ¨®mica, las c¨¢rceles espa?olas y los emigrantes olvidados. La situaci¨®n social espa?ola no es un nido de gaviotas... ?No habr¨¢ bastante de acierto en aquello de afirmar corremos el peligro de convertirnos en masa manipulable sin capacidad de autocr¨ªtica? ?No tiene encima nuestra juvenil democracia el riesgo de ser caricatura trazada a plum¨ªn?
Algunos agoreros, con escasa resignaci¨®n, seguir¨¢n durante d¨ªas e incluso meses hablando de presiones romanas. Si la sombra vaticana ha gravitado sobre la calle A?astro (yo no lo s¨¦) ser¨ªa una pena. El creyente prefiere pensar en el Esp¨ªritu. Hemos constatado si no tensiones, s¨ª claras e importantes tendencias en el episcopado espa?ol. Que el optimismo permita seguir dejando abiertas las ventanas a la modernidad eclesial, cultural y c¨ªvica. Me uno al coro de quienes no desean dramatizar los resultados de ayer, ni se disponen a dar cabida, al amedrentamiento. La Iglesia, como instituci¨®n p¨²blica, acaso la de mayor cr¨¦dito en nuestra sociedad, debe seguir ah¨ª.
Para monse?or Suqu¨ªa, la presidencia va a suponer un alto precio a pagar, pues estar¨¢ en el ojo de la aguja de tantos analistas tirios y troyanos. La presidencia ser¨¢ un reto frente a todos los espa?oles, cat¨®licos o no, frente a tanto detractor (no siempre merecido) salido como boca de lobo en los ¨²ltimos tiempos.
Todo debe mejorar en esta nueva y ardua traves¨ªa. Desde la coherencia intraeclesial, el comecocos de la ense?anza y la nitidez en la pol¨ªtica informativa de la Iglesia. Vamos a evitar la opacidad. Que la Iglesia haga con el ejemplo lo que el Evangelio le insta a predicar. Las expectativas acerca del arzobispo Suqu¨ªa est¨¢n ah¨ª, sin reticencias ni recelos inmaduros. La historia hablar¨¢ por nosotros.
La vida es as¨ª, la vida contin¨²a, en tanto que los caminos de Dios seguir¨¢n siendo inexcrutables e impredecibles. Y sin embargo, nadie pudo evitar que el martes, a las doce en punto del mediod¨ªa, una sutil morri?a se apoderara de nuestro peque?o coraz¨®n cristiano. Pero la Iglesia de Jes¨²s est¨¢ viva.
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