La Primera Familia

Hoy se cumplen 25 a?os de la alianza matrimonial que dio lugar a nuestra Primera Familia. Nuestros Reyes celebran en la intimidad, asistidos por el j¨²bilo compartido de millones de ciudadanos, el aniversario de sus bodas en Atenas hace un cuarto de siglo. Fue aquel un conjunto de ceremonias espectaculares, rodeadas del fervor popular de los atenienses y de unos miles de espa?oles que llegaron a la capital para asistir a la efem¨¦ride. Los entonces Pr¨ªncipes de Espa?a iniciaron su andadura conyugal, y el destino les concedi¨® tres v¨¢stagos: el pr¨ªncipe Felipe y las infantas Elena y Cristina, que aseguraban la continuidad del linaje din¨¢stico.Desde 1976, 14 a?os m¨¢s tarde, don Juan Carlos y do?a Sorf¨ªa ocuparon el trono de Espa?a y empezaban su reinado efectivo. Al cabo de 10 a?os, la Monarqu¨ªa ha ido ocupando, por su peso espec¨ªfico y por la inteligente y ejemplar actividad de ambos soberanos, el escenario cimero de la vida espa?ola con rango de primac¨ªa efectiva, sin perjuicio de las estrictas limitaciones que establece nuestra carta constitucional. La Monarqu¨ªa es una instituci¨®n antigua. Sus cimientos se basan en el automatismo hereditario que proporciona -en teor¨ªa al menos- una envidiable y estable continuidad del poder supremo. Esa misma transici¨®n prevista y sin traumas evita las feroces luchas partidistas que atraviesan con frecuencia las, rep¨²blicas en los a?os finales del mandato presidencial.

El gran oidor

La Monarqu¨ªa tiene tambi¨¦n un ingrediente m¨¢gico en su contenido. Hay una transmutaci¨®n simb¨®lica de la figura del Monarca, que anta?o conllevaba supuestas facultades carism¨¢ticas, y que hoy no pasa de ser un elemento est¨¦tico y de atracci¨®n masiva. Las figuras de la Real Familia tienen algo de ejemplarizador. A ellas y a su imagen acuden instintivamente las gentes buscando un ideal de distinci¨®n o de belleza, o de cultura y, sobre todo, una instancia final de apelaci¨®n de cuantos se sienten desasistidos, oprimidos o perseguidos. El Rey es el gran oidor. El que escucha a todos sin excepci¨®n. Es el Rey de todos, incluidos los adversarios de su forma de gobierno. Esa es la suprema virtud de la Monarqu¨ªa. La de encamar un nivel de poder que por definici¨®n no puede te?irse de politizaci¨®n o de partidismo.

Buena fortuna ha sido para la Espa?a actual la de tener en reserva, intacta, esa gran instituci¨®n secular para emprender con ella, sirviendo de centro geom¨¦trico, la gigantesca tarea de la reconciliaci¨®n de los fratricidios nacionales. La Monarqu¨ªa no ha sido s¨®lo pacificadora, como lo fue la de don Alfonso XII, sino reconciliadora de dos poderosos bandos o sectores antagonizados. La empresa de la Monarqu¨ªa y de sus protagonistas ha sido de una agotadora y constante insistencia en esa direcci¨®n. No hace muchos d¨ªas se celebraba, en presencia de nuestros Reyes, en la Real Academia Espa?ola, la primera solemnidad del homenaje nacional al doctor Gregorio Mara?¨®n, en el que Pedro La¨ªn Entralgo ley¨® una magistral y sustanciosa semblanza del gran m¨¦dico humanista. Don Juan Carlos, en sus palabras de clausura de la sesi¨®n, aludi¨® a la escasez de la memoria agradecida en el ¨¢nimo de nuestro pueblo. Los actuales Monarcas s¨ª que han tenido presente en innumerables ocasiones de su d¨¦cada reinante ese recuerdo de gratitud hacia cuantos han luchado, dado, creado o vivido para servir el inter¨¦s general de la naci¨®n.

Empresa in¨¦dita

Los Reyes, que hoy cumplen sus primeros 25 a?os de vida conyugal, han dado un constante e insuperado ejemplo de esa dedicaci¨®n infatigable dentro y fuera de nuestras fronteras. El Rey viaja sin cesar, participa en actividades de m¨²ltiple diversificaci¨®n, acude a los acontecimientos militares y civiles, deportivos y culturales en una omnipresencia exhaustiva. Su vertiente exterior es una caracter¨ªstica de su reinado, que tiene mucho de empresa in¨¦dita. Cuando se piensa en la total ausencia en las tierras de la Am¨¦rica hispanohablante de nuestros reyes del pasado, y los abrumadores y fecundos itinerarios en aquel continente de nuestra real pareja reinante, uno no puede menos de calificar como un nuevo concepto de la Monarqu¨ªa lo que se halla en trance de desarrollo, que tendr¨¢ su culminaci¨®n conmemorativa en el a?o 1992.

La reina do?a Sof¨ªa ha sido el gran complemento que la Providencia ha regalado a la instituci¨®n. Su gracia luminosa ha sabido penetrar en el coraz¨®n de las gentes con su dedicaci¨®n abnegada y una disponibilidad permanente en los m¨¢s diversos y duros trances. Su exquisita sensibilidad art¨ªstica y sus profundos conocimientos arqueol¨®gicos enriquecen su figura por encima del merecido y conocido ¨¦xito social.

Nuestros, votos en este d¨ªa van en direcci¨®n del porvenir. En este aniversario pensamos en el a?o futuro de las bodas de oro, en el medio siglo de esta Monarqu¨ªa hacia el 2012, no tan lejos como parece, por la numeraci¨®n del milenio. Que llegue a ¨¦l felizmente esta venturosa Primera Familia sirviendo como ahora a la cohesi¨®n, libertad y convivencia de los pueblos que se llaman Espa?a.