El basti¨®n de la OLP
La aviaci¨®n israel¨ª ataca una y otra vez el campamento palestino de Ain el Helu¨¦
El cielo es de un azul luminoso en la regi¨®n surlibanesa de Sid¨®n, pero los 40.000 habitantes del campamento palestino de Ain el Helu¨¦ (La Fuente Dulce) lo miran como si fuera el interior de un pozo tenebroso. Por all¨ª vienen con periodicidad quincenal los aviones con la estrella de David en el fuselaje. La pasada semana, los aparatos israel¨ªes sembraron la muerte dos veces. Se cobraron una quincena de vidas e hirieron a varias decenas de personas. Seg¨²n todas las fuentes, excepto las israel¨ªes, la pr¨¢ctica totalidad eran civiles.
Es el mes de Ramad¨¢n y se huelen las flores y la primavera. Ropas modestas y alfombras ra¨ªdas se airean en las azoteas de Ain el Helu¨¦ entre antenas de televisi¨®n, emparrados y latas de leche en polvo convertidas en macetas. Las callejuelas del campamento son estrechas y retorcidas como las del Albaic¨ªn granadino; las casas, de una planta, amalgamas chaboleras de bloques y uralita. Se escuchan detonaciones de armas ligeras. Hay en el campamento mezquitas, hornos, sedes de la Cruz y la Media Luna Rojas, bases guerrilleras y, sobre todo, cables y tubos por todas partes. Como en tantas otras partes de L¨ªbano, la electricidad y el tel¨¦fono se piratean aqu¨ª de los restos de las l¨ªneas de antes de las guerras. En cuanto al agua, procede de pozos. "La de Sid¨®n", ironiza Charif, "no se puede beber: es potable".
Moral lesionada
Camionetas descapotables pintadas de rojo y verde patrullan las calles m¨¢s anchas. Los fedayin se sientan detr¨¢s de ametralladoras antia¨¦reas. Sortean carcasas de Mercedes a¨²n humeantes y se cruzan con coches de la misma marca que llevan en la trasera una pegatina con la D de Alemania. En no pocos de los veh¨ªculos civiles se ven familias que cargan inmensos hatillos. Son los que no pueden soportar m¨¢s, los que dejan el campamento. Gracias a la bien pagada tolerancia de las milicias locales de Sid¨®n, Ain el Helu¨¦ es la m¨¢s importante y libre concentraci¨®n palestina de L¨ªbano. De entre sus 40.000 habitantes, la OLP puede movilizar al menos a 3.000 hombres. Es un grupo humano de piel dura y nervios de acero, pero hasta los dirigentes de las organizaciones armadas admiten que los recientes ataques a¨¦reos israel¨ªes han lesionado la moral de las gentes. Charif conduce un jeep al que un proyectil dej¨® el parabrisas como una estrella. El fedayin naci¨® hace 28 a?os en un campamento de refugiados que no quiere precisar. Meses atr¨¢s estaba en las trincheras de Magduche, luchando contra los milicianos shi¨ªes de Amal, que pretend¨ªan rendir por el fuego y el hambre los campamentos palestinos en L¨ªbano. Ahora ese conflicto est¨¢ apaciguado y Charif se apresta a participar en un pr¨®ximo intento de incursi¨®n guerrillera contra Israel. "Yo no soy un militar. Yo soy un ingeniero civil que ha estudiado en Francia y al que le gustar¨ªa tener un trabajo, mujer e hijos", explica con timidez. Hace crujir sus nudillos y contin¨²a: "La primera vez que us¨¦ un arma no pod¨ªa tirar, estaba bloqueado, y de repente las balas empezaron a salir solas". Desde entonces Charif no ha parado de darle al gatillo. Los habitantes de Ain el He lu¨¦ tienen salvoconductos de la Cruz Roja o las Naciones Unidas como ¨²nicos documentos de identidad, y ganan su sustento trabajando como jornaleros agr¨ªcolas o alba?iles para los libaneses de la comarca. Pasan mucho tiempo mirando el para ellos amenazador cielo levantino y escuchando las noticias en ¨¢rabe de Radio Montecarlo. Pocos se perdieron el seguimiento del reciente Consejo Nacional Palestino. En Argel, los dirigentes de las principales facciones armadas sellaron la reunificaci¨®n de la OLP que hab¨ªan alcanzado frente a Amal sus combatientes en L¨ªbano.Entre el vecindario de Ain el Helu¨¦ hay pelirrojos como un irland¨¦s y morenos como un abisinio. Hay los que, como Charif, nunca han visto Jerusal¨¦n y los que viven aqu¨ª desde la fundaci¨®n del campamento, en 1948. Abu Ahmed es de los ¨²ltimos. El hombre l¨ªa un cigarrillo en su casa, delante de un botijo de cristal y una calculadora. Tiene un ojo perdido, anda con muletas, sonr¨ªe un mont¨®n y afirma: "Nunca he querido construir una buena casa, porque ¨¦ste no es mi pa¨ªs, no pretendo quedarme". La invasi¨®n israel¨ª de 1982 es tan vieja para L¨ªbano como la guerra de Vietnam para Estados Unidos. Ahora los fedayin est¨¢n de nuevo en el sur del pa¨ªs. Tienen, dice Yasir Arafat, misiles Sam 7 y conservan los viejos cohetes Katiuchka. Galilea, la regi¨®n septentrional de Israel, vuelve a conocer el miedo. Se ha bla en todas partes de Conferen cia Internacional de Paz para Oriente Pr¨®ximo, pero la nueva unidad palestina est¨¢ basada en la voluntad de proseguir las acciones armadas.El pasado viernes, cinco fedayin de Al Fatah, el grupo de Arafat, pretendieron infiltrarse en el territorio surliban¨¦s controlado por el Estado hebreo. Todos murieron o fueron capturados, y sus compatriotas de Ain el Helu¨¦ pagaron poco despu¨¦s el precio de la intentona. Por segunda vez en la semana, los aviones de Israel se ensa?aron contra el campamento. "Los vi volar, vi incluso c¨®mo ca¨ªan los misiles, y no pude hacer otra cosa que correr a socorrer a las v¨ªctimas", dice Charif. Una vez m¨¢s, los disparos palestinos se perdieron en el aire.
Operaci¨®n limitada
Ain el Helu¨¦ vive obsesionado por la posibilidad de una pr¨®xima acci¨®n militar israel¨ª de gran envergadura. "No creo que Israel llegue hasta Beirut como en 1982. Ni ellos quieren ni les van a dejar. Pero es muy, muy probable que realice una operaci¨®n limitada al Sur", dice Salah Salam, el principal responsable en L¨ªbano del Frente Popular para la Liberaci¨®n de Palestina, el grupo de Georges Habache.Entre el despacho de Abu Al¨ª, el jefe de Al Fatah en L¨ªbano, y el de Salah. Salam media un d¨¦dalo de callejuelas y media docena de caf¨¦s. En la oficina del ¨²ltimo hay un cartel del Che Guevara con un texto en espa?ol: "El mejor homenaje: el diario cumplimiento del deber".Se nota que los hombres del marxista Habache est¨¢n euf¨®ricos tras el congreso de Argel. La presi¨®n sovi¨¦tica y argelina forz¨® a Arafat a hacer muchas concesiones a estos radicales de la resistencia. Arafat se ha vuelto a enemistar con Jordania y Egipto, pero ha abierto las puertas a otra m¨¢s de sus espectaculares reconciliaciones, esta vez con Siria. Salali Salam afirma que una entrevista entre Arafat y Hafez el Assad es "s¨®lo cuesti¨®n de tiempo. Habache est¨¢ gestion¨¢ndola en Damasco".Hoy el cielo ha sido benigno con Ain el Helu¨¦: Israel no ha descargado su venganza. A la entrada del campamento, los guardianes han dejado las metralletas y se concentran en tomo a un gran radiocasete. Una abuela esboza una leve sonrisa en un rostro enteramente tatuado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.