Siete t¨¢cticas para una misma crisis
M¨ªnimo compromiso de los 'grandes' para vigilar sus econom¨ªas e impedir la recesi¨®n
Yasuhiro Nakasone, Margaret Thatcher, Ronald Reagan, Amintore Fanfani, Brian Mulroney, Helmut Kohl y Fran?ois Miterrand fueron la semana pasada los protagonistas de la cumbre de los siete grandes. Llegaron a Italia, dijeron, con la intenci¨®n de potenciar el crecimiento. Pero los tres m¨¢s grandes -Jap¨®n, EE UU y la RFA- se dedicaron a intercambiar cr¨ªticas. Italia y Francia abrumaron a los otros cinco con un pil¨®n de propuestas. Margaret Thatcher pas¨® 18 horas en Venecia con una intenci¨®n electoralista: demostrar su prestigio internacional. Y al canadiense Brian Mulroney lo que le interesaba era conseguir una declaraci¨®n contra el apartheid surafricano. Al final s¨®lo llegaron a un acuerdo: vigilar sus econom¨ªas para evitar una recesi¨®n.
La OCDE ha rebajado en un cuarto de punto sus previsiones de crecimiento econ¨®mico; el d¨¦ficit de EE UU ronda los 200.000 millones de d¨®lares; el super¨¢vit comercial de Jap¨®n ha desestabilizado el comercio internacional; el d¨®lar ha perdido un 30% de su valor con respecto al yen; y la Rep¨²blica Federal de Alemania no se ha convertido en la deseada locomotora europea. La recesi¨®n navegaba por los canales cuando, el 9 de junio, los siete posaban para la foto de familia.Cada grande lleg¨® a Venecia con la lecci¨®n aprendida: qui¨¦n le iba a atacar, con qu¨¦ t¨¢ctica, y c¨®mo hab¨ªa que contraatacar. La RFA y Jap¨®n iban a ser acusados del d¨¦bil crecimiento de sus econom¨ªas, de la escasa demanda interna. EE UU sab¨ªa que alguien le echar¨ªa en cara su desmesurado d¨¦ficit presupuestario. Los. otros cuatro se dispon¨ªan a presenciar el juego desde la barrera.
En la ma?ana del 8 de junio, Reagan recibi¨® en el hotel Cipriani, convertido en una fortaleza, a Kohl y a Nakasone. Como se esperaba, se adelant¨® a posibles cr¨ªticas y urgi¨® a sus dos colegas a potenciar la demanda interna de Jap¨®n y de la RFA. Nakasone y Kohl contraatacaron.
La delegaci¨®n japonesa, desde su centro de prensa en la isla de San Giorgio, intent¨® durante tres d¨ªas convencer a Occidente de las bondades del Sol Naciente. Quien entraba en los dominios nipones sal¨ªa cargado de papeles que explicaban, con todo detalle, el nuevo programa econ¨®mico japon¨¦s. "Hemos dedicado 43.000 millones de d¨®lares a fomentar la demanda interna en Jap¨®n", repet¨ªa insistentemente el portavoz de Tokio. Nakasone hab¨ªa aterrizado en Venecia con los deberes bien hechos. Ellos, dec¨ªa, hab¨ªan cumplido.
Buscando culpables
En la segunda jornada, los siete se reunieron en la biblioteca Longhena. Un refinado ambiente del siglo XVII presid¨ªa la primera sesi¨®n plenaria.Nakasone no quiso asumir el papel del malo. Cuando lleg¨® su turno, record¨® que no era el ¨²nico culpable del d¨¦bil crecimiento mundial y devolvi¨® la pelota al otro campo: "Con el peligro de una recesi¨®n a la vista, EE UU debe reducir su d¨¦ficit".
Los asesores de Reagan ten¨ªan preparada la respuesta. En los siguientes briefings (conferencias de prensa), el jefe del gabinete presidencial norteamericano, Howard Baker, record¨® que su pa¨ªs reducir¨¢ este a?o el d¨¦ficit en un 18%. EE UU tampoco quer¨ªa ser mencionado como responsable de la crisis.
En el centro de la delegaci¨®n alemana, fotocopias de un art¨ªculo de The Economist hab¨ªan sido dejadas caer graciosamente sobre la mesa. El t¨ªtulo: 'Los super¨¢vits de la RFA no son tan elevados como los de Jap¨®n'. El l¨ªder alem¨¢n dej¨® claro a sus colegas que la RFA "ya ha hecho suficientes sacrificios", y se retir¨® por el foro. O sea, se tom¨® una cerveza en el caf¨¦ Florian.
Mientras, Miterrand iba por libre, rompiendo el protocolo y Regando a las citas despu¨¦s que Reagan. Sin presiones del resto de los asistentes, el monarca del El¨ªseo bombarde¨® a sus colegas con sugerencias. La rubia portavoz gala anunciaba propuesta tras propuesta: "El presidente de la Rep¨²blica ha solicitado que los l¨ªderes inciten a los bancos a aumentar sus pr¨¦stamos al Tercer Mundo...". El presidente de la Rep¨²blica aconseja la puesta en marcha de indicadores econ¨®micos (paro, tasa de inflaci¨®n, tasa de cambios ... )".
Incluso los italianos, los anfitriones, vieron c¨®mo sus propuestas eran asumidas por los franceses. El ministro italiano del Tesoro, el elegante Giovanni Goria, hab¨ªa configurado una propuesta para que los intereses de los pr¨¦stamos a los pa¨ªses subsaharianos se redujeran y que los cr¨¦ditos estructurales a las naciones endeudadas aumentaran. LLeg¨® Francia y asumi¨® la propuesta. Al final nadie sab¨ªa qui¨¦n la hab¨ªa hecho.
La delegaci¨®n brit¨¢nica era la m¨¢s tranquila. Su l¨ªder s¨®lo estuvo 18 horas en Venecia. Lo necesario para mostrar a sus electores que ella, Margaret Thatcher, era una dirigente mundialmente respetada. Los portavoces brit¨¢nicos explicaban con fina iron¨ªa que, a sugerencia de EE UU y Francia, se iban a poner en marcha los indicadores econ¨®micos. "Pero, cumpliendo los deseos de la RFA y del Reino Unido, no ser¨¢n obligatorios", a?ad¨ªan.
En un rinc¨®n de la isla, en el menos visitado, se escondi¨® la delegaci¨®n canadiense. Mulroney disfrut¨® de Venecia. Cen¨® en el famoso Harry's Bar, y habl¨® insistentemente de Sur¨¢frica. Su objetivo en esta cumbre era que los siete condenaran el apartheid. Los otros seis no mostraron ning¨²n inter¨¦s por el tema.
El encuentro acab¨® con un comunicado conjunto le¨ªdo por Amintore Fanfani. Reagan lleg¨® tarde; Miterrand, tambi¨¦n. EE UU y Francia consiguieron el apoyo para que los indicadores se pongan en marcha e impidan una nueva recesi¨®n. La RFA pas¨® por un aro que, considera, no le obliga a mucho. Italia obtuvo un mayor apoyo para los pa¨ªses m¨¢s pobres. Jap¨®n vio c¨®mo su desequilibrio comercial no monopolizaba la cumbre. Mulroney se llev¨® el t¨ªtulo al l¨ªder m¨¢s simp¨¢tico. Margaret Thatcher, mientras, ganaba sus terceras elecciones consecutivas.
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