El congreso de intelectuales de Valencia se acalora
La referencia al estalinismo provoca enfrentamientos en uno de los debates
, ENVIADO ESPECIAL,El t¨ªtulo de la mesa era Los intelectuales y la historia, y, sobre la alineaci¨®n inicial, se projeron dos sustituciones. Al fil¨®sofo alem¨¢n Karl Otto Apel le reemplaz¨® el novelista, tambi¨¦n alem¨¢n, Hans Christoph Buch, mientras Fernando Claud¨ªn ocup¨® el puesto de Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo. En los otros puestos se sentaron el italiano Giovanni Levi, representante de, la microhistoria; el historiador brit¨¢nico Peter Burke, y el arrollador Castoriadis. Como moderador estuvo Fernando Savater. El acto se encuadraba en el encuentro que conmemora el Congreso de Escritores Antifascistas de 1937 en Valencia.
El asunto a debate no parec¨ªa de los m¨¢s apasionantes, pero a las 10.30, cuando comenzaron las presentaciones, la sala, con un aforo de 400 personas, se encontraba pr¨¢cticamente llena. A las 12.35, tras dos horas de largas y no siempre ordenadas intervenciones, se hab¨ªa vaciado un poco, pero entonces comenz¨® el espect¨¢culo.Los oradores, se hab¨ªan puesto verdaderamente pesados con las reiteradas menciones al nazismo y al estalinismo. De manera que tan pronto se inici¨® el coloquio se alz¨® un inconfundible "intelectual progresista norteamericano" (dinamita pura), y, tembl¨¢ndole las mand¨ªbulas, arremeti¨® contra el silencio que se hab¨ªa hecho respecto al imperialismo y la actual abyecci¨®n capitalista. Quedaba entendido que en la mesa se trataba el pasado, pero el "intelectual progresista norteamericano" (ipn) es una especie temible por su impaciencia y exigi¨® una raci¨®n de denuncias del imperialismo yanqui en America Latina, por ejemplo, ah¨ª y ahora.
Dinamita pura. Tres o cuatro intelectuales de primera fila, sentados en las primeras filas, se precipitaron a pedir la palabra. Jorge Sempr¨²n le ilustr¨® al ipn la diferencia de situaciones entre el hoy de Estados Unidos y el ayer estalinista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, haci¨¦ndole ver que cuando el norteamericano regresara a su pa¨ªs nadie le molestar¨ªa por verter juicios contra la pol¨ªtica exterior de su Gobierno, mientras que en 1937, cuando Mijail Koltzov volvi¨® a Mosc¨² tras el Congreso de Escritores, Stalin lo mand¨® fusilar. Dijo esto Sempr¨²n con vehemencia. Pero tanto o m¨¢s cargado parec¨ªa Vargas Llosa, que tom¨® el micr¨®fono y le solt¨® al ipn que para ¨¦l y para los latinoamericanos hablar de estalinismo no era hablar del pasado sino de un presente muy vivo en formas de dictadura que acaso no se llamaban estalinistas pero s¨ª, por, ejemplo, "fidelistas". El ipn se mostraba, sin embargo, firme, aunque demudado. Entonces la m¨¦dica-cirujana Martha Frayde, antigua comunista y hoy anticastrista, habl¨® de torturas en las c¨¢rceles de Cuba, y Castoriadis, en una de sus intervenciones espectaculares, termin¨® pregunt¨¢ndose -a toda voz- por qu¨¦ aqu¨¦llos (los intelectuales) que deb¨ªan ser luminarias de la humanidad se convert¨ªan algunas veces en los ap¨®logos de la tiran¨ªa. Acaso Castoriadis, reflexionando en silencio, acababa de sufrir un ataque de irritaci¨®n hist¨®rica. Sus palabras resultaron atronadoras.
Y fue entonces, quiz¨¢ aprovechando ese momento terrible, que un se?or valenciano, trajeado, con gafas y gran bigote, apareci¨® a la izquierda del escenario y empez¨® a mostrar una serie de cartones ilustrados con figuras y palabras que alud¨ªan a "la guerra", "el mar", "los cementerios", "las alas" o "el mal" y se puso a explicar una compl¨¦ja teor¨ªa sobre el devenir de los hombres que seg¨²n creo haber o¨ªdo est¨¢n perdiendo su condici¨®n de "humanos" para pasar a ser "hombrunos". Savater, que parec¨ªa interesado, no se decid¨ªa a cortar ese discurso y se escuch¨® un buen rato. Al salir de la sesi¨®n, Juan Cueto, uno de los organizadores del Congreso, coment¨® que la aparici¨®n del hombre de los cartones cumpl¨ªa el papel de un spot
Cierre sonoro
Con todo, ?pod¨ªa quedarse sin respuesta el estruendo con que Castoriadis hab¨ªa manifestado su irritaci¨®n? Es decir, ?no hab¨ªa nadie en la sala que le pudiera explicar a Castoriadis por qu¨¦ los intelectuales se han convertido a veces, pero especialmente durante el estalinismo, en legitimadores de las tiran¨ªas? Ignacio Sotelo, catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la universidad Libre de Berl¨ªn, tom¨® la palabra. En su parecer, la explicaci¨®n era posible atendiendo a las condiciones hist¨®ricas, y quiso precisar que el significado y valor de la palabra estalinismo ha de considerarse distinto seg¨²n las ¨¦pocas, y hoy seg¨²n el lugar y circunstancias en que se pronuncia. Denunciar el estalinismo en Am¨¦rica Latina no es lo mismo para un intelectual que hacerlo en la Rep¨²blica Federal de Alemania o en Espa?a. En Am¨¦rica Latina -segu¨ªa Sotelo-, que un intelectual de un pa¨ªs concreto denuncie esa situaci¨®n en su propia patria puede provocarle consecuencias negativas. Por el contrario, levantar la voz contra el estalinismo en Espa?a puede servir para fortalecer a quienes tienen el poder y recibir beneficios por ello.A lo largo de su intervenci¨®n en la mesa, Fernando Claud¨ªn se hab¨ªa referido a las relaciones entre los intelectuales y el poder y hab¨ªa pedido sustituir las "guerrillas rec¨ªprocas" entre unos y otro por una "colaboraci¨®n cr¨ªtica" que evitara los da?os que padeci¨® la Rep¨²blica. Para Claud¨ªn, el mundo actual es de tal complejidad que es conveniente mostrarse m¨¢s humilde en las cr¨ªticas. Pero no contest¨® a Sotelo Claud¨ªn, sino que fue Castoriadis el que, interpretando mal al profesor, desencaden¨® una furia ins¨®lita. Por su parte Sotelo, a su vez furioso y gritando en franc¨¦s, culmin¨® una sesi¨®n que acab¨® entre aplausos.
Babelia
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