Salvar lo viejo
En El tiempo recobrado, Marcel Proust, cuando llega a uno de los viejos palacios habituales de sus fiestas y amistades de juventud, lo encuentra igual por fuera (ha pasado una guerra), pero, en el interior de la casa, Proust se convierte en una especie de Kafka anticipado: se pierde en un mundo de oficinas y despachos, de empleados que van y vienen. Quiere decirse que lo que en Par¨ªs empezaba a hacerse en los a?os veinte (salvar lo viejo, o al menos su fachada), en Madrid comienza a hacerse ahora, cuando ya se han llevado por delante toda la Castellana. Cerca de 20 empresas se dedican a la rehabilitaci¨®n y venta de edificios, con ganancias de hasta el 30 por ciento. El Madrid de los Austrias, los barrios de Arg¨¹elles y Alfonso XII, son los que m¨¢s tientan a las inmobiliarias. Francisco Nieva, Jaime Ch¨¢varri y tantos amigos viven hoy en pisos del viejo Madrid que han comprado y "reciclado" ellos mismos. La gente con menos imaginaci¨®n que estos artistas, le encarga el trabajo sucio (y el trabajo bello) a una empresa especializada. Pero no es el po¨¦tico / hist¨®rico af¨¢n de salvar lo viejo, lo antiguo, lo venerable, el que va a mantener m¨¢s o menos intacto el rostro plata y verde de Madrid, sino el mero negocio. Hay como una imposibilidad de hacer obra nueva, ante la escasez del suelo, y entonces ha nacido este negocio de salvar / utilizar lo viejo. Es la ya aburrida broma de la vida: los Templarios no luchaban por una causa m¨ªstico / po¨¦tica, sino por el bot¨ªn. El rom¨¢nico nace de la guerra y el g¨®tico de la religi¨®n. El Renacimiento es la gran campa?a publicitaria de la Iglesia. El Madrid de los Austrias no lo salva la cultura, sino la especulaci¨®n. Los mayores y mejores inventos para la paz se hacen durante una guerra. La Castellana tradicional, los bulevares y tantas otras cosas de un Madrid circular en s¨ª mismo, y consciente de su c¨ªrculo, han ido borr¨¢ndose mientras pasaban, indiferentes, los Ayuntamientos. Albert Camus sab¨ªa que la belleza es lo que resta de esa cosa ilegible que es la Historia. S¨ª, la belleza se salva siempre, pero ir¨®nicamente, como ahora entre nosotros, por caminos que no son los suyos. Madrid siempre fue ir¨®nico.
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