La gorda y la flaca
La barra del local suele ser el principal escollo con que tropiezan los artistas de caf¨¦ cantante. En la barra recalan los tabern¨ªcolas propiamente dichos, gentes curtidas en el beber y en el charlar, displicentes ante lo que pueda ocurrir en el escenario. Muchos acreditados c¨®micos fracasan en los caf¨¦s cantantes estrell¨¢ndose contra la barra. Otros, en cambio, se apoyan en ella para salir airosos, como es el caso. Las Locas Chicas de la Belle ?poque, una gordita y una rubia hijas del pueblo de Madrid, consiguen arrebatar a esta grey esc¨¦ptica y sacarla de su ch¨¢chara.
Corean a las vocalistas, las piropean y hasta levantan sus copas al cielo gritando como posesos: "?Adi¨®s, carita de rosa! ?Adi¨®s, mi querida esposa, Mar¨ªa de las Mercedes!".
Las Locas Chicas de la Belle ?poque
Mara del Valle y Paquita Romero. Piano: Alberto Arias. Sala El¨ªgeme. Madrid.
Esperpento
Mara del Valle es esplendorosamente gorda, felliniana. Paquita Romero es como Zsa Zsa Gabor en versi¨®n achulapada. Ambas van de sopranos y est¨¢n en esa ¨¦poca de la vida en que nunca se sabe cu¨¢ntos a?os tiene una mujer. M¨¢s que un espect¨¢culo, lo que ellas hacen es un esperpent¨¢culo de cupl¨¦s tradicionales: La Lola, Carmen de Espa?a, Vino tinto con sif¨®n, La pulga, La chica del 17. Cierto que desafinan con todo desparpajo, que pierden el ritmo con toda naturalidad y que marcha cada una por su lado con toda insistencia. Por si esto fuera poco, el pianista pone todo de su parte para incrementar el batiburrillo. Y, sin embargo, la gorda y la flaca, con su sola figura, emborrachan de risura las paredes. Pero en bruto. Precisan urgentemente una direcci¨®n esc¨¦nica, un gui¨®n y unas cuantas horas de ensayo.
A pesar de lo cual, qu¨¦ risa, por Dios.
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