Una deuda externa tercermundista
El Gobierno de los Estados Unidos deber¨¢ afrontar serios problemas de financiaci¨®n de los d¨¦ficit
, Como sucede con la estructura urban¨ªstica de Manhattan, las cifras macroecon¨®micas en Estados Unidos producen sensaci¨®n de mareo. Todo es grande y desbordante, dif¨ªcil de comparar. El d¨¦ficit presupuestario, por ejemplo, supera los 150.000 millones de d¨®lares anuales; el d¨¦ficit exterior fue de 171.000 millones el pasado a?o; la deuda federal acumulada ya est¨¢ en los dos billones de d¨®lares, y la deuda externa cabalga por los 500.000 millones de d¨®lares, muy superior a la del conjunto de pa¨ªses de Am¨¦rica Latina.
Pero, en una econom¨ªa cuyo producto nacional bruto (PNB) anual es superior a los cuatro billones de d¨®lares, unas cifras de tal tama?o adquieren relatividad. "Deber un mill¨®n cuando lo ganas al a?o puede ser un problema. Pero deberlo cuando ingresas 10 la cosa ya no es tan grave", opina Brian Fabbri, jefe de economistas de la firma de inversi¨®n Thomson Mckinnon.
Se mire como se mire, la econom¨ªa norteamericana, pese a la tendencia expansionista que todav¨ªa presenta, seis meses despu¨¦s del crash burs¨¢til de octubre, padece desequilibrios estructurales. Unos desajustes que, seg¨²n coinciden economistas privados y reconocen algunos responsables de Washington, pueden llevarla en el plazo de uno o dos a?os a una situaci¨®n de estancamiento similar a los a?os 1980-1981, sin excluir un per¨ªodo recesivo m¨¢s prolongado y serio.
La principal amenaza que se cierne sobre la actual situaci¨®n es la perseverancia del denominado twin deficit, es decir, la combinaci¨®n de un d¨¦ficit fiscal del orden de los 150.000 millones de d¨®lares con un desequilibrio en las cuentas exteriores que s¨®lo en el frente comercial super¨® los 170.000 millones de d¨®lares en 1987. El efecto de ambos d¨¦ficit es el aut¨¦ntico tal¨®n de Aquiles de una expansi¨®n ya en su sexto a?o consecutivo.
Con un d¨®lar en pr¨¢ctica ca¨ªda libre desde hace a?o y medio, la actual situaci¨®n presenta muchos interrogantes sobre la capacidad que puede tener una econom¨ªa, aunque sea tan poderosa y flexible como la norteamericana, para financiar prolongadamente los desequilibrios estructurales que ofrece. Algunos expertos, como los del Fondo Monetario Internacional (FMI), advierten sobre la eventualidad de un estrangulamiento en este necesario flujo de financiaci¨®n.
En un reciente informe, el FMI mantiene que el d¨¦ficit exterior norteamericano, aunque limitado en t¨¦rminos relativos al PNB, es demasiado elevado para ser financiado por el resto de las econom¨ªas occidentales, habida cuenta del endeudamiento del Tercer Mundo. Si el flujo de financiaci¨®n se interrumpe hacia Estados Unidos, Washington recurrir¨ªa a elevar los tipos de inter¨¦s y hacer caer m¨¢s el d¨®lar, lo que propiciar¨ªa una recesi¨®n del tipo augurado por la denominada escuela de los catastrofistas.
Durante los ¨²ltimos seis a?os, la expansi¨®n norteamericana ha descansado en el permanente incremento de la demanda final -fundamentalmente el consumo privado-, ayudado y espoleado por la fuerte reducci¨®n de ?mpuestos que trajo, como su programa central econ¨®mico, la Administraci¨®n de Ronald Reagan cuando lleg¨® al poder en 1980. Embobados o encantados con la filosof¨ªa del supply-side economics, los norteamericanos han financiado durante varios a?os su econom¨ªa mediante el recurso al ahorro que proced¨ªa de otras econom¨ªas mucho m¨¢s saneadas o en forzadas fases de ajuste.
La afluencia de d¨®lares hacia Estados Unidos, animados por la tendencia revaluatoria que experiment¨¦ el greenback durante los primeros a?os del per¨ªodo de Reagan y unos tipos de inter¨¦s elevados, ha permitido a los norteamericanos "vivir por encima de sus posibilidades", seg¨²n frase acu?ada por John Kenneth Galbraith y citada por l¨ªderes europeos como el ex canciller alem¨¢n Helmut Schmidt.
Seis a?os despu¨¦s el resultado ha sido, bien es cierto, la creaci¨®n de m¨¢s de 15 millones de puestos de trabajo, hecho ins¨®lito para la mentalidad europea de los a?os ochenta, m¨¢s preocupada por los ajustes y la inflaci¨®n que por los resultados en el frente social. Pero tambi¨¦n se ha conseguido acumular un doble d¨¦ficit fiscal y exterior de proporciones hist¨®ricas y el amontonamiento de una deuda externa que, si no se hace algo para reducirla, puede superar el bill¨®n de d¨®lares en 1991; es decir, casi el 25% del PNB actual.
Oficialmente, Estados Unidos era el principal acreedor mundial en 1981, cuando sus activos externos superaban los 141.000 millones de d¨®lares, seg¨²n datos del Departamento de Comercio. Varios ejercicios de continuos d¨¦ficit por cuenta corriente han convertido al pa¨ªs atl¨¢ntico en el principal acreedor occidental, con una deuda que en 1986 era de 264.000 millones de d¨®lares y que en la actualidad supera ya los 500.000 millones de d¨®lares.
Es cierto, sin embargo, que Estados Unidos todav¨ªa acumula una ingente suma de inversiones en el extranjero, probablemente infravaloradas a los precios del mercado de hoy d¨ªa. Tambi¨¦n cuenta con sus reservas de oro, no actualizadas contablemente, de Fort Knox. Pero muchos economistas anticipan que, desde el punto de vista de la econom¨ªa real, lo importante de la deuda externa son sus efectos.
Hasta la fecha, la irresistible atracci¨®n que ofrece la estabilidad pol¨ªtica norteamericana ha permitido mantener un flujo de capital permanente hacia Estados Unidos. Pero muchos de estos recursos se han desviado hacia el consumo, impidiendo racionalizar el uso de estos fondos para fines estructurales. Confrontado con los d¨¦ficit y la pesa
Una deuda externa tercermundista
da carga de financiar una deuda federal del orden de dos billones de d¨®lares, los responsables de la Administraci¨®n de Ronald Reagan no tienen ahora m¨¢s que dos opciones: reducir su nivel de consumo y propiciar el ahorro interno y/o invertir la relaci¨®n de comercio exterior para pasar a una situaci¨®n en que las exportaciones superen las importaciones."Es precisamente en esta disyuntiva donde se encuentra la clave de la futura pol¨ªtica econ¨®mica norteamericana a largo plazo", comenta Lawrence Krohn, economista de la firma Shearson Lemahn Hutton. Pero, en mitad de un a?o electoral y con la econom¨ªa todav¨ªa en fase expansiva gracias a la pol¨ªtica monetaria aplicada coyunturalmente por el Sistema Federal de la Reserva para paliar los efectos del crash de octubre, pocos expertos anticipan, a corto plazo, decisiones importantes por parte de los responsables de Washington.
Problema posterior
"Reducir el consumo s¨®lo puede conseguirse mediante un incremento de los impuestos o mediante una rebaja dr¨¢stica del cr¨¦dito. Estimular el sector exportador s¨®lo es posible mediante una pol¨ªtica de cambio competitiva, o, si descartamos obsoletas y poco populares medidas proteccionistas por medio de fuertes inversiones en el sector manufacturero exterior y una recuperaci¨®n del nivel de competitividad", estima un economista de Wall Street.
Incrementar los impuestos, apenas unos meses despu¨¦s de haber entrado en vigor una ley que los reduc¨ªa, es imposible a corto plazo e impensable en un a?o electoral. Reducir el cr¨¦dito es abogar por una pol¨ªtica monetaria restrictiva, algo que, pese a la independencia probada del FED de Alan Greenspan, conllevar¨ªa efectos secundarios en el proceso de recuperaci¨®n de confianza tras el desastre burs¨¢til de octubre pasado.
A simple vista, pues, pocos instrumentos t¨¦cnicos quedan en manos de los pol¨ªticos de Washington, y menos en el corto plazo. S¨®lo cabe esperar, conf¨ªan los expertos, que la pol¨ªtica devaluatoria aplicada en el pasado por Washington sobre el d¨®lar (y cuya continuaci¨®n har¨ªa poca gracia a los mercados) comience a dar resultados y que, como las estad¨ªsticas coyunturales parecen apuntar, el sector exterior inicie su recuperaci¨®n mientras decrecen las importaciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.