Bush 'versus' Dukakis
?Qui¨¦n subir¨¢ los impuestos despu¨¦s de las elecciones de noviembre?
, A excepci¨®n de los defensores de la pol¨ªtica econ¨®mica reaganista, que siguen manteniendo que el d¨¦ficit fiscal no es problema, pr¨¢cticamente todos los economistas y pol¨ªticos en Washington est¨¢n de acuerdo en que la primera y gran decisi¨®n econ¨®mica que tendr¨¢ que afrontar el pr¨®ximo presidente ser¨¢ una inevitable subida de impuestos. La evidente impopularidad de una carga impositiva que ayudar¨ªa a reducir el galopante d¨¦ficit federal presupuestario ha hecho que ninguno de los dos candidatos mejor situados -George Bush, por los republicanos, y Michael Dukakis, por los dem¨®cratas- se haya referido en profundidad a la cuesti¨®n. A estas alturas de la campa?a, ambos parecen empe?ados en ignorar la econom¨ªa, y prefieren hablar de su futuro estilo como manager.
Seg¨²n la teor¨ªa del profesor de la universidad de Yale Ray C. Fair, la situaci¨®n econ¨®mica norteamericana est¨¢ demasiado bien para que tenga ¨¦xito una campa?a electoral que haga hincapi¨¦ en ella. Un libro que acaba de aparecer en las librer¨ªas neoyorquinas con su firma, elaborado sobre la base de las 18 ¨²ltimas consultas electorales presidenciales, llega a la conclusi¨®n de que George Bush, como candidato incumbent que debe defender los logros de la Administraci¨®n republicana, ser¨¢ el pr¨®ximo ocupante de la Casa Blanca.La teor¨ªa de Fair se basa en un c¨¢lculo matem¨¢tico en el que se da un valor num¨¦rico a cuatro factores: si el presidente/vicepresidente se presenta a la reelecci¨®n, qu¨¦ partido ocupa la oficina presidencial, el ¨ªndice de crecimiento del Producto Nacional Bruto (PNB) y la tasa de inflaci¨®n. Resultado: en 1988, y teniendo en cuenta que la conclusi¨®n de la f¨®rmula matem¨¢tica s¨®lo fall¨®, y por estrecho margen, en tres de las 18 consultas celebradas desde 1914, Michael Dukakis no tiene nada que hacer.
La an¨¦cdota puede explicar, hasta cierto punto, el escaso impacto que las cuestiones econ¨®micas est¨¢n teniendo por ahora en la campa?a electoral norteamericana y, factor racial aparte, el notable ¨¦xito que el aspirante Jesse Jackson ha cosechado entre las clases m¨¢s modestas de la sociedad norteamericana, escasamente beneficiadas por la revoluci¨®n de las supply-side economies del presidente Reagan y obviamente interesadas en un pol¨ªtico que refleje mejor sus aspiraciones.
Pero Jackson ha quedado pr¨¢cticamente descartado como candidato de su partido (aunque su influencia en la elaboraci¨®n de la denominada plataforma o programa electoral puede ser decisiva, especialmente en asuntos sociales y econ¨®micos) y Michael Dukakis ha jugado bien sus cartas ideol¨®gicas escondi¨¦ndolas tras un paraguas de buen gestor como autor del "milagro de Massachusetts", esto es, la revoluci¨®n econ¨®mica experimentada por este Estado del que es gobernador y que hace seis a?os se encontraba en situaci¨®n de franco declive como Estado norte?o e industrial y hoy es, sin duda, el m¨¢s pr¨®spero de la Uni¨®n.
"En los ¨²ltimos 10 a?os, Massachusetts se ha convertido en un s¨ªmbolo nacional para la creaci¨®n de nuevas funciones a desempe?ar por los Estados en la econom¨ªa, asegura Ronald Ferguson, de la Escuela Kennedy de Gobierno de la universidad de Harvard. La clave, a?ade, es que el Estado desempe?e un papel nuevo, lejos del intervencionismo estatal de d¨¦cadas pasadas y m¨¢s orientado hacia la promoci¨®n de empleo y la inversi¨®n por mecanismos distintos a la simple y pura financiaci¨®n.
El Boyer americano
Sobre estas bases, que en Europa se aproximar¨ªan a una socialdemocracia moderna, ha montado Dukakis su estrategia econ¨®mica en las primarias, sin incidir en exceso en la "cuesti¨®n pendiente" de la econom¨ªa norteamericana: el d¨¦ficit fiscal. Con todo, en una entrevista publicada en el ¨²ltimo n¨²mero de Business Week, el gobernador de Massachusetts no ha tenido m¨¢s remedio que identificar sus puntos de vistas al respecto, aunque oblicuamente. Interrogado sobre sus planes fiscales, Dukakis ha tratado de hacer un paralelismo entre la situaci¨®n que encontr¨® en Massachusetts y la existente ahora a nivel federal.
"Promet¨ª a mis votantes que no incrementar¨ªa los impuestos si me eleg¨ªan. Cuando lo hicieron, descubr¨ª en las primeras semanas como gobernador que el d¨¦ficit estatal era superior al que hab¨ªan declarado mis predecesores. Ahora no quiero cometer el mismo error. Cuando se est¨¢ elaborando un presupuesto uno se da cuenta que, a lo largo de los a?os, puede haber muchos ciclos. Hay muchas alternativas y la subida de impuestos es una m¨¢s (...). Lo que no se puede decir es lo contrario y es, precisamente, lo que est¨¢ diciendo Bush, incluso sabiendo que el que llegue a la Casa Blanca va a heredar un aut¨¦ntico desastre fiscal", admiti¨® Dukakis.
Dentro de este contexto, el probable candidato republicano, George Bush, representa la continuidad de la Administraci¨®n de Ronald Reagan y, bajo la bandera de "m¨¢s impuestos no, punto", est¨¢ librando una campa?a sobre la idea de que sus primeros cuatro a?os en la Casa Blanca se van a destinar a cosechar los frutos de las reganomics. Esto se traduce en la continuaci¨®n del proceso de liberalizaci¨®n y desregulaci¨®n econ¨®mica, el traspaso a los Estados de muchas de las funciones del Gobierno federal, un menor intervencionismo del Estado en los asuntos econ¨®micos, un compromiso firme con el liberalismo comercial a nivel global y un rechazo de las ideas sociales kennedianas sobre el "estado del bienestar". Como mucho, algunos analistas le atribuyen una mayor moderaci¨®n en los gastos militares.
Pero Bush, que en este punto puede ser imitado por Dukakis ha hecho una excepci¨®n aun m¨¢s importante. En raz¨®n a su procedencia tejana y por su vinculaci¨®n hist¨®rica con los intereses petroleros, Bush se ha distancia do de la pol¨ªtica de desregulaci¨®n reaganista y ha admitido que, probablemente, ser¨¢ necesario tomar un papel mucho m¨¢s activo en el frente energ¨¦tico. Esto se traducir¨¢, previsiblemente, en el fin del proceso de desregulaci¨®n de la industria gas¨ªstica y la imposici¨®n de un arancel a las importaciones de crudo.
Con este nuevo impuesto, que se traducir¨¢ previsiblemente en unos precios energ¨¦ticos al consumidor m¨¢s elevados, Bush pretende dos cosas. Por un lado, ayudar a aligerar por m¨¦todos indirectos el peso del d¨¦ficit federal, y, por otro, ayudar a esta industria, importante en los Estados centrales y sure?os que padecen en su propia carne las consecuencias del declive de los precios internacionales de crudo. Un regalo adicional es restar poder a la Organizaci¨®n de Pa¨ªses Exportadores de Petr¨®leo, que ver¨¢n restringido el acceso a este mercado.
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