Muerta la concertaci¨®n, viva la concertaci¨®n
Con la huelga general del 14 de diciembre del pasado a?o hubo un sentimiento bastante general de que constitu¨ªa, entre otras cosas, un solemne funeral por la concertaci¨®n social. Incluso l¨ªderes sindicales no tuvieron empacho en pregonar que la concertaci¨®n como m¨¦todo de resoluci¨®n del conflicto inmanente capital-trabajo hab¨ªa muerto.Lo que hab¨ªa sido algo destacable en nuestra reciente historia laboral de la transici¨®n democr¨¢tica se desechaba radicalmente por razones muy varias, entre las que destacaban, por parte sindical, el incumplimiento de buena parte de los pactos y una especie de aguda sensaci¨®n de que ¨¦stos hab¨ªan servido m¨¢s a intereses pol¨ªticos y econ¨®micos que sociales. Con ello, el sindicato pretend¨ªa volver a ser, en t¨¦rminos de A. Gorz, "el sindicato de manos limpias". El no comprometido, el libre de ataduras pol¨ªticas, el independiente de lazos inconfesables.
Fuerza pol¨ªtica
Romagnoli, que entre las expectativas suscitadas por los reg¨ªmenes democr¨¢ticos no puede encontrar lugar aquella que implique cambios traum¨¢ticos de las reglas del juego: su gestaci¨®n es, en cualquier pa¨ªs, inevitablemente lenta y llena de neur¨®ticas pesadillas.Si hay algo vivo en el entramado social es el sistema de relaciones laborales, que son un continuo fermento de nacimientos, defunciones y renacimientos, tambi¨¦n de los m¨¦todos, modos y formas de actuar, en funci¨®n de intereses, estrategias y coyunturas.
Pero, aun as¨ª, hay que preguntarse por el sistema que pueda sustituir al de la concertaci¨®n social. ?Rechazo integral del statu quo de producci¨®n? ?Reforma en profundidad de la redistribuci¨®n de la riqueza? ?Valoraci¨®n de necesidades sociales y culturales frente a las meramente cuantitativas o salariales??Guerra a muerte al Gobierno y entendimiento puntual con la patronal en la negociaci¨®n colectiva? ?Participaci¨®n mayor o distinta en el poder institucional, e incluso en las tareas pol¨ªticas de la naci¨®n?
Huelgas
Todos ellos, y m¨¢s, son interrogantes a responder sobre el objetivo que se persiga. Pero su definici¨®n clara es algo inexcusable al propio ser sindical para no perder el rumbo.Por lo que conozco y s¨¦ de nuestras andaduras laborales, no creo que de las cenizas de la concertaci¨®n s¨®lo surjan vientos de guerra, y de guerra sin cuartel, hasta que el Gobierno se doblegue.
No parece bueno para nadie, ni desde luego se le puede augurar a tal objetivo una alta cota de rentabilidad. Ser¨ªa algo as¨ª como instaurar como ¨²nico medio de acci¨®n las huelgas de protesta o huelgas expresivas.
Expresiva de un estado de insatisfacci¨®n de los trabajadores, de un clima de descontento social, de la necesidad de un cambio. Estas huelgas, que pueden, sin duda, ser necesarias y ¨²tiles, corren el riesgo, como estamos empezando a comprobar, de ser "un fin en s¨ª mismas". Acaban siendo un producto de endogamia.
Quiz¨¢ por eso haya que hacer mayor hincapi¨¦ en las huelgas que tienen un car¨¢cter instrumental, aquellas que no suponen una manifestaci¨®n de un descontento m¨¢s o menos difuso, sino un medio de presi¨®n en un entorno y momento juiciosamente elegidos para obtener determinados objetivos. En tal ¨®ptica, la huelga se constituye en un medio de negociaci¨®n, inmanente adem¨¢s a un sistema capitalista con libertades democr¨¢ticas.
Las recientes elecciones europeas, que, como todas elecciones, sugieren muy variadas conclusiones, tambi¨¦n las tienen en el mundo laboral y sindical, despu¨¦s del largo pulso Gobierno-sindicatos, tras la huelga general del 14 de diciembre del pasado a?o. Malo ser¨ªa que de tales conclusiones salieran vencedores y vencidos sin m¨¢s.
No pueden olvidar unos que el voto sindical y el pol¨ªtico no tienen mucho que ver, como ense?an desde siempre los expertos en politolog¨ªa. Y tampoco pueden olvidar otros que a veces el voto pol¨ªtico puede sindicalizarse si la cuerda se estira m¨¢s all¨¢ de lo prudente, desde posturas de arrogancia.
'Tercera v¨ªa'
En definitiva, el funeral para nuestras relaciones laborales ser¨ªa que no pusi¨¦ramos en funcionamiento, con imaginaci¨®n y sin rencores, una tercera v¨ªa entre la concertaci¨®n y la desconcertaci¨®n, que respetase el papel de los interlocutores sociales y el leg¨ªtimo uso de sus poderes para la defensa de los intereses asignados a los mismos.Estamos en los albores de un nuevo sistema de relaciones laborales, y ser¨ªa suicida pensar que ¨¦ste se basa en la no concertaci¨®n. Incluso la lucha precisa consenso. Aunque sea sobre las reglas.
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