?Por que es imprescindible una amnist¨ªa?
Para el autor, el Ministerio de Hacienda es el primer incitador al fraude fiscal, al ofrecer en exclusiva un activo, pagar¨¦s del Tesoro, cuya ¨²nica justificaci¨®n est¨¢ en la garant¨ªa de opacidad que ofrece. Por otro lado, castigar en los clientes que han suscrito seguros con prima ¨²nica el desacierto de unos t¨¦cnicos ser¨ªa una injusticia. Demagogias aparte, la ¨²nica salida que ve es la amnist¨ªa fiscal.
La posibilidad de una amnist¨ªa fiscal, o f¨®rmula que sin un coste prohibitivo permita aflorar patrimonios ocultos hasta ahora para el fisco, de manera que sus titulares pasen a tributar en adelante con rectitud, esta de actualidad.Que, aqu¨ª y ahora, la amnist¨ªa es precisa, s¨®lo puede negarse desde posicionamientos demag¨®gicos o faltos del m¨ªnimo realismo exigible en toda actuaci¨®n pol¨ªtica. Porque todos somos responsables de la situaci¨®n a que se ha llegado, que hay que resolver sin demora.
La existencia de patrimonios ocultos fiscalmente requiere instrumentos de inversi¨®n id¨®neos; en la medida en que estos instrumentos ofrezcan seguridad, garant¨ªa y liquidez, son al mismo tiempo incitaciones a la evasi¨®n. F¨¢cilmente se comprende que si no existiese en qu¨¦ colocar el dinero negro con m¨ªnimas garant¨ªas, ¨¦ste desaparecer¨ªa.
Es conocido que los principales instrumentos existentes en Espa?a en los ¨²ltimos tiempos para refugio seguro de esta clase de fondos, son los pagar¨¦s del Tesoro y -aunque en menor grado- las letras del Tesoro, ambos emitidos con gran despliegue publicitario por el propio Ministerio de Econom¨ªa. Los primeros tienen garantizado por una ley espec¨ªfica su total opacidad, de manera que se pueden suscribir en cantidades ilimitadas por cualquiera sin temor a que se descubra tal inversi¨®n; y ambos est¨¢n excluidos de retenci¨®n en la fuente.
Informaci¨®n y retenci¨®n son, por el contrario, dos cuestiones que la misma autoridad impone con absoluta rigidez a cualquier otro activo existente en el sistema.
No puede negarse, por tanto, que el Ministerio de Hacienda es el primer incitador al fraude, al ofrecer en exclusiva un activo cuya ¨²nica justificaci¨®n est¨¢ en la garant¨ªa de opacidad que ofrece. ?C¨®mo, si no, iban a colocarse f¨¢cilmente pagar¨¦s al 4% o 5% de inter¨¦s, si el normal en el mercado es de 10 puntos m¨¢s, como m¨ªnimo?
Acabar con este estado de cosas es una cuesti¨®n imprescindible desde cualquier ¨¢ngulo que se mire. La igualdad ante la ley, que tambi¨¦n obliga al Ministerio de Hacienda, exige que las normas sean iguales para todos: o en todos los activos hay informaci¨®n y retenci¨®n, o no se pueden imponer a ninguno; si se quiere suprimir el fraude, hay que empezar por suprimir los mecanismos que lo posibilitan.
Pero s¨®lo puede acabarse con esto ofreciendo una salida razonable; al tiempo que se suprimen los mecanismos citados, imponiendo informaci¨®n y retenci¨®n tambi¨¦n a pagar¨¦s y letras del Tesoro, es necesario que quienes durante tiempo vivieron al margen amparados en una situaci¨®n permitida oficialmente, puedan hoy reinsertar socialmente su patrimonio, sin tener que hacer frente a costes prohibitivos.
Puertas al campo
Una actitud cicatera en este delicado extremo har¨ªa inoperante todo lo dem¨¢s; si no se pueden poner puertas al campo, tampoco la econom¨ªa es f¨¢cil de someter por la fuerza.
No podr¨ªa haber peor final para el asunto del dinero b que acabar transform¨¢ndose en dep¨®sitos bancarios al norte del San Gotardo. Estamos en un momento crucial: si antes de entrar en vigor la exigencia de auditor¨ªas y dem¨¢s requisitos de control de inminente aprobaci¨®n, se ofrece un mecanismo de regularizaci¨®n, ser¨¢ posible una aplicaci¨®n razonable del sistema que ahora se ultima.
En otro caso, no puede esperarse ning¨²n avance sustantivo; adem¨¢s de enga?ar al fisco, se enga?ar¨¢ tambi¨¦n a los auditores, eso es todo. Algo similar sucede con el delito fiscal. No siendo planteable llenar las c¨¢rceles de ciudadanos, ni los juzgados de expedientes, el delito fiscal -cuya existencia y aplicaci¨®n real es imprescindible en una sociedad moderna- s¨®lo puede operar cuando el fraude como norma de comportamiento social haya sido eliminado. Lo dem¨¢s es pura ilusi¨®n.
Por lo que se refiere a ciertos mecanismos heterodoxos, el Ministerio de Hacienda acaba de ganar la batalla con las primas ¨²nicas, y parece ser inicia ahora el ataque a las cesiones de pr¨¦stamos y dem¨¢s mecanismos.
Presentar esta lucha como represiva del fraude fiscal es una demag¨®gica hipocres¨ªa. Lo que se ha desmontado no es una bolsa de fraude, sino una competencia de los pagar¨¦s del Tesoro. Esos fondos ya estaban ajenos al fisco antes; y hubiesen podido seguir as¨ª de no haber sido infieles a los pagar¨¦s.
Nadie pone en duda que los titulares de primas ¨²nicas fueron h¨¢bilmente seducidos, con el ofrecimiento de una opacidad igual que la que ofrec¨ªa el Tesoro y mejores rendimientos; castigar en los clientes el desacierto de unos t¨¦cnicos ser¨ªa un error y una injusticia. Dar una salida a estos miles de ciudadanos es un deber pol¨ªtico.
La anulaci¨®n por el Tribunal Constitucional de la parte esencial de la ley del Impuesto sobre la Renta confirma que en la etapa que ahora debiera terminar las culpas y responsabilidades alcanzan a todas partes.
En conclusi¨®n, demagogias f¨¢ciles aparte, es imprescindible arbitrar una salida a la situaci¨®n actual, permitiendo la afloraci¨®n de patrimonios fiscalmente ocultos, a la vez que se suprimen los contraproducentes privilegios de que gozan las letras y pagar¨¦s del Tesoro.
Y ello de manera inaplazable, porque lo es f¨¢cil que vuelvan a darse las circunstancias que hoy lo hacen posible con ¨¦xito previsible.
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