Duelo entre Abbado y Muti
Ya pr¨®xima a finalizar la presente edici¨®n del Festival de Salzburgo, dos directores italianos han acaparado toda la atenci¨®n: Claudio Abbado y Ricardo Muti. Uno, un d¨ªa director musical de la Scala y en la actualidad de la ¨®pera de Viena; el otro, su sucesor en Mil¨¢n y titular de la Orquesta de Filadelfia.Abbado dirigi¨® en el transcurso del Festival un concierto con la Filarm¨®nica de Viena, de bell¨ªsimo programa y resultado -Sinfon¨ªa pastoral y Lieder del ni?o del cuerno maravilloso-, y la ¨®pera Elektra. Muti ha dirigido otro con esa misma agrupaci¨®n, un segundo con la Filarm¨®nica de Berl¨ªn y la ¨®pera La clemencia de Tito.
Ha hecho falta que pasaran 20 a?os para que Abbado volviera a dirigir ¨®pera en Salzburgo, y 24 para que a sus escenarios regresara la breve pero densa Elektra de Strauss. La coproducci¨®n entre Viena y Salzburgo hab¨ªa sido estrenada antes en la capital austriaca con gran ¨¦xito, y no es extra?o puesto que Abbado y Kupfer, su regista, apuestan con acierto por una puesta al d¨ªa del drama de Strauss. El espect¨¢culo resulta bell¨ªsimo, partiendo de un decorado simple, una variada luminotecnia y un estudiado movimiento esc¨¦nico de los personajes. Kupfer logra hacer teatro con esta ¨®pera, y su labor con los artistas merece los m¨¢ximos calificativos. Eva Marton, tantas veces sosa en escena, se recrea en una Elektra humana, con una interpretaci¨®n que a ella misma le habr¨¢ sorprendido, y lo mismo cabe decir de Chrerril Studer, una magn¨ªfica Klitemnestra, y de Brigitte Fassbender, excelsa Kris¨®stemis. Vocalmente, brillan a la misma altura, mientras que al Orestes de Grundheber le falta una mayor resonancia. Abbado y una Filarm¨®nica de Viena que toca cuando quiere y con quien quiere echan el resto aun cuando para algunos pueda parecer excesivamente sonora y r¨¢pida de tempos su concepci¨®n. El mejor espect¨¢culo del festival.
Karajan, poco antes de morir, decidi¨® cancelar todos sus compromisos con la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, y cedi¨® a Muti la direcci¨®n de una obra que ¨¦l manten¨ªa en exclusiva en Salzburgo: El Requiem, de Verdi. La Filarm¨®nica, los estupendos coros del Wiener Singverain, solistas y Muti se lo dedicaron al maestro difunto, no admitiendo el aplauso a su final. Del elenco inicial cay¨® Carreras por decisi¨®n propia y por acuerdo con Muti desaparecieron la Tomowa, Sindow y Burchulazchde, de forma que del cuarteto inicial s¨®lo prevaleci¨® una Agnes Baltsa que volvi¨® a demostrar la categor¨ªa de su voz y su perfecta adecuaci¨®n a la partitura. El conjunto berlin¨¦s, m¨¢s potente y preciso que el vien¨¦s, los coros y el cuarteto solista se acoplaron a la perfecci¨®n al concepto que impuso Muti: un Requiem contenido, muy atento a la expresi¨®n y al color del frasco para ser fiel a su significado -"quiero ver el miedo en sus rostros", indicaba al coro en los ensayos- Logr¨® un Requiem magn¨ªfico, pero quienes presenciamos hace a?os el de Karajan con Carreras y la Caball¨¦ no pudimos menos que estar de acuerdo con el propio Muti cuando admite: "Hoy no existe otro Karajan".
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