Peter Brook lleva su 'Mahabharata' al cine
El festival abandona la crispaci¨®n y da paso a una invasi¨®n de est¨¦tica
Contrasta vivamente esta de edici¨®n de la Mostra veneciana con la del a?o pasado. Las virulentas pol¨¦micas que hace 12 meses crisparon la apacible vida del Lido han sido sustituidas estos d¨ªas por una invasi¨®n de est¨¦tica, en el buen y en el mal sentido del t¨¦rmino. La Mostra se inaugur¨® con una bella versi¨®n cinematogr¨¢fica de un monumento del teatro de este siglo: el portentoso Mahabharata que el brit¨¢nico Peter Brook mont¨® en 1985. Las nueve horas de aquella representaci¨®n en vivo se han quedado en algo menos de tres en la pantalla. El poema esc¨¦nico as¨ª comprimido adquiere sutiles y admirables resonancias de gran cine.
Horas despu¨¦s de que se presentara el filme de Peter Brook en la Mostra veneciana, otro brit¨¢nico, Peter Greenaway, ofreci¨® con El cocinero, el ladr¨®n, su mujer y el amante de ¨¦sta otro ba?o de est¨¦tica, pero en las ant¨ªpodas: fe¨ªsmo, atroc¨ªdad, mal gusto y, bajo un tremendista aparato pl¨¢stico, el vac¨ªo.Peter Brook, un londinense de origen ruso (y esta duplicidad se percibe en su persona y en su obra), de la misma manera y con la misma facilidad que en la escena y en la pantalla domina los largos tiempos y se derrama en escenas y secuencias que parecen no tener fin, como si buscasen -y en efecto buscan- la eternidad, puede alcanzar -y en efecto alcanzala mayor capacidad de s¨ªntesis cuando especula y analiza sus creaciones, teatrales o cinematogr¨¢ficas.
[La versi¨®n teatral del Mahabharata pudo ser vista en Espa?a, en Madrid y Barcelona, en 1985. La complejidad de la obra y su extensi¨®n, as¨ª como su ins¨®lito montaje, obligaron a usar escenarios ins¨®litos en ambas capitales. La expectaci¨®n despertada tuvo en la asistencia de p¨²blico una consecuencia estimulante: hubo llenos diarios].
As¨ª de sencilla y escueta,mente expuso Brook el fondo inagotable de su Mahabharata: "En cierto sentido, el estilo cinematogr¨¢fico es a¨²n m¨¢s esencial que el teatral. Ten¨ªamos la idea de filmar en escenarios reales, pero carec¨ªamos de medios para ello. Entonces trabajamos en una transposici¨®n directa del teatro a la pantalla, y por esta causa nos vimos obligados a redescubrir en un estudio las m¨²ltiples posibilidades que nos ofrec¨ªa la escena. Fue en esta indagaci¨®n en la que descubrimos esa mayor condici¨®n sint¨¦tica del estilo cinematogr¨¢fico".
"Es el Mahabharata una epopeya con h¨¦roes, dioses, animales fabulosos", a?ade Brooks, "pero es tambi¨¦n un poema intimista, pues los personajes son vulnerables y est¨¢n llenos de contradicciones totalmente humanas. Intentamos desvelar esta peculiaridad, esta doblez tan rica y f¨¦rtil del gran libro de la India para crear con el p¨²blico del cine, a trav¨¦s de la figura del narrador, que tambi¨¦n exist¨ªa en la obra teatral, el mismo tipo de complicidad que se produce con el p¨²blico de un teatro".
Captura del ojo
Nada que a?adir, salvo testificar que lo logr¨®. El Mahabharata filme estremece como lo hac¨ªa el Mahabharata teatro. No con m¨¢s intensidad, sino con otra intensidad. No con m¨¢s capacidad de captura de la sensibilidad del espectador, sino con otra capacidad de captura probablernente de otro espectador, o del mismo si sabe duplicarse y hacer suyo un solo poema dicho en lenguajes distintos.La pasi¨®n de Brook -no nueva, pues ya exist¨ªa en Moderato cantabile, en Marat-Sade y en sus dos versiones filmadas de El rey Lear- de indagar y desvelar las arterias por las que circula hacia el cine la sangre del teatro y viceversa encuentra por ahora en el Mahabharata su m¨¢xima energ¨ªa y diafanidad.
Estamos por ello ante un trabajo complej¨ªsimo e incatalogable, un raro ejemplo de encuentro entre un poema que viene de m¨¢s all¨¢ del tiempo y la sensibilidad de este tiempo concreto que vivimos.
Ante un monumento po¨¦tico de esta especie, las habitualesquerellas entre cin¨¦filos y teatreros acerca de la superioridad de su respectiva inclinaci¨®n se convierten en una discusi¨®n trivial y bizantina, una nueva vers¨ª¨®n con ropaje de moda de la vieja pelea entre sotanas escol¨¢sticas sobre el sexo de los ¨¢ngeles.
Muy lejos, al otro lado de este planeta luminoso y oscuro de la pasi¨®n cinematogr¨¢fica, est¨¢ el filme de otro brit¨¢nico: Peter Greenaway, que con su El cocinero, el ladr¨®n, su mujer y el amante de ¨¦sta no ha hecho otra cosa que estar a la altura de tan enrevesado t¨ªtulo.
Siempre fiel a s¨ª mismo -El contrato del dibujante, El vientre del arquitecto, Conspiraci¨®n de mujeres-, Greenaway est¨¢ dispuesto a ofrecer al respetable cualquier transgresi¨®n visual., al menos aparente, con tal de hacer algo distinto, lo nunca hecho, aquello que nadie se hab¨ªa atrevido nunca a hacer.
La pasi¨®n de Brook por la poes¨ªa se transforma en su compatriota en pasi¨®n por la osad¨ªa. Pero en toda osad¨ªa calculada hay siempre un poso decepcionante de conformismo, quiz¨¢ no tan involuntario como parece.
Canibalismo, todo tipo de exabruptos digestivos o antidigestivos, coprofilia o, en cristiano, amor a la mierda, podredumbre, porquer¨ªa. Tal es la materia sobre la que este enfant (con pelo blanco) terrible del cine brit¨¢nico elabora este su nuevo quiero y no puedo. Con un punto a su favor: Peter Greenaway ha mejorado mucho su direcci¨®n de actores, que era penosa en sus anteriores filmes, lo que indica que su desprecio a la cr¨ªtica (que, sobre todo la de su pa¨ªs, le ha reprochado con dureza este s¨ªntoma inequ¨ªvoco de incompetencia) es tambi¨¦n otra simulaci¨®n m¨¢s, pues se percibe claramente que le ha hecho caso y que ha tomado buena nota de ella. Por primera vez Greenaway ayuda a sus actores a actuar, y ¨¦stos, por fin, act¨²an, mejorando ostensiblemente los resultados de su direcci¨®n.
Mientras tanto, la secci¨®n oficial de esta 46? edici¨®n de la Mostra ha comenzado con un filme de la italiana Lina Werthm¨¹ller titulado Una noche de claro de luna, que aborda el asunto del SIDA con tanta originalidad argumental como torpeza en su desarrollo en im¨¢genes: un proyecto de buena pel¨ªcula que se queda en un melodramita artificioso y mal realizado del que s¨®lo se salva la excelente siempre Nastassja Kinsky y a ratos el actor holand¨¦s Rutger Hauer.
Cine de primavera
El segundo filme en concurso tiene m¨¢s inter¨¦s: Me han seducido en la rama de un ¨¢rbol y me siento bien, t¨ªtulo kilom¨¦trico para una pel¨ªcula a veces enternecedora y siempre libre pero un poco t¨ªmida. Su autor, Juraj Jarubisko, es una de las grandes promesas de laprimavera de Praga en los dominios del cine, junto con Ivan Passer y Milos Forman; pero al rev¨¦s que ¨¦stos, decidi¨® no exiliarse tras la invasi¨®n de su pa¨ªs por el Ej¨¦rcito sovi¨¦tico y su nombre entr¨® en el olvido. Hasta ahora, que vuelve a los canales internacionales de distribuci¨®n de cine y lo hace con una bueno. pel¨ªcula, que podr¨ªa haber sido mejor. El primer brote de una nueva primavera checoslovaca.
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