Un a?o le bast¨® a la RDA para hacer a?icos el Estado dictatorial
JOS?- M. MARTI FONT ENVIADO ESPECIAL, El Estado cient¨ªfico socialista de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana se preparaba a comienzos del a?o pasado para celebrar su 40? aniversario. En apariencia, las aguas segu¨ªan tranquilas, aunque ya en enero el Gobierno hab¨ªa advertido a la Iglesia que se mantuviera al margen de la pol¨ªtica, en un primer aviso de que no estaba dispuesto a que nadie estropeara la gran fiesta que consagraba la ins¨®lita existencia de un Estado alem¨¢n comunista. El 7 de mayo, no hace a¨²n un a?o, el r¨¦gimen liderado por Erich Honecker llam¨® a sus s¨²bditos a votar en unas elecciones municipales. Craso error.
Aquel d¨ªa empez¨® a labrarse su ca¨ªda. A?adir la burla a una situaci¨®n ya de por s¨ª surrealista result¨® ser excesivo para los ciudadanos de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana. La situaci¨®n econ¨®mica se deterioraba r¨¢pidamente y los alemanes orientales mostraban ya los primeros efectos del creciente agravio comparativo que supon¨ªan las reformas democratizadoras en los otros pa¨ªses socialistas.Las elecciones concluyeron con la victoria de las listas oficiales, que obtuvieron casi un 99% de los sufragios. La consabida "unanimidad estalinista". Aquel mismo d¨ªa m¨¢s de 100 personas que protestaban por la farsa fueron detenidas por la Stasi en Leipzig y otros lugares.
Cuando, el 12 de agosto, la gerontocracia en el poder celebraba la construcci¨®n del "muro antifascista" bajo la direcci¨®n de Erich Honecker, esta barrera de hormig¨®n y, en general, la que separaba a Europa en dos bloques hab¨ªa ya empezado a caerse. Hungr¨ªa hab¨ªa decidido desmantelar su tel¨®n de acero con Austria y por ese agujero empezaban ya a escapar los alemanes orientales. Primero algunos centenares, despu¨¦s miles. Otros, los que no consegu¨ªan visado para pasar sus vacaciones en Hungr¨ªa, ped¨ªan asilo en las embajadas de Bonn en Praga o Varsovia. El viejo palacio Lobkovitz, de la capital checa, m¨¢s parec¨ªa un campo de refugiados que otra cosa.
La oposici¨®n interna empezaba a dar se?ales de vida. Primero fue el s¨ªnodo de Eisenach. Bajo el paraguas de la Iglesia empezaba la contestaci¨®n abierta. En Leipzig, los lunes por la tarde comenzaban a reunirse los ciudadanos pidiendo libertad. La polic¨ªa actu¨® sin contemplaciones.
El 10 de septiembre Hungr¨ªa decide abrir definitivamente sus fronteras mientras firma un sustancioso tratado de ayuda econ¨®mica con Bonn. Los viejos aliados dejan de serlo. Al d¨ªa siguiente se funda Nuevo Foro, el movimiento de masas que llevar¨¢ el peso de la revoluci¨®n. El Gobierno le ordena que cese inmediatamente sus actividades, pero no se decide a detener a sus miembros, entre los que se encuentra la flor y nata de la intelectualidad de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana.
Se acerca la gran fiesta de cumplea?os y Honecker, que hab¨ªa desaparecido afectado por una enfermedad que luego se supo que era un c¨¢ncer de ri?¨®n, reaparece. El Estado, que hab¨ªa estado paralizado durante su ausencia, decide tomar la iniciativa. Pocos d¨ªas antes de la gran fiesta el viejo l¨ªder opta por librarse de la contestaci¨®n y acepta que los trenes que llevan a los refugiados en Praga y Varsovia atraviesen la RDA con destino a Occidente, aunque a continuaci¨®n cierra la frontera con Checoslovaquia, cegando la ¨²nica salida de sus ciudadanos.
El 6 de octubre llega el l¨ªder sovi¨¦tico Mijail Gorbachov para asistir a los festejos del d¨ªa siguiente. Junto a ¨¦l aterrizan en Berl¨ªn personajes como el rumano Ceaucescu, el b¨²lgaro Zivkov o el checo Husak. Los organizadores le han preparado cautelosamente una agenda que no contempla demasiados encuentros con el pueblo, pero Gorbachov se las ingenia para romper el protocolo. Cuando llega al curioso monumento contra el fascismo y militarismo, custodiado por soldados que desfilan al paso de la oca, decide no meterse en su limusina y dirigirse hacia los espectadores. "Quien llega tarde a la historia es castigado", dice el l¨ªder sovi¨¦tico a quienes le escuchan. Es la sentencia a muerte contra el r¨¦gimen:
Los acontecimientos se aceleran y la manifestaci¨®n prevista en Leipzig, d¨ªas despu¨¦s, es la piedra de toque. Quienes esperan un Tiananmen quedan decepcionados. Algo ha pasado y 70.000 personas piden en la calle la ca¨ªda del r¨¦gimen. El complot contra Honecker empieza tomar forma.
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