Caras largas en El Prado
"El Prado es la instituci¨®n m¨¢s bonita del pa¨ªs", dice el conservador Antonio Solano en el amplio, soIeado y vac¨ªo comedor de autoridades del que s¨®lo pueden disponer muy pocos. "Es como un Lamborghini, aunque a veces tengo la impresi¨®n de que lo utilizamos como un 600". Nadie discute que El Prado es incluso mucho m¨¢s que un Lamborgini. Pero mientras algunos creen que "ya ha pasado el tiempo de arreglar las goteras", otros piensan que est¨¢ dirigido por una forma personalista y hasta desp¨®tica por Alfonso P¨¦rez S¨¢nchez: no hay investigaci¨®n, y si la hay, no se publica. "Nadie sonr¨ªe, en El Prado", dice Mat¨ªas D¨ªaz Padr¨®n, cabeza de los conservadores cr¨ªticos.
Uno de los s¨ªntomas de cierta afasia en el museo del Prado se encuentra en su bolet¨ªn: hace meses que no se publica. Seg¨²n el director, porque no han sido presentados suficientes trabajos por parte de los conservadores. Seg¨²n Mat¨ªas D¨ªaz Padr¨®n, jefe del departamento de pintura flamenca y el opositor m¨¢s visible a la direcci¨®n, no s¨®lo ha publicado un art¨ªculo de investigaci¨®n por bolet¨ªn, sino que en estos momentos puede dar a conocer tres investigaciones: la atribuci¨®n de dos cuadros que figuraban como de la escuela de Rubens como obras de Erasmo Quillino. La identificaci¨®n de un ocho cuaddros que figuraban como an¨®nimos, en la sede de la capitan¨ªa general de la Coru?a, y que son obra de Otto Venius, el maestro de Rubens. Y la atribuci¨®n de un cobre, copia de otro de Rubens existente en El Ermitage, a Arthur Wolfaer, especialidad de D¨ªaz Padr¨®n pues de este pintor s¨®lo se conoc¨ªan dos o tres cuadros antes de que ¨¦l identificara cuarenta.El enfrentamiento entre el director del Prado, Alfonso P¨¦rez S¨¢nchez, de 55 a?os, autoridad en pintura italiana, y Mat¨ªas D¨ªaz Padr¨®n, de 53, es p¨²blica hasta el punto de que la prensa ha dado cuenta de la ¨²ltima batalla: un apercibimiento del director al conservador que, en t¨¦rminos reales, seg¨²n un experto, equivale a "un tir¨®n de orejas en p¨²blico, sin consecuencia real".
El expediente le fue abierto por unas declaraciones en El Independiente, el 3 de diciembre de 1989, en las que dec¨ªa que las directrices del museo eran "oscurantistas" y "arbitrarias" y alud¨ªa a una supuesta falta de pol¨ªtica de adquisiciones, entre otras cosas. Posteriormente (v¨¦ase EL PAIS del domingo 3 de junio) D¨ªaz Padr¨®n pon¨ªa en duda la autor¨ªa de uno de los Vel¨¢zquez exhibidos en la reciente gran exposici¨®n de El Prado, y lo atribu¨ªa a Gaspar de Crayer.
La exposici¨®n Vel¨¢zquez, que suscit¨® un inter¨¦s sin precedentes, es uno de los orgullos de la direcci¨®n del museo. Alfonso P¨¦rez S¨¢nchez escribi¨® una carta a Abc el pasado d¨ªa 19, en respuesta a unas declaraciones del juez Luis Lerga, asesor de D¨ªaz Padr¨®n, en la que revelaba diversas an¨¦cdotas de la vida profesional de D¨ªaz Padr¨®n, a las que ¨¦ste, en entrevista con EL PA?S, se neg¨® a contestar "por nacimiento y, categor¨ªa".
Ayudas y zancadillas
La discusi¨®n p¨²blica entre P¨¦rez S¨¢nchez y D¨ªaz Padr¨®n re¨²ne algunas de las caracter¨ªsticas de les hispanas peleas entre capillas de intelectuales (recuerdos de ayuda o reproches de zancadillas en el avance en el escalaf¨®n, descalificaci¨®n del trabajo, etc¨¦tera), pero sus consecuencias pueden tener un inter¨¦s p¨²blico: para la vida de un museo que cuenta con siete conservadores de plantilla no deja de tener importancia que algunos de ellos no se hablen; o que el responsable de la pintura francesa e inglesa no asista a la exposici¨®n que se organiz¨® cuando la visita de la reina Isabel de Inglaterra porque no hab¨ªa sido consultado ni para un detalle; o que pasen meses entre las reuniones del director con los conservadores: el jueves pasado puntu¨® un largo periodo sin ellas; o que el expediente abierto contra uno de ellos sea encargado a un colega del mismo museo, con el consiguiente malestar.
No siempre fue as¨ª: P¨¦rez S¨¢nchez y D¨ªaz Padr¨®n son ambos disc¨ªpulos de Diego Angulo, el profesor que inculc¨® a sus ¨¢lumnos la falta de complejos nacionales; hay quien atribuye incluso a Mat¨ªas D¨ªaz Padr¨®n una recomendaci¨®n decisiva, en el entorno de Alfonso Guerra, en el nombramiento como director de P¨¦rez S¨¢nchez, en febrero de 1983. Tambi¨¦n hay quien acusa a D¨ªaz Padr¨®n de af¨¢n de protagonismo. D¨ªaz Padr¨®n dice que, por el contrario, es reacio a hablar con la prensa, y que, "por ego¨ªsmo", no quiere ser director del Prado.
La oposici¨®n a P¨¦rez S¨¢nchez es m¨¢s amplia que la que, se manifiesta p¨²blicamente, seg¨²n ha podido comprobar este peri¨®dico, aunque ex directores, cargos de la administraci¨®n, conservadores y otros empleados del museo son m¨¢s reacios de lo habitual a ser citados. Juan Jos¨¦ Luna, conservador de pintura inglesa y tambi¨¦n de la oposici¨®n, no compareci¨® a una cita que hab¨ªa aceptado con periodistas de EL PA?S; en alguna ocasi¨®n ha dicho que el director le tiene prohibido hacer declaraciones. Al tiempo, nadie aporta agravios concretos o por lo menos comprobables. En general se refieren a una forma de ser del director personalista y hasta desp¨®tica, una suerte de direcci¨®n acaparadora y tir¨¢nica. En efecto, se puede observar que P¨¦rez S¨¢nchez, cuya capacidad intelectual y autoridad en su especialidad suele ser reconocida por todos, se encuentra detr¨¢s de las iniciativas m¨¢s peque?as; los dem¨¢s conservadores, en cambio, apenas figuran. La excepci¨®n es la subdirectora Manuela Mena, que prefiere no revelar su edad, especialista en dibujo y colaboradora estrecha del director.
Fue algo progresivo tras el acceso de P¨¦rez S¨¢nchez a la direcci¨®n: "De pronto descubr¨ªas que ya no ten¨ªas aparcamiento", dice un conservador, "o que deb¨ªas compartir tu secretaria y poco despu¨¦s carecer definitivamente de ella. Nada muy concreto, pero que a la larga marca una diferencia".
Por lo dem¨¢s, el ambiente creado entre los conservadores del Prado es peculiar. A juzgar por varios testimonios, incluso de ellos mismos, a menudo son personajes un poco exc¨¦ntricos, en cierto modo idealistas con su trabajo pero a la vez suspicaces en cuesti¨®n de protocolo profesional; para algunas opiniones, es sintom¨¢tico que todos, salvo dos, sean solteros.
Seg¨²n distintos trabajadores del museo, los modos del director son duros hasta el punto de que han llegado a a?orar los viejos modos paternalistas de los antiguos directores: Xavier de Salas, ya fallecido, Jose Manuel Pita Andrade, hoy vicepresidente del Patronato, o el music¨®logo Federico Sope?a. "Eran gente que te pod¨ªa pegar un grito pero a lo mejor invitaban un d¨ªa a caf¨¦", dice uno de ellos. "A P¨¦rez S¨¢nchez no se le ha visto nunca en la cafeter¨ªa".
S¨®lo cartas
Jos¨¦ Manuel Pita Andrade, director del museo durante la d¨¦cada de los 70, recuerda con retroactivo asombro el d¨ªa en que le comunicaron que no se pod¨ªa enviar por correo el bolet¨ªn del museo por falta de dinero para sellos; el presupuesto s¨®lo alcanzaba para cartas.
Aunque reciente, era otra ¨¦poca. "Ya ha pasado el tiempo de arreglar las goteras en los museos espa?oles, y ha llegado el momento de que pensemos en el tipo de museos que queremos y hagamos verdadera museolog¨ªa", dice Paloma Acu?a, que fue subdirectora general de museos de 1984 a 1989. Seg¨²n dice, la pol¨ªtica del Gobierno durante los ¨²ltimos diez a?os ha sido -hasta el agravio comparativo- la de primar claramente al Prado, junto con el centro Reina Sofia y, ahora, el museo Thyssen.
Ello no impide que las condiciones del Prado sean llamativas. A diferencia de lo que ocurre en otros museos del mundo, los conservadores del Prado prefieren no acompa?ar los cuadros que han de viajar a otras exposiciones pues las dietas pueden ser de miseria: no es f¨¢cil sobrevivir en Par¨ªs con 6.500 pesetas diarias. Seg¨²n la versi¨®n oficial del museo, el sueldo de un conservador est¨¢ en torno a las 200.000 pesetas. Mat¨ªas D¨ªaz Padr¨®n, jefe de departamento, dice no llegar a las 190.000. Seg¨²n Antonio Solano, presidente del comit¨¦ de empresa, un conservador no jefe gana 118.000 pesetas, aparte de complementos; y un vigilante, 70.000. Las cifras ayudan a comprender por qu¨¦ El Prado es un lugar con una conflictividad laboral que no armoniza con el lugar de recogimiento que describ¨ªa Eugenio D'Ors.
La del Prado pasa por ser una de las cuatro o cinco mejores pinacotecas del mundo, y aunque es probablemente el principal polo de atracci¨®n de la Espa?a interior -2,3 millones de visitantes en 1988-, por sus visitantes y recursos no figura, seg¨²n un experto, ni entre los diez primeros museos.
El Louvre, por ejemplo, multiplica por 8, hasta llegar a 55, el n¨²mero de conservadores del Prado. Seg¨²n informa desde Par¨ªs, la Pir¨¢mide de Pei Ieoh Ming es la primera etapa de una remodelaci¨®n del Louvre que terminar¨¢ en 1995 y lo convertir¨¢ en el m¨¢s amplio museo del mundo.
Entretanto, los autocares de visitantes de El Prado se hacinan en las callejuelas que rodean la Academia y los Jer¨®nimos. El problema del espacio se ha convertido en prioritario despu¨¦s de que el Gobierno, cuando el ministerio de Javier Solana, cancelara el plan de ceder el palacio de Villahermosa para que El Prado acondicionara all¨ª a Goya y los pintores del XVIII. El bar¨®n Thyssen gan¨® el genuino pulso que se libr¨® entonces, y El Prado se vio con el problema renovado unos a?os m¨¢s. Es posible que se termine resolviendo con la cesi¨®n del palacio de Buenavista, sobre la Cibeles, pero la administraci¨®n no parece tener la misma prisa que mostr¨® para negociar el alquiler de la colecci¨®n Thyssen.
Los que siguieron la negociaci¨®n entonces llegaron a creer en la inminente destituci¨®n de Alfonso P¨¦rez S¨¢nchez, ¨²nico que se atrevi¨® a oponerse de frente a la cesi¨®n de su palacio al bar¨®n. Lleg¨® a decir que se trataba de una colecci¨®n mediocre. Los altos cargos de Cultura no ocultaban su irritaci¨®n y los barones dejaron caer alg¨²n comentario despectivo: hoy las obras del museo Thyssen no hacen la menor alusi¨®n ni al museo del Prado, al que no le unir¨¢ m¨¢s que la vecindad, ni al estado Espa?ol.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.