Bush pide a los norteamericanos que presionen al Congreso para que apruebe su presupuesto
, El presidente George Bush, enfrentado con una rebeli¨®n en sus propias filas republicanas, pidi¨® ayer al pueblo norteamericano que presione a sus congresistas para que aprueben el acuerdo alcanzado el domingo entre la Casa Blanca y los portavoces parlamentarios para reducir el d¨¦ficit presupuestario en medio bill¨®n de d¨®lares en los pr¨®ximos cinco a?os. Bush calific¨® las medidas de "duras pero justas", y advirti¨® que, si no se aprueban, el d¨¦ficit del pr¨®ximo a?o fiscal alcanzar¨ªa la astron¨®mica cifra de 300.000 millones de d¨®lares.
El principio de acuerdo alcanzado el domingo, horas antes de que comenzase a contar el a?o fiscal 1991 el pasado lunes, no servir¨¢ para nada si no es aprobado por el pleno de las dos C¨¢maras, cuyos miembros se enfrentan a unas cruciales elecciones parlamentarias el pr¨®ximo noviembre.Contrariamente a lo que ocurre en Espa?a, el acuerdo de los portavoces parlamentarios no supone la aprobaci¨®n de la ley, ya que en este pa¨ªs la disciplina de partido es pr¨¢cticamente inexistente y los parlamentarios responden ante todo a sus electores. En este caso, la totalidad de los 453 miembros de la C¨¢mara de Representantes y un tercio, de los 100 senadores se tienen que enfrentar a-, esos electores en menos de seis semanas.
El acuerdo del domingo, que culmin¨® ocho meses de negociaciones, ha sido una especie de parto de los montes para los dos partidos, que se han dejado en la cuneta promesas electorales importantes hechas al pueblo norteamericano durante las ¨²ltimas elecciones presidenciales.
Promesa electoral
Para Bush, en sus propias palabras, ha sido como "sacarse una muela", ya que ha tenido que renegar de su m¨¢s famosa promesa electoral, "No habr¨¢ subida de impuestos", y aceptar un aumento de la presi¨®n fiscal indirecta, aunque haya podido defenderse con al excusa de que los impuestos sobre renta. del trabajo no ser¨ªan incrementados.
El presidente se dio cuenta de que la mayor oposici¨®n al acuerdo en el Congreso proven¨ªa de sus propias filas despu¨¦s de convocar el martes una reuni¨®n en la Casa Blanca con varias docenas de parlamentarios republicanos, que le hicieron patente su negativa a apoyar una subida de impuestos. La rebeli¨®n republicana estaba encabezada por el diputado Newt Gingrich, una de las estrellas ascendentes del partido y portavoz de la minor¨ªa en la C¨¢mara de Representantes. Ante la gravedad del plante republicano, Bush decidi¨® apelar directamente al pueblo norteamericano en una alocuci¨®n televisada al pa¨ªs en la noche del martes.
Bush reconoci¨® que las nuevas medidas presupuestarias no eran del agrado de todos, pero que la alternativa era "el caos econ¨®mico?. Si el Congreso no diera la luz verde final al acuerdo, los cortes obligatorios previstos en la enmienda Gramm-Rudman-Hollings a la ley de presupuestos alcanzar¨ªan en el a?o fiscal 1991, los 105.000 millones de d¨®lares, lo que acarrear¨ªa la pr¨¢ctica paralizaci¨®n de la mayor¨ªa de los programas federales y el despido total o parcial de cerca de un mill¨®n de funcionarios desde agentes del FBI a controladores a¨¦reos.
Bush no ocult¨® al pueblo norteamericano la gravedad de la situaci¨®n. "El acuerdo es duro, pero los tiempos son duros. El acuerdo es justo, como el esp¨ªritu americano. El acuerdo es bipartidista, como espero que sean los votos. El acuerdo es real, como la crisis es real", dijo el presidente en su alocuci¨®n de 10 minutos.
En su turno de r¨¦plica, el l¨ªder de la mayor¨ªa dem¨®crata en el Senado y uno de los art¨ªfices del acuerdo, senador George Mitchell, reconoci¨® que las medidas eran dif¨ªciles de digerir para ambos partidos, pero que, al mismo tiempo, eran la receta presupuestaria inevitable. A este respecto, Mitchell record¨® las palabras de Benjamin .las uno de los padres de la patria, cuando dijo hace dos siglos refiri¨¦ndose a la Constituci¨®n norteamericana: "Confieso que hay partes de esta Constituci¨®n que no me gustan, pero dudo mucho que se pueda sacar una mejor".
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