Navidades fuera de casa
Los derrumbes y las explosiones obligan a un centenar de barceloneses a vivir en hoteles
Las navidades de este a?o han tenido un color diferente para los afectados por los siniestros de la calle de Cad¨ª (Tur¨® de la Peira) y de la calle de Comte Borrell (Eixample) de Barcelona, donde hace pocas semanas un derrumbe y una explosi¨®n de gas, respectivamente, acabaron con la vida de cuatro personas y dejaron a m¨¢s de un centenar sin hogar. Para todos estos ciudadanos, alojados provisionalmente en dos hoteles de la ciudad, las navidades de este a?o han sido unas fiestas te?idas de a?oranza, tristeza y desconcierto, unas navidades en el exilio.
Alrededor de 90 personas viven desde el pasado 11 de noviembre en el hotel Atenas, en la avenida Meridiana, despu¨¦s de que el inmueble situado en el n¨²mero 33 de la calle de Cad¨ª se derrumbara parcialmente a causa de la degradaci¨®n de las vigas de cemento aluminoso de su estructura. El siniestro -que obligar¨¢ a revisar todas las viviendas del barrio, construidas con id¨¦ntico material- afect¨® a los dos edificios contiguos, los n¨²meros 31 y 35, que fueron desalojados.Otras 40 personas se alojan en el cercano hotel Arag¨®n, en la calle del mismo nombre. Son los habitantes de las fincas 109, 111 y 113 de la calle de Comte Borrell, que fueron parcial o totalmente destruidas por una explosi¨®n de gas natural registrada el pasado 5 de diciembre en una vivienda del 111.
La vida de todas estas personas ha dado un vuelco, incluso la de aquellas que tienen esperanzas de volver a sus casas y que han podido conservar sus pertenencias. Los d¨ªas en este hogar provisional son diferentes, las viejas costumbres han cambiado; el entorno, los objetos cotidianos, los peque?os detalles no son los mismos.
Ni la ayuda del Ayuntamiento de la ciudad -que sufraga la estancia-, ni las atenciones que reciben del personal de ambos hoteles -algo que reconocen y valoran-, ni la nueva solidaridad que han descubierto en ellos mismos consiguen amortiguar la sensaci¨®n de estar desplazados.
Un escape
Con la llegada de las fiestas navide?as, la gran mayor¨ªa ha visto la oportunidad de abandonar por algunas horas la peque?a habitaci¨®n y encontrar el calor del hogar en la casa de alg¨²n familiar. En el hotel Atenas hubo una excepci¨®n, la Nochevieja, que se celebr¨® en hermandad, con baile incluido.Roser Besonias, casada y con dos hijos, viv¨ªa en el n¨²mero 31 de la calle de Cad¨ª, uno de los inmuebles contiguos al derrumbado. Ahora est¨¢ con su familia en el hotel Atenas. "No han sido las mismas navidades de siempre, tenemos una gran a?oranza", se?ala resumiendo el estado de ¨¢nimo general.
"Es duro estar en esta situaci¨®n", destaca Roser, y explica: "Cuando te vas de viaje 15 d¨ªas, regresas con ganas de volver a estar en tu casa, de sentarte en tu sof¨¢... Nosotros llevamos aqu¨ª casi dos meses y no sabemos el tiempo que a¨²n nos queda". Los responsables municipales ya les han anunciado que a partir del comienzo de la reparaci¨®n de las viviendas -en caso de que no se opte por su derribo- tardar¨¢n seis meses en poder habitarlas.
Roser Besonies trabaja y es, por esta raz¨®n, de las personas que mejor soportan este particular exilio. M¨¢s duro lo tienen los jubilados. A muchos de ellos se les puede ver cada ma?ana en el vest¨ªbulo del hotel, hojeando los peri¨®dicos del d¨ªa y observando el congestionado tr¨¢fico de la Meridiana.
Algunos salen a pasear. Como Antonio Romero, pensionista, albacete?o de 56 a?os, 33 de los cuales ha vivido en Barcelona. Esta ma?ana, mientras su mujer permanec¨ªa en la habitaci¨®n, se ha acercado hasta el mar para ver las obras de la Villa Ol¨ªmpica de Poblenou. "?Toda Barcelona est¨¢ agujereada por debajo!", exclama preocupado por su solidez.
Romero viv¨ªa en el n¨²mero 33 de la calle de Cad¨ª, en el primer piso, y fue arrastrado en el derrumbe de los pisos superiores. Se rompi¨® dos costillas y sigue en observaci¨®n m¨¦dica. Como muchos otros, se sobresalta cuando oye un ruido extra?o en plena noche. Afirma tajantemente: "No quiero volver a vivir en una casa que tenga otros pisos encima".
Apenas dos familias se quedaron a comer en el hotel el d¨ªa de Navidad. As¨ª lo recuerda Pilar Quintero, que se aloja en el hotel con su marido, Jacinto Ribalta, su padre y dos de sus hijos, de 15 y 25 a?os de edad. Antes viv¨ªan en el n¨²mero 31 de la calle de Cad¨ª. "Cuando entr¨¦ en el restaurante se me cay¨® el alma a los pies", comenta, 'F¨²e un d¨ªa muy triste".
Pilar confiesa que su ¨¢nimo se enfrenta a "momentos de desmoronamiento" y que desea sobre todo volver a vivir en su casa, aun a pesar del miedo que admite tener. Pero se detiene un momento y afirma: "Cuando me desanimo", dice, "pienso en la pobre gente de la calle de Borrell que se qued¨® sin nada".
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