Expolio de la memoria
Significativos documentos de Manuel Aza?a siguen sin poder ser consultados
Oto?o de 1936: Manuel Aza?a, presidente de la Rep¨²blica Espa?ola, permite, o quiz¨¢ promueve, la designaci¨®n de su amigo y cu?ado Cipriano Rivas Cherif como c¨®nsul general de Espafia en Ginebra.Desde Julio de 1931, Aza?a, fastuoso cronista de s¨ª mismo y de lo que le rodea, viene redactando unas notas personales, quiz¨¢ s¨®lo un borrador de unas futuras memorias, en las que consigna cada noche y d¨ªa a d¨ªa sus comentarios a la jornada que acaba de vivir. Cuando Cipriano Rivas viaja hasta Ginebra -septiembre de 1936-, don Manuel le conf¨ªa el manuscrito. Un consulado espa?ol en la neutral Suiza parece el lugar ideal para guardar un documento cuya difusi¨®n, dada la franqueza en que Aza?a suele enjuiciar a personas y cosas, podr¨ªa producir, en plena guerra civil, consecuencias embarazosas.Son "nueve cuadernos comerciales, de los llamados diarios, de 400 p¨¢ginas foliadas, con divisorias y casilleros para el arqueo", seg¨²n los describir¨¢ m¨¢s tarde el periodista Joaqu¨ªn Arrar¨¢s.Cipriano Rivas, aunque doctor en Derecho por el prestigioso Colegio de los Espa?oles de Boloma, es sobre todo un notable hombre de teatro (ha dirigido, entre otros, a Margarita Xirgu), pero con escasa experiencia burocr¨¢tica y menos a¨²n diplom¨¢tica. No es de extra?ar, por tanto, que Antonio Espinosa, su vicec¨®nsul, diplom¨¢tico de carrera y conocedor de los recovecos del consulado, pueda practicar impunemente con ¨¦l un doble juego durante casi tres meses: aparentar fidelidad a la Rep¨²blica y al tiempo hacer llegar a los sublevados los m¨¢s importantes documentos que pasan por sus manos. En el pliego de descargos que presentar¨¢ ante el tribunal franquista de depuraci¨®n de funcionarios, Espinosa cuenta minuciosamente su intensa actividad como topo en el consulado.Los servicios de Espinosa culminar¨¢n con el robo, en el propio escritorio de Rivas, de lo que ¨¦l mismo pinta as¨ª: "Finalmente tuve la satisfacci¨®n de poder ofrecer al nuevo Estado espa?ol una documentaci¨®n de inter¨¦s hist¨®rico y pol¨ªtico: las memorias manuscritas de Manuel Aza?a". Espinosa conoce la existencia del manuscrito porque Rivas, en las veladas que celebra con los funcionarlos del consulado, les suele leer partes de aqu¨¦l. Felizmente, el ladr¨®n s¨®lo puede sustraer una parte del bot¨ªn: dos cuadernos que abarcan un total de 11 meses, de agosto de 1932 a febrero de 1933 y de junio a noviembre del mismo a?o.Pero en esas fechas han pasado cosas muy importantes en la peripecia pol¨ªtica de Aza?a y, por ende, en la vida p¨²blica espa?ola; entre otras, el golpe del general Sanjurjo; la tramitaci¨®n del Estatuto de Catalu?a y de la Ley de Reforma Agraria; la visita a Madrid del presidente franc¨¦s Herriot; el tercer y ¨²ltimo encuentro de Aza?a con el general Franco, y, por ¨²ltimo, la ca¨ªda del Gabinete aza?ista, dando paso, tras las elecciones de 1933, a la coalici¨®n radical-cedista que llevar¨¢ en derechura a la guerra civil.
La documentaci¨®n va a parar a la llamada Secretar¨ªa General del Jefe del Estado, en Burgos, cuyo titular es Nicol¨¢s Franco. Naturalmente, Francisco Franco, hermano de Nicol¨¢s, es el inmediato lector de los cuadernos robados. Ricardo de la Cierva, buen conocedor del personaje, ha escrito: "Franco lee con fruici¨®n las apretadas p¨¢ginas -en las que es uno de los personajes no muy maltratados- y encarga al notable periodista Joaqu¨ªn Arrar¨¢s la conversi¨®n de tales memorias en arma de guerra". Arrar¨¢s (a quien Franco ha conocido siendo aqu¨¦l corresponsal en Marruecos de El Debate) es el jefe de los servicios de propaganda de los militares rebeldes. De inmediato se aplicar¨¢ a construir lo que De la Cierva llama eufem¨ªsticamente arma de guerra. Es decir, la publicaci¨®n, fragmentada y debidamente expurgada, de los cuadernos robados, que aparecer¨¢n as¨ª, en 18 entregas, entre agosto y noviembre de 1937, en Abe de Sevilla.
El prop¨®sito es claro: enciza?ar las relaciones entre el presidente de la Rep¨²blica y ciertos prohombres republicanos que aparecen cr¨ªticamente tratados en los cuadernos. Arrar¨¢s, avezado libelista -ha tenido que hacer frente durante la Rep¨²blica a 28 procesos por difamaci¨®n-, trocea a su arbitrio el manuscrito, seleccionando y sacando de contexto, si es preciso, aquello que m¨¢s pueda herir a quienes Aza?a nombra.
A Aza?a, sin embargo, no parece afectarle demasiado lo que piensen los criticados. Todos ellos conocen su talante. Lo que s¨ª le preocupa, y mucho, es que puedan salir a la luz sus opiniones sobre Edouard Herriot, ahora presidente de la C¨¢mara de los Diputados francesa. La buena voluntad de Francia es esencial para el curso favorable de la guerra civil y a¨²n m¨¢s para el buen fin de las gestiones de paz que Aza?a viene tanteando desde que se inici¨® el conflicto. A tanto llega el desasosiego de don Manuel que intenta el intercambio de sus papeles por la libertad del obispo de Teruel, prisionero de los republicanos desde la toma de aquella ciudad.
Parece l¨®gico que se hiciesen copias fotogr¨¢ficas y/o mecanografiadas del original para las imprentas y quiz¨¢ para otros destinatarios de confianza, aparte de los tres seguros lectores del texto ¨ªntegro. Es decir, los hermanos Franco y Arrar¨¢s. Y parece l¨®gico que esas copias existan a¨²n.
"El 10 de julio de 1940, a las cinco horas de la ma?ana, las autoridades alemanas, acompafiadas de un comisario de polic¨ªa espa?ol y de un representante de los falangistas, han procedido a un registro en Villa Ed¨¦n. Se han llevado, adem¨¢s de las joyas, los objetos de plata y el dinero en met¨¢lico, todos los papeles del ex presidente de la Rep¨²blica Espa?ola. Lo han cargado todo en un cami¨®n, perteneciente a la autoridad ocupante, que se ha dirigido a Burdeos". As¨ª dice el informe confidencial que el comisario especial de Burdeos env¨ªa al prefecto de la Gironda (8-11- 1940). La autoridad ocupante del Departamento de la Gironda, donde se encuentra Villa Ed¨¦n, residencia de Aza?a, pr¨®xima a Arcachon, es el Ej¨¦rcito alem¨¢n. Los nazis han llegado all¨ª el 28 de junio, apenas dos d¨ªas despu¨¦s de que el ex presidente, siguiendo instrucciones del ministro del Interior franc¨¦s, haya. partido hacia Montauban, cerca de Toulouse. Don Manuel, gravemente enfermo, acurrucado en el fondo de la ambulancia que lo trasladaba, aprieta fuertemente contra el pecho los cuadernos de su diario y exclama: -?Esta vez s¨ª que no me los roban!".
La Gestapo y los falangistas no s¨®lo saquean los bienes de Aza?a, sino que adem¨¢s se llevan detenidos a cuantos habitan la casa, incluidas mujeres, ni?os y servicio. Tres d¨ªas despu¨¦s, Cipriano Rivas y cinco dirigentes republicanos m¨¢s, capturados aqu¨ª y all¨¢, son entregados por la Gestapo a la polic¨ªa franquista que les espera en Ir¨²n. De all¨ª, los embarcan para Madrid en el mismo cami¨®n donde van los papeles de Aza?a". Rivas describe as¨ª c¨®mo hacen el viaje: "Con casi todas las cosas de la casa y sinn¨²mero de ba¨²les y cajones, abarrotados de papeles y libros.... rodeando nuestro inc¨®modo asiento".
Cuarenta y cuatro a?os despu¨¦s, al realizarse ciertas obras de remodelaci¨®n en la Escuela Superior de Polic¨ªa, se descubren los papeles, por pura casualidad, en un armario que llevaba a?os sin abrirse. Los documentos los guardaba all¨ª un jefe policial ya fallecido, Eduardo Com¨ªn Colomer, furibundo franquista metido a historiador propagandista. Jos¨¦ Barrionuevo, ministro del Interior de la renacida democracia, convoca enseguida a los medios de comunicaci¨®n. La graba-
ci¨®n televisiva de la rueda de prensa, con un Barrionuevo euf¨®rico y emocionado ante hallazgo de tal calibre, es harto chocante: extendidos sin orden ni concierto sobre una larga mesa, casi revueltos, la c¨¢mara filma los preciosos documentos. Sin embargo, la documentaci¨®n est¨¢ incompleta, seg¨²n aclara el comisario Prol, autor material de la invenci¨®n, que ha encontrado tambi¨¦n una relaci¨®n detallada de los documentos entregados al anterior jefe del Estado, a petici¨®n de ¨¦ste, y a otras personalidades y organismos del franquismo.El ministro anuncia que se ha avisado a Marichal, uno de los mejores especialistas en Aza?a. Pero el profesor Marichal, a punto de iniciar sus clases en la Universidad de Harvard, no puede de momento desplazarse a Madrid. No volver¨¢ a ser requerido ni tampoco se atender¨¢n sus peticiones, ni las de ning¨²n otro experto, para consultar y, en su caso, utilizar lo hallado.
Quien s¨ª llega es otra persona quiz¨¢ menos ocupada: Enrique Rivas Ib¨¢?ez, hijo de Cipriano Rivas y sobrino pol¨ªtico de Manuel Aza?a. Durante algo m¨¢s de un mes, Rivas puede manejar a sus anchas los preciados documentos.
Al iniciarse la b¨²squeda de documentaci¨®n para la serie de TVE Aza?a, un so?ador sin ventura se solicita la colaboraci¨®n del se?or Rivas. ?ste, no sin ciertos comprensibles reparos, facilita fotocopias de algo de lo que se le ha pedido: 15 documentos y 26 fotograf¨ªas. El material, interesante (aunque escas¨ªsimo) desde el punto de vista informativo, tiene tan deficiente calidad t¨¦cnica que no es posible su reproducci¨®n televisiva. Rivas sugiere que para el resto de la documentaci¨®n, los estrictos "papeles de Aza?a", que a ¨¦l "apenas si le han dejado entrever", se acuda al Ministerio de Cultura, que es el que lo custodia ahora todo, salvo lo relativo a su padre que le permitieron retirar.El responsable del programa se dirige entonces a la Direcci¨®n de los Archivos Estatales, con la que ya ha mantenido anteriores contactos. Pero lo que hasta el presente han sido facilidades -archivos de Alcal¨¢, Salamanca y otros- se trueca ahora en cau telas e inexplicables dernoras Tras dos meses de largas y pacientes gestiones, la directo:-a del centro comunica telef¨®nicamen te que para permitir lo que se solicita -la filmaci¨®n de algunos documentos y la reproducci¨®n de las fotos in¨¦ditas- es prec¨ªsa autorizaci¨®n escrita de los herederos".
(Don Manuel Aza?a falleci¨® sin otorgar testamento. Sus herederos ab intestato son cinco: tres sobrinas carnales, que heredan per c¨¢pita, y varios sobrinos-nietos, que lo hacen per estirpes. Su viuda tiene derecho, seg¨²n el C¨®digo Civil, "al usufructo del tercio de mejora" y, por supuesto, a la mitad de los gananciales.)
Conseguida la autorizaci¨®n de la mayor¨ªa familiar y remitida a la Direcci¨®n de Archivos, la responsable de este organismo responde con un novedoso y un poco sorprendente escrito en el que la Administraci¨®n admite oficialmente, por vez primera haberse desprendido de los papeles: "En relaci¨®n con la carta de autorizaci¨®n irmada por do?a Enriqueta Aza?a Moles debo comunicarle que dichos documentos fueron devueltos a la viuda de don Manuel Aza?a, la excelent¨ªsima se?ora do?a Dolores de Rivas Cherif, por considerarse que se trata de documentaci¨®n privada".
Cuando el hallazgo de los papeles, el Gobierno se plante¨®, en un primer momento, declararlos patrimonio nacional. No faltaban razones. Gran parte de los documentos son oficiales, a juzgar por el inventarlo conocido, y todos ellos, de enorme valor para conocer mejor ese importante momento de la historia de Espa?a.
Por ¨²ltimo, sin publicidad y sin mediar siquiera consulta con la familia que lleva el apellido Azafia, prim¨® no s¨®lo el criterio de privacidad, sino la etrega formal a una persona merecedora de todos los respetos, pero largamente octogenaria.
As¨ª pues, el usufructuario real de este tesoro historiogr¨¢fico es Enrique Rivas Ib¨¢?ez, apoderado de la viuda de Aza?a y tan s¨®lo uno de los sobinos pol¨ªticos del ex presidente.
TVE hab¨ªa planteado, como alternativa a la filmaci¨®n directa de los originales, la utilizaci¨®n de las microf¨ªlmaciones que existen en la direcci¨®n general. La respuesta fue as¨ª: "En cuanto a facilitarle la totalidad de los microfilmes de toda la documentaci¨®n relativa a don Manuel Azafia, depositada en el Archivo Hist¨®rico Nacional, no entra dentro de nuestras posibilidades al considerarse estos documentos de car¨¢cter privado".
En resumen, por fas o por nefas, los papeles de Aza?a contin¨²an tan inasequibles, ni siquiera para los especialistas m¨¢s cualificados, como lo estuvieron durante los 50 a?os precedentes. Algunos documentos contin¨²an en manos de personas ni siquiera familiares, cuyos nombres y, apellidos figuran en los oficios de remisi¨®n, sin que nadie, que se sepa, les haya urgido a restituirlos.
ha realizado el programa de TVE Manuel Aza?a, un so?ador sin ventura.
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