Aguas subterr¨¢neas para Madrid
Es verdad que la explotaci¨®n de las aguas subterr¨¢neas en Espa?a es muy baja, seg¨²n el autor, pero tambi¨¦n es cierto que ante las perspectivas que depara la sequ¨ªa se tiende a frivolizar y a pretender descubrir soluciones milagrosas que no existen. Extraer agua del subsuelo madrile?o paliar¨ªa los efectos de la sequ¨ªa, pero quiz¨¢ tambi¨¦n afectara al r¨¦gimen de los r¨ªos Manzanares, Guadarrama y Guadalix.
Me preocupa la creciente frivolizaci¨®n de los problemas medioambientales. Lo que es una causa de preocupaci¨®n para nuestra sociedad, vemos a diario c¨®mo se instrumentaliza con fines personalistas o partidistas. Se utiliza fr¨ªvolamente como una mera cuesti¨®n de imagen en la publicidad, como arma contra personas e instituciones o como instrumento de coacci¨®n, augurando cat¨¢strofes sin cuento.La sequ¨ªa que nos afecta, la peor, como siempre se denomina a la ¨²ltima, no deja de ser una de las caracter¨ªsticas normales de nuestro clima. Proyecta sobre nosotros su sombra en forma de restricciones de agua. Pero desafortunadamente estas sombras se disipan con las primeras lluvias, y dada la facilidad del ser humano para olvidar los momentos de apuros una vez superados, el fen¨®meno vuelve a sorprendernos al cabo del tiempo. En estos casos, todos los ojos se vuelven hacia las aguas subterr¨¢neas como si fuesen el as escondido en la manga que cambiar¨¢ el discurrir de la partida.
En este contexto, quiero hacer algunas consideraciones al hilo de las numerosas noticias aparecidas en pr¨¢cticamente todos los medios de comunicaci¨®n sobre las posibilidades que ofrece el gran acu¨ªfero que se extiende bajo Madrid, formado por las arenas de la edad miocena, con una superficie de 6.000 kil¨®metros y una profundidad de hasta tres kil¨®metros. Quiz¨¢, ante estas noticias, muchos piensen que nos arriesgamos a pasar sed viviendo sobre un inmenso lago subterr¨¢neo.
Aparte de los pozos que mantiene como reserva el Canal de Isabel 11, y que ahora ha puesto en explotaci¨®n, existen otros campos de pozos que abastecen urbanizaciones, pol¨ªgonos industriales y peque?os municipios, que en la regi¨®n de Madrid satisfacen una demanda de 55 hect¨®metros c¨²bicos al a?o, seg¨²n datos de la Comunidad de Madrid. En todos los casos ha habido un descenso del nivel del agua de hasta 30 metros, y la influencia de estos bombeos se nota en un radio de dos kil¨®metros. Los caudales que se extraen son del orden de 50 litros por segundo, con pozos de 500 metros de profundidad.
Tampoco puede explotarse todo el acu¨ªfero en su espesor (tres kil¨®metros). A 1.500 metros de profundidad, el agua, de excelente calidad en la parte superior, se convierte en una salmuera, con una salinidad tres veces mayor que el agua del mar. Pero, con todo, el aspecto m¨¢s problem¨¢tico es la estimaci¨®n del volumen de agua de recarga anual que puede ser explotado. No me atrevo a aventurar cifras, pero s¨ª puedo aportar algunos datos.
Aguas antiguas
Los is¨®topos estables del ox¨ªgeno (ox¨ªgeno 18) y del hidr¨®geno (deuterio) forman parte de la mol¨¦cula del agua y, por tanto, se comportan como trazadores perfectos, proporcionando informaci¨®n sobre todos los fen¨®menos relacionados con el ciclo del agua. Los datos-de que disponemos nos indican que el agua que se infiltra en la actualidad no tiene nada que ver con la que se extrae de los pozos. Dependiendo de la profundidad de las captaciones, el contenido isot¨®pico indica que se trata de aguas precipitadas e infiltradas a mayores alturas, posiblemente procedentes de la sierra, o son de paleoaguas, aguas infiltradas hace mucho tiempo. En efecto, dataciones realizadas con carbono 14 en estas aguas han revelado edades, desde el momento en que se infiltraron, entre 2.000 y 16.000 a?os.
En cuanto al impacto ecol¨®gico producido por la explotaci¨®n de las aguas subterr¨¢neas, es obvio que una explotaci¨®n profunda no tiene por qu¨¦ tener un efecto inmediato sobre el ecosistema, pero hay hidroge¨®logos que sostienen que en la regi¨®n de Madrid las captaciones actuales han afectado al r¨¦gimen de los r¨ªos Manzanares, Guadarrama y Guadalix.
Con lo anterior no quiero decir que no puedan y deban explotarse las aguas subterr¨¢neas, sino todo lo contrario. Las estad¨ªsticas se?alan que, en general, Espa?a, a pesar de ser un pa¨ªs en gran parte semi¨¢rido, est¨¢ a la cola en cuanto a la explotaci¨®n de aguas subterr¨¢neas se refiere y a¨²n conserva en algunas zonas un potencial importante. El acu¨ªfero detr¨ªtico de Madrid al que nos referimos tambi¨¦n puede contribuir de forma significativa a saciar la sed de los madrile?os. Pero mi intenci¨®n es hacer una llamada de atenci¨®n en cuanto que no existen soluciones milagrosas ni definitivas, como tampoco lo es llenar de presas los cauces de nuestra geograf¨ªa.
Estos incidentes clim¨¢ticos sirven para poner en evidencia lo fr¨¢giles que son las bases naturales sobre las que se asienta nuestro desarrollo econ¨®mico. Que el agua no es ni un bien inagotable ni gratuito, sino que, por el contrario, es limitado y cada vez m¨¢s costoso de obtener, y que las actuales formas de utilizaci¨®n y explotaci¨®n conducen a un callej¨®n sin salida. No tienen futuro.
Hace m¨¢s de dos d¨¦cadas, el hidroge¨®logo norteamericano R. L. Nace, adelant¨¢ndose a su ¨¦poca, acu?¨® la palabra hidroesquizofrenia para se?alar la disociaci¨®n mental entre aguas superficiales y subterr¨¢neas de un fen¨®meno ¨²nico, el ciclo del agua. Como es sabido, en el hombre la esquizofrenia se caracteriza por un trastorno en el proceso de asociaci¨®n de ideas. Este concepto tiene una enorme' aplicaci¨®n en las modernas ideas medioambientales, pero no ser¨¢ operativo hasta que se asuma por un sector mayoritario de la poblaci¨®n. Conseguir esto y erradicar pautas como las que se?alamos al comienzo es un verdadero desafio.
es catedr¨¢tico de Hidrogeolog¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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