Un feliz aniversario
El bello coso neomud¨¦jar albacetense, adornado con galanura para la ocasi¨®n, celebr¨® ayer felizmente sus 75 a?os con detalles poco comunes en la fiesta actual: toros bravos y astifinos, junto a coletudos que les hicieron frente, cada uno a su manera, parece que espoleados y con ganas de pasar a la peque?a historia taurina de Alb¨¢cete. Estas bodas de diamantes de la plaza alcanzaron p¨¢tina de espect¨¢culo diamantino e ¨ªntegro en rememoranza de aquel 9 de septiembre de 1917 en el que Rodolfo Gaona despen¨® a Vengativo, de Fernando Villal¨®n, primer toro que pis¨® este albero de la ciudad manchega.La corrida, sin embargo, tuvo un mal principio por la invalidez de los dos primeros animales. Manzanares y Ortega Cano laboraron inanes, con mediocridad y escaso fuste, entre un silencio abacial. El alicantino abusando de su unipase. desligado y el cartagenero hasta poni¨¦ndose pl¨²mbeo en su vano intento de ganarse unas palmitas. Ponce, en su a?o m¨¢gico, cuando su estado de gracia y comunicaci¨®n con los p¨²blicos le sirve para que s¨ª le ovacionen casi todo, vendi¨® sus nader¨ªas t¨¢uricas envueltas en precioso papel de regalo. Unas frusler¨ªas que no resisten el an¨¢lisis cr¨ªtico: cite con la muleta en oblicuo, abuso de pico y distancia de un tranv¨ªa entre enga?o y toro, aunque este contenido vacuo lleva un irisado y brillante continente de celof¨¢n.
El Torero / Manzanares, Ortega,Ponce
Toros de El Torero, muy bien presentados, astifinos; lo y 2o inv¨¢lidos, resto flojos; bravos y nobles. Jos¨¦ Mari Manzanares: silencio; aviso y vuelta. Ortega Cano: silencio; dos orejas. Enrique Ponce: ovaci¨®n; aviso y ovaci¨®n. Plaza de Albacete, 9.de septiembre. Segunda corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
Pero en la segunda parte se obr¨® el milagro, quiz¨¢ por arte de birlibirloque los astifinos bicornes recobraron m¨ªnimamente las fuerzas y pudieron centellear su casta brava. Los presagios de que las figuras se arrugar¨ªan en cuanto embistieran sus enemigos adornados de estas defensas no se cumplieron. As¨ª, Manzanares se rompi¨® a torear. Prendi¨® el celo del cuarto en excelsas series de redondos con empaque y ribeteados de sentimiento. Con la col¨® demudada por la falta de costumbre, el alicantino abroch¨® su faena con pur¨ªsimas tr¨ªncherillas y pases de pecho.
S¨®lo le falt¨® la ligaz¨®n con la que Ortega Cano venci¨® en los primeros compases de su faena a su segundo. Despu¨¦s lo embebi¨® en la fl¨¢mula. La casta del toro arranc¨¢ndose de lejos y la torer¨ªa del coletudo pariendo luminarias de arte constitu¨ªan un grupo escult¨®rico arrebatador. La oreja ganada a ley se convirti¨® en dos gracias al estoconazo hasta las p¨¦ndolas, en la suerte de recibir, con que alumbr¨® su ¨¦xtasis.
Tras estas dos p¨¢ginas de buen toreo que escribieron los veteranos, Ponce intent¨® lo mismo, pero el p¨²blico ya ten¨ªa con qu¨¦ comparar su comentado toreo y no se entreg¨®. Adem¨¢s el valenciano ensuci¨® su labor con un fe¨ªsimo sartenazo.
Babelia
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