Un marcado cambio de tono
La Administraci¨®n Clinton endurece su discurso frente a Europa en temas comerciales
Durante la ¨²ltima campa?a electoral estadounidense se cre¨® una cierta imagen del actual presidente, Bill Clinton, como un buen chico, deseoso de entenderse con todo el mundo y de no provocar incidentes. No han pasado ni 100 d¨ªas desde que lleg¨® a la Casa Blanca y esa imagen ya ha desaparecido. Al menos, desde el punto de vista de los europeos encargados de negociar los acuerdos del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio), estancados desde hace m¨¢s de seis a?os, y las relaciones comerciales con Estados Unidos.
"Creo que Estados Unidos, bajo Clinton, va a ser un ¨¢spero y dificil negociador reconoci¨® Paul Guildford, uno de los portavoces comunitarios en dicha negociaci¨®n, y otro, que prefiere no ser identificado, ironiz¨®: "Quiz¨¢ nos vamos a encontrar en la presidencia de EE UU con un joven nacionalista".En lo que todo el mundo parece estar de acuerdo es en que el tono ha cambiado. La representante de Bush en las negociaciones comerciales, Carla Hills, no era ciertamente un interlocutor f¨¢cil. Algunas de las amenazas formuladas por. la nueva administraci¨®n son continuaci¨®n de las realizadas (y a veces llevadas a cabo) por Hills. Sin embargo, su sucesor Mickey Kantor, ha sorprendido por su rudeza.
Kantor es un abogado, especializado en la defensa de intereses de grupo (lobbys), que se pag¨® la carrera en la prestigiosa universidad de Georgetown con los ahorros que hizo durante sus cuatro a?os como marinero en la Navy. Periodistas que le conocen afirman que cuando pierde un partido de tenis no es raro que arroje la raqueta a la cabeza de su contrincante.
Es posible que Kantor est¨¦ dispuesto a defender los intereses de los exportadores e industriales estadounidenses como defend¨ªa los de sus clientes en el bufete, con u?as y dientes, explicaba recientemente la revista Time. O, simplemente, que est¨¦ jugando el juego del polic¨ªa malo, y dejando al presidente el de polic¨ªa bueno, suger¨ªa el diario The New York Times.
El agresivo estilo del nuevo embajador estadounidense no es, sin embargo, el problema ("a veces es tambi¨¦n tan atractivo como un encantador de serpientes", matizaba un embajador europeo). El problema es o puede ser, el nacionalismo de Clinton.
Kantor puso el dedo en la llaga cuando afirm¨® que la pol¨ªtica comercial estadounidense estar¨¢ ligada al programa econ¨®mico interno. Eso es exactamente lo que preocupa a sus interlocutores europeos: c¨®mo va a intentar Clinton compatibilizar sus protestas de ardiente y tradicional defensor del libre comercio y su firme voluntad de poner en marcha una pol¨ªtica industrial interna, que proteja a determinados sectores de la econom¨ªa estadounidense.
La Comunidad Europea est¨¢, por el momento, perpleja. As¨ª lo reconocen algunos de sus representantes en Estados Unidos, para quienes las relaciones con la nueva administraci¨®n est¨¢n demasiado determinadas por preocupaciones internas de Washington respecto a su competitividad y su lugar en el mundo. La inquietud de los estadounidenses ante la pregunta de si siguen siendo el n¨²mero uno, especialmente en el campo econ¨®mico, es evidente.
Casi todas las semanas aparece un nuevo libro, en ocasiones proponiendo medidas que eviten lo que consideran un anunciado e imparable declive y en ocasiones, negando ese declive y proponiendo que se conf¨ªe en la probada capacidad norteamericana para reaccionar individual y colectivamente, al mundo exterior.
"El debate es, sin duda, muy interesante, pero la relaci¨®n econ¨®mica entre Estados Unidos y la Comunidad Europea es la m¨¢s importante del mundo y no puede estar sometida a vaivenes ni, desde luego, a una guerra de amenazas, sanciones y contrasanciones", afirma el portavoz comunitario. La balanza comercial de Estados Unidos con la CE, recuerda, es favorable a Washington (m¨¢s de 16.000 millones de d¨®lares de super¨¢vit en 1991, casi 1,9 billones de pesetas).
Recesi¨®n europea
Los europeos quieren claramente desengacharse de cualquier planteamiento general. En concreto, de cualquier vinculaci¨®n con el caso de Jap¨®n, cuya balanza comercial con Estados Unidos tiene un bonito super¨¢vit: m¨¢s de 65.000 millones de d¨®lares en 1991 (7,7 billones de pesetas). "Las relaciones atl¨¢nticas son distintas. Ser¨ªa absurdo que EE UU se obsesionara con Europa, que precisamente est¨¢ pasando por una etapa de recesi¨®n, y olvidara a Jap¨®n, con quien todos tenemos el mismo problema", dice el portavoz europeo. Por muchos problemas que existan en las relaciones atl¨¢nticas, la econom¨ªa comunitaria se siente mucho m¨¢s pr¨®xima a Washington que a Tokio.
Lo m¨¢s probable, sin embargo, es que a estas alturas la CE y Estados Unidos tengan una idea distinta de lo que significan las relaciones atl¨¢nticas. La desaparici¨®n del enemigo com¨²n, que justificaba alianzas y acuerdos comerciales, puede poner ahora de relieve con mayor crudeza divergencias econ¨®micas mucho m¨¢s serias. La nueva generaci¨®n de pol¨ªticos estadounidenses no cree que el peligro venga de fuera, sino de la falta de competitividad de su propia econom¨ªa.
"La ret¨®rica ocultar¨¢ durante alg¨²n tiempo esas divergencias", pronostica un representante comunitario en Estados Unidos, pero existen; y se profundizar¨¢n si el nuevo presidente estadounidense no consigue resultados r¨¢pidos.
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