Jacques Attali, el G-7 y los accionistas minoritarios luchan por el control del BERD
El Banco Europeo para la Reconstrucci¨®n y el Desarrollo (BERD) tiene tizna historia corta, pero tormentosa. Con apenas un a?o de funcionamiento, la entidad dedicada a promover el desarrollo de los pa¨ªses del este de Europa se vio sacudida en abrid por cr¨ªticas generalizadas contra sus enormes gastos suntuarios y su baja eficiencia. Un sector de los gobiernos accionistas pidi¨® la cabeza del presidente, el franc¨¦s Jacques Attali.
Las maniobras de ¨¦ste para conservar su puesto y el creciente enfrentamiento entre el bloque de los accionistas m¨¢s ricos el resto del consejo ponen un gran interrogante sobre el rumbo de la instituci¨®n.Los gastos internos del BERD sentaron muy mal al principal accionista, Estados Unidos. La factura de 10.000 millones de pesetas en decoraci¨®n de la sede central y el elevad¨ªsimo presupuesto para Vuelos privados crearon en Washington la sensaci¨®n de que el rumbo del banco requer¨ªa un golpe de tim¨®n.
Lloyd Bentsen, el secretario del Tesoro estadounidense, inici¨® una operaci¨®n destinada a acabar con el pol¨¦mico Attali y situar al frente del BERD a un hombre de Washington, Ernest Stern, hasta ahora vicepresidente del Banco Mundial. La operaci¨®n deb¨ªa implicar una transformaci¨®n de la entidad hacia un modelo similar al del Banco Mundial, en detrimento del criterio fundacional de operar en la l¨ªnea de los bancos de negocios (m¨¢s asesoramiento que inversi¨®n directa).
Attali bloque¨® f¨¢cilmente el plan de Bentsen, esgrimiendo la carta fundacional del BERD: s¨®lo un europeo pod¨ªa ser su m¨¢ximo ejecutivo. Estados Unidos decidi¨® entonces dar un rodeo para llegar al mismo sitio. Stern ser¨ªa s¨®lo el n¨²mero dos del banco, pero con poderes ejecutivos.
A Lloyd Bentsen no le cost¨® obtener el apoyo de sus socios en el G-7, el grupo de los siete pa¨ªses occidentales m¨¢s ricos. Entre EE UU, Alemania, Jap¨®n, Francia, Reino Unido, Canad¨¢ e Italia sumaban el 54% de los votos en el consejo de administraci¨®n del BERD, por lo que el ¨¦xito parec¨ªa asegurado. Pero Attali reaccion¨® con rapidez y astucia. Se atrajo a Stern y le ofreci¨® inmediatamente el puesto de n¨²mero dos, aunque sin los grandes poderes ejecutivos que esperaba Washington, y acept¨® los puntos b¨¢sicos de la reforma estrat¨¦gica. La maniobra de Attali ten¨ªa dos objetivos: reducir el margen de maniobra de Stern y reforzar su propia posici¨®n. Hacia mediados del mes pr¨®ximo se conocer¨¢n los resultados de la auditor¨ªa sobre gasto interno y eficiencia y podr¨¢ evaluarse cu¨¢nta responsabilidad tuvo Attali en todo ello. El presidente del BERD quiere que los accionistas lean el informe, presumiblemente da?ino para los m¨¢ximos directivos, con la c¨²pula de la entidad reci¨¦n reorganizada y una nueva estrategia operativa. Attali espera ofrecer la impresi¨®n de que el rumbo de la entidad ha sido ya enderezado y no hace falta su propia sustituci¨®n.
Los esfuerzos de Attali por salvar su puesto se solapan con la apertura de un nuevo frente de fricciones: los socios minoritarios del BERD, que agrupa a 54 estados y organismos internacionales, se han rebelado contra la prepotencia de Estados Unidos y el G-7. La ministra de Finanzas de Suecia, Anne Wibble, presidente del consejo de gobernadores del banco, insisti¨® el lunes en que cualquier reorganizaci¨®n de la directiva o cambio estrat¨¦gico deb¨ªan ser refrendados por todos los accionistas, y no por un grupo de ellos (el G-7) o s¨®lo por el presidente. La reacci¨®n de los minoritarios ha dejado en el aire la prevista reorganizaci¨®n y mantiene la inc¨®gnita sobre el rumbo del BERD.
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