Una v¨ªa de industrializaci¨®n
La crisis econ¨®mica actual tiene en todos los sectores un car¨¢cter estructural, sin embargo, en el caso de -las zonas b¨¢sicamente industriales ha adquirido una profundidad que incluso plantea la duda de si es viable una pol¨ªtica industrial con resultados, que no exija entre otros una intervenci¨®n seria del Estado espa?ol a nivel regulador, y tras negociar con Bruselas, d¨¦ m¨ªnimas exigencias a las inversiones extranjeras en sectores hoy liberalizados.Hablar de industrializaci¨®n, competitividad, pol¨ªticas horizontales, reestructuraciones o desarrollo regional hace imprescindible acotar sectores, ubicaci¨®n geogr¨¢fica y papel requerido a los diferentes agentes sociales y econ¨®micos. Nos hemos enga?ado profundamente con actuaciones industriales de impacto meramente simb¨®lico y nos hemos olvidado de los sectores en que podemos basar un esfuerzo de industrializaci¨®n controlable a nivel espa?ol.
Las regiones en las que la actual crisis tiene menor repercusi¨®n social y econ¨®mica son las de base agraria o agroalimentaria y tur¨ªstica. Se ha hablado de una crisis irreversible de nuestro sector agrario, de su desaparici¨®n paulatina, y se ha olvidado que es uno de los sectores en que contamos con la posibilidad de crear las condiciones que nos permitan producir al nivel del mejor en el mercado mundial: tecnolog¨ªas artesanas industrializables, especialistas de procesos, diferenciaci¨®n de producto y posibilidad de control sobre una parte importante de los clientes finales.
En el sector agrario o agroalimentario, a partir de nuestra incorporaci¨®n a la PAC en 1986, elemento fundamental para su modernizaci¨®n, no se ha desarrollado una reestructuraci¨®n activa, bas¨¢ndonos sistem¨¢ticamente en pol¨ªticas coyunturales inapropiadas para una crisis estructural. Se ha introducido la discontinuidad de producciones sin criterios sostenibles; se han desarrollado pol¨ªticas horizontales orientadas a trozos aislados de la cadena de valor agroalimentaria con la dilapidaci¨®n de recursos consiguiente -un paradigma puede ser el impacto de la introducci¨®n a posterior? de cuotas de producci¨®n en explotaciones a las que anteriormente se hab¨ªa alentado a invertir para modernizarse-; en los 10 ¨²ltimos a?os hemos asistido a una gigantesca reestructuraci¨®n de la distribuci¨®n a manos de lasgrandes superficies; liemos dejado que las competencias de las administraciones P¨²blicas respecto a los protagonistas de la cadena de valor agroalimentaria se dispersaran entre organismos, en muchos casos, inconexos entre s¨ª; hemos visto c¨®mo se regionalizaba absolutamente la actividad del sector primario sin que esto tuviera el correspondiente reflejo en la organizaci¨®n del Estado.
En ¨¦ste, como en otros sectores, necesitamos pasar a utilizar un nuevo concepto de reestructuraci¨®n estructural cuyas caracter¨ªsticas centrales ser¨ªan: acotaci¨®n geogr¨¢fica de la reestructuraci¨®n al espacio que la haga manejable y que en el sector agrario es la comunidad aut¨®noma; incorporaci¨®n simult¨¢nea a la reestructuraci¨®n de todos los subsectores integrados en la cadena de valor agro al imen taria, troceada en cadenas de valor parciales partiendo de los grandes grupos regionales de producciones primarias, impulsando la coordinaci¨®n sistem¨¢tica proveedor-cliente y generalizando la cultura de gesti¨®n basada en volcar todos los recursos de cada subsector a la satisfacci¨®n del cliente en calidades, plazos de entrega, fiabilidad y precios de productos; las grandes superficies deben asumir hasta el final la responsabilidad social en que han incurrido al introducir una modernizaci¨®n parcial del mercado, y deben participar en el proceso, m¨¢xime cuando en m¨²chos casos son de propiedad cooperativa o sindical; estamos ante una situaci¨®n similar a la que se produce con la introducci¨®n del just in time en la industria y que obliga a las grandes empresas a racionalizar la gesti¨®n de sus proveedores.
Este tipo de reestructuraci¨®n agraria, cuya culminaci¨®n debe ser un sector agroalimentario de obediencia espa?ola, potente y competitivo, permitir¨¢ mantener el empleo desplaz¨¢ndolo a lo largo de la cadena de valor agroalimentaria en la medida que se industrialicen territorialmente de forma masiva nuestras producciones primarias agrarias en una perspectiva de mercado.
En este contexto se puede hablar de "nuevas" pol¨ªticas horizontales: generalizaci¨®n de mesas sistem¨¢ticas subsectoriales incluyendo las redes de distribuci¨®n, que asumen el impulso de las interprofesionales; normalizaci¨®n de productos primarios seg¨²n requieran los clientes; garant¨ªa de calidad de los productos industrializados; apoyo al surgimiento de nuevas industrias con materias primas regionales; coordinaci¨®n de todas las actividades sectoriales con la comercializainformaci¨®n y comunicaci¨®n masiva a los participantes en el proceso y que en el caso de los empresarios agrarios deben dirigir las Organizaciones Profesionales Agrarias (OPAS); innovaci¨®n y extensi¨®n tecnol¨®gica basada en centros tecnol¨®gicos agroalimentarios p¨²blicos o privados orientada desde las mesas subsectoriales; territorializaci¨®n comarcial del proceso coordin¨¢ndolo con otras operaciones de desarrollo rural y medidas agroambientales; capacitaci¨®n agraria y formaci¨®n profesional orientada desde las mesas subsectoriales.
Una apuesta central por este proceso implica reforzar sustancialmente a nivel regional las OPAS y el movimiento del cooperativismo y asociacionismo agrarios. Aunque adoptada con un retraso sustancial respecto a otros pa¨ªses competidores, esta medida se orienta a agarantizar que el protagonismo de la reestructuraci¨®n repose en los empresarios agrarios, lo que resolver¨ªa en gran parte el problema de las resistencias al cambio de producciones y objetivos prioritarios.
El papel de las administraciones p¨²blicas agrarias es parte sustancial de todo el proceso descrito y debe comprender los siguientes aspectos: definir sus pol¨ªticas en l¨ªnea con el proceso de reestructuraci¨®n planteado para cada comunidad aut¨®noma; estructurar las competencias en las diversas materias de forma que garanticen la coordinaci¨®n y coherencia en sus actuacionel; programar en el tiempo la derogaci¨®n de toda la legislaci¨®n que se oponga interna y externamente al enfoque de tratamiento unificado de toda la cadena de valor agroalimentaria; subordinar las nuevas medidas legislativas a las demandas del proceso, no encorsetarlo legalmente de forma voluntarista; impulsar programas de inversiones estructurales espec¨ªficas -regad¨ªos, reconcentraci¨®n parcelaria, infraestructuras rurales- someti¨¦ndolos al m¨¢s amplio proceso de discusi¨®n p¨²blica; hacer transparentes los procesos de gesti¨®n de las ayudas agrarias elaborando paneles p¨²blicos de detalle con los tiempos de tramitaci¨®n hasta el cobro, e iniciando procesos internos de mejora en el uso de los medios humanos dedicados al tema; poner a pleno rendimiento los servicios p¨²blicos b¨¢sicos que prestan directamente a los empresarios agrarios o en otro caso ceder su gesti¨®n a las OPAS y mesas subsectoriales, disolviendo las estructuras administrativas correspondientes.
En las comunidades aut¨®nomas de base agroalimentaria y rural, reestructuraci¨®n agraria es sin¨®nimo de desarrollo regional. En estas comunidades existen m¨²ltiples organismos que, formalmente orientados al desarrollo regional, copian el esquema de adscripci¨®n org¨¢nica y funcionamiento propios de Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia o Zaragoza incurriendo en dilapidaci¨®n de recursos que en muchos casos se aplican a proyectos simb¨®licos sin incidencia econ¨®mica medible. Todos estos entes y organismos deben coordinarse, o mejor subordinarse, a las administraciones agrarias, independientemente de la "autoridad" que emane de la fuente de su dise?o org¨¢nico.
Organizar un proceso de reestructuraci¨®n de estas caracter¨ªsticas necesita una firme voluntad pol¨ªtica, y un convencimiento por parte de los participantes, especialmente los empresarios agrarios. Tambi¨¦n necesita que los partidos pol¨ªticos no hagan de este enfoque motivo de enfrentamiento.
La situaci¨®n de crisis econ¨®mica exige de todos un cambio que profundice en la transformaci¨®n de Espa?a emprendida en 1978. La metodolog¨ªa seguida en el ¨¢rea industrial no ha dado un resultado c¨®modo para nadie, y esto ya no es posible resolverlo en solitario ni desde la clase pol¨ªtica ni desde las instituciones, es verdad que hace falta un cambio del cambio, pero este proceso debe ser microecon¨®mico y cualitativo, dando a los agentes econ¨®micos y sociales el protagonismo y la responsabilidad.
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