Un materialista enamorado
La aventura de Severo Ochoa fue la ciencia
Si a alguien le cuadran los versos del cl¨¢sico "Polvo ser¨¢n/ mas polvo enamorado" es a Severo Ochoa. No es cierto que s¨®lo estuviera casado con Carmen Garc¨ªa-Cobi¨¢n desde 1931 a 1986: desde que ella falleci¨® ese a?o hasta la tarde del pasado lunes, en que ¨¦l mismo muri¨®, Ochoa fue u?a y carne con su mujer, sin quien, repet¨ªa, la vida ya no era nada.Pero la vida le preserv¨® hasta el final el hambre de conocer y el rigor cient¨ªfico. "No era nost¨¢lgico", dice Marino G¨®mez-Santos, autor de la biograf¨ªa La emoci¨®n de descubrir (Pir¨¢mide, 1993). "Dec¨ªa que, si merec¨ªa la pena seguir viviendo, era por vislumbrar algo de lo que pod¨ªa venir en la ciencia".
Nacido en Luarca (Asturias) en 24 de septiembre de 1905, vivi¨® de ni?o y joven en Gij¨®n y M¨¢laga. Se doctor¨® en medicina en Madrid en 1929. Pero ya sab¨ªa que su aventura era la biolog¨ªa. "No puedo describir lo decepcionado y triste que me sent¨ª", recuerda su ¨¦poca de estudiante, "cuando vi que el septuagenario Gabriel y Cajal se hab¨ªa retirado de su c¨¢tedra". Tuvo un profesor excepcional, el fisi¨®logo Juan Negr¨ªn: "Abri¨® fascinantes posibilidades en mi imaginaci¨®n", se?ala Ochoa. Fue producto del ambiente que desemboc¨® en la II Rep¨²blica. En Madrid viv¨ªa en el volc¨¢n de creatividad y humor que fue la Residencia de Estudiantes, concretamente en la planta baja, conocida como el Trasatl¨¢ntico por su balconada tipo borda: sus vecinos, por su puesto, Bu?uel, Lorca, Dal¨ª: Ochoa se enter¨® tarde del estreno de Mariana Pineda, de Lorca, con decorados de Dal¨ª. Con Francisco Grande Covi¨¢n, paisano y colega, no se pierden un concierto. En el laboratorio, cuando resuelven alg¨²n problema, cantan con m¨²sica de El Barbero de Sevilla: "Ch¨¦ invenzione prelibata / Bella, bella in verit¨¤".
Del Trasatl¨¢ntico, v¨ªa Canal de la Mancha, viaja a hacer pr¨¢cticas a Glasgow. Su ingl¨¦s, al pasar por Londres, se revela dificultoso, as¨ª que el joven investigador pregunta a los viandantes por escrito. Los escoceses felicitar¨¢n al profesor Negr¨ªn por el talento de su alumno. Desde entonces, la pasi¨®n cient¨ªfica le convoca a una vida itinerante: Heidelberg ser¨¢ la primera etapa.
En 1931 se casa con una amiga de sus hermanas, Carmen Garc¨ªa-Cobi¨¢n, en Covadonga. De viaje de bodas, se quedan en el Cant¨¢brico, porque carecen de pasaporte. "Carmen sab¨ªa muy bien la vida que le esperaba", dir¨¢ ¨¦l a?os despu¨¦s.
Al estallar la guerra civil, se embarcan para Francia. En Par¨ªs, frecuentan a P¨ªo Baroja, que calificaba a Carmen de "mujer de Ibsen". Tratan de instalarse en Heidelberg, pero su profesor all¨ª, Meyerhof, jud¨ªo, est¨¢ amenazado por el nazismo y acabar¨¢ por exilarse. Los Ochoa ir¨¢n a Oxford. En 1940 van a Am¨¦rica: en Nueva York Ochoa dar¨¢ sus mejores frutos. En 1956 se naturalizan estadounidenses.
El premio Nobel de Fisiolog¨ªa y Medicina le llega en 1959, por la s¨ªntesis del ¨¢cido desoxirribonucleico: la senda hacia la ingenier¨ªa gen¨¦tica est¨¢ abierta. Al conducir a casa para informar a Carmen, un polic¨ªa le detiene por exceso de velocidad y Ochoa tiene que aducir el motivo. "Por esta vez, pase", dice el agente. Regresa a Espa?a en 1985. El horario celt¨ªbero le produc¨ªa desaz¨®n, pero sobre todo la situaci¨®n de la investigaci¨®n aqu¨ª. En 1982 recibe el premio Ram¨®n y Cajal, y en 1987 es presidente de la Fundaci¨®n Jim¨¦nez D¨ªaz.
Carmen muere en 1986. No creyente confeso, Ochoa se aferra al recuerdo de "una vida cortada por su ausencia". "Ya no tengo mucho inter¨¦s", confiar¨¢ cierta vez a un amigo, "en permanecer en la superficie de este planeta". No obstante seguir¨¢ atento a la ciencia y a los viajes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.