Costes de despido
Espa?a tiene actualmente el mismo nivel de empleo que en 1964. Este simple dato revela que para crear empleo de forma sostenida hay que cambiar las instituciones de nuestro mercado de trabajo. Los aspectos a reformar son muchos, y la legislaci¨®n sobre despidos es uno de ellos.Esta legislaci¨®n establece unos excesivos costes de despido para los empleados con contrato indefinido. Los costes de despido tienen algunos efectos favorables sobre el empleo: por ejemplo, evitan en alguna medida que las empresas despidan y, al favorecer relaciones laborales estables, dan incentivos para que empresas y trabajadores realicen la inversi¨®n en formaci¨®n necesaria para un aumento continuado de la productividad. Sin embargo, esos costes tambi¨¦n tienen efectos negativos: hacen que las empresas sean reacias a contratar y a invertir, creando adem¨¢s un incentivo hacia la inversi¨®n en m¨¢quinas que requieran menos trabajadores. Cuando los costes de despidos son muy altos, como sucede en Espa?a, los efectos negativos predominan claramente sobre los positivos.
Para paliarlos, el Gobierno introdujo en 1984 los contratos temporales de fomento del empleo, con costes de despido mucho menores. Debido a ello, al menos en parte, durante la ¨²ltima expansi¨®n (1986-1990) Espa?a mostr¨® los aumentos de empleo m¨¢s altos de su historia reciente. Esto se?ala claramente que los costes de despido importan. Sin embargo, la introducci¨®n de la temporalidad tambi¨¦n ha tenido efectos negativos. La duraci¨®n de los contratos temporales es muy corta, sensiblemente inferior a la m¨¢xima permitida, lo que ha generado un gran aumento del d¨¦ficit del Inem y unos menores aumentos de productividad (puesto que los empleados temporales no tienen muchos incentivos para formarse u ocasi¨®n de hacerlo).
La temporalidad tambi¨¦n parece haber contribuido a los excesivos aumentos de los salarios en la actual recesi¨®n, porque la negociaci¨®n est¨¢ en manos de los empleados fijos, mientras que los que suelen ser despedidos en primer lugar son los temporales (por sus menores costes de despido). As¨ª, los temporales sirven de colch¨®n que permite obtener mayores salarios a los empleados fijos.
Estos efectos indeseables indican que la temporalidad fue un cierre en falso del problema de la flexibilidad. Fue una medida pol¨ªticamente aceptable, pues afectaba s¨®lo a los nuevos empleados, respetando as¨ª los derechos de los previamente empleados. Sin embargo, la flexibilidad desequilibrada a que ha dado lugar la temporalidad tiene efectos secundarios perniciosos que ha llegado la hora de solventar. En este momento, un 18% de la poblaci¨®n activa tiene un contrato temporal y un 23% est¨¢ parada. Existe, por tanto, suficiente apoyo social para reequilibrar la flexibilidad, suprimiendo los contratos de fomento del empleo, a la vez que se reducen los costes de despido de los fijos.
Finalmente, conviene se?alar que la flexibilidad laboral no es la panacea. Los efectos positivos sobre el empleo que cabe esperar de unos menores ostes de despido ser¨¢n reducidos si ¨¦sta es una medida aislada. La reforma institucional ha de orientarse adem¨¢s a fomentar la movilidad geogr¨¢fica y funcional, convertir el Inem en una aut¨¦ntica agencia de colocaciones, descentralizar el sistema de negociaci¨®n salarial y reducir el poder de monopolio de los empresarios en muchos sectores de servicios. Parece que, por primera vez, el Gobierno est¨¢ real mente dispuesto a realizar estas reformas. Espere mos que as¨ª sea.
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