El landismo
La capacidad de evocaci¨®n de la televisi¨®n es enorme. Este electrodom¨¦stico ideol¨®gico se ha convertido no s¨®lo en el suministrador de esa papilla medi¨¢tica en la que el espect¨¢culo arrastra grumos de informaci¨®n, sino en la memoria colectiva de una sociedad que ya no sabe explicarse a s¨ª misma sin la mediaci¨®n de la peque?a pantalla. Nuestra memoria visual es cautiva de la fascinante capacidad de crear estereotipos que tiene la televisi¨®n. La bulimia de los espectadores obliga a las emisoras a producir a un ritmo alto productos de bajo coste, mientras se reemiten todos los fondos disponibles del cine nacional y extranjero. Y hoy se pueden ver una y otra vez las comedias de la dictadura, el universo superrealista del desarrollismo franquista con Manolo Escobar, Tony Leblanc o Mariano Ozores.Un excelente actor
Y en aquella ¨¦poca destac¨® un excelente actor, Alfredo Landa, que dio nombre a un estereotipo, el landismo, una caricatura de un supuesto espa?ol reprimido con las mujeres, asustado frente a la autoridad y satifecho por llegar en seiscientos a Benidorm. Y hoy se pueden contemplar en televisi¨®n las mil caras del landismo, sus diferentes ¨¦pocas, en cualquier cadena y a cualquier hora. Un caleidoscopio de una ¨¦poca de Espa?a al que faltaba un colof¨®n que ya tiene. Es una telecomedia que dirige Vicente Escriv¨¢ -un director de la ¨¦poca- se titula Lleno, porfavor, y se emite, con enorme ¨¦xito de p¨²blico, los lunes a las nueve y media de la noche en Antena 3 Televisi¨®n.
La telecomedia es un despliegue de parafernalia franquista a partir del personaje central, don Pepe, que encarna con singular precisi¨®n Alfredo Landa. Es el espa?ol cabreado, que reclama mano dura, despotrica de los impuestos, se queja de los servicios p¨²blicos, que no oculta su resentimiento por un sistema pol¨ªtico en el que los perseguidos por un r¨¦gimen nacido de una guerra civil pueden hablar sin que se les mande callar. Don Pepe es un nost¨¢lgico de la guerra civil, de aquella violencia armada que abri¨® a Espa?a en canal durante tres a?os e instaur¨® un r¨¦gimen de silencio y miedo durante cuarenta. Sus s¨ªmbolos, sus excombatientes, sus t¨®picos, est¨¢n presentes en esta telecomedia bajo el falso ba?o de un ternurismo cursi, del humor amable y bienpensante. Es un paternalismo de cart¨®n piedra, el d¨¦spota de buen coraz¨®n. La indigencia est¨¦tica que rezuma s¨®lo est¨¢ a la altura de su falsedad radical como memoria. Es un flaco favor al landismo, es un colof¨®n negro para el rostro risue?o de la comedia franquista que iba del desarrollismo al destape; del racionamiento a la caza de la sueca. Pod¨ªa ser el espa?ol desorientado en el tr¨¢nsito entre el horizonte gris de un r¨¦gimen que se muri¨® sin tender la mano a los vencidos y el sistema pol¨ªtico que volvi¨® a permitir la libertad de asociaci¨®n. Ahora es un recuerdo amargo de la intolerancia y del odio, la tiran¨ªa y el miedo. La televisi¨®n, como la prensa o la literatura, crea memoria y la falsifica. El piquete de guardia que vela por el monopolio de la cr¨ªtica argumentar¨¢ que hay cosas peores bajo el cielo. Tiene raz¨®n. Y adem¨¢s la serie gusta mucho.
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