Berlioz, fant¨¢stico
Nuevo lleno en el Auditorio Nacional y renovados clamores para la Sinf¨®nica de Boston y su maestro titular, Seiji Ozawa. El programa, de gran poder sugerente y singular atractivo, enfrentaba dos obras maestras: La sinfon¨ªa en re, n¨²mero 2, de Beethoven y la Fant¨¢stica, de Berlloz. Veintiocho a?os separan una y otra obra y, sin embargo, existe entre ellas una diferencia abismal. El Beethoven de 1802 es, todav¨ªa, un cl¨¢sico vien¨¦s, aunque baste escuchar el primer movimiento para detectar el anuncio de una pr¨®xima evoluci¨®n: la que acabar¨ªa entronizando en las artes, el pensamiento, los sentimientos, la pol¨ªtica y la sociedad, esa gran tormenta creadora que conocemos con el nombre de romanticismo.A ¨¦l contribuy¨® Berlioz tempranamente, en 1930, con una obra como la Sinfon¨ªa fant¨¢stica, de tan geniales intuiciones y adivinaciones que no s¨®lo perdura sino que, cada d¨ªa, parece m¨¢s fresca y viva a pesar de alg¨²n pasaje "abultado" como el Sue?o de una noche de aquelarre. Otros, en cambio, son de un esquematismo po¨¦tico magistral y est¨¢n trazados a l¨ªnea, con los efectos tan comedidos y sutiles, que el paisaje, la soledad y la distancia cobran realidad en los sonidos y los silencios. As¨ª la Escena campestre que resonar¨¢, pasados treinta a?os, en el Trist¨¢n de Wagner.
Ciclo Iberm¨²sica / Tabacalera
Orquesta Sinf¨®nica de Boston. Director: S. Ozawa. Obras de Beethoven y Berlioz. Auditorio Nacional. Madrid, 9 de diciembre.
La invenci¨®n instrumental, verdaderamente sorprendente, no tiene nunca car¨¢cter de "color a?adido" sino de sustancia musical y el virtuosismo sinf¨®nico se manifiesta con una exuberancia hasta entonces in¨¦dita. Ahora bien, aunque sea p¨¢gina frecuentada, la verdad es que la Fant¨¢stica demanda int¨¦rpretes de verdadera excepci¨®n como los que esta vez hemos tenido: la fabulosa orquesta bostoniana y su inquieto, vital, nervioso, imaginativo y siempre musical director, Ozawa. Fueron muchas las transparentes perfecciones en Beethoven, pero pod¨ªamos so?ar con un sonido como el que, desde Nikisch, lucen los filarm¨®nicos de Berl¨ªn; tambi¨¦n, con una visi¨®n m¨¢s sosegada, m¨¢s celibidacheana, por decirlo de modo resumido. Ser¨ªa dif¨ªcil disentir, en cambio, con los planteamientos y la ejecuci¨®n de la Fant¨¢stica. No cabe pedir m¨¢s alto virtuosismo, m¨¢s justo equilibrio, mejor continuidad, ni m¨¢s exacta respuesta a la ideolog¨ªa est¨¦tica que la obra simboliza. La figura de Ozawa se alza como algo de inter¨¦s inusitado que, y nos hizo vivir casi una hora de aut¨¦ntica fruici¨®n art¨ªstica. El mensaje tuvo la potencia de lo irresistible y las ovaciones parec¨ªan ideadas por Berlioz a manera de ¨²ltima gran explosi¨®n de su inventiva.
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