La cruda realidad
Cuesti¨®n espinosa donde las haya, a lo que parece, ¨¦sta de los realismos, a¨²n empantanada en el combate ilusorio que entablan, como detractores, tantos devotos de rancios catecismos de la modernidad y, como paladines, aquellos que todav¨ªa creen, con ingenuidad sim¨¦trica, que la cosa va de preservar una verdad inmutable de los atolondrados abusos que nos habr¨ªa deparado el arte del siglo.Aunque algo hay, sin duda, de realidad, valga la redundanc¨ªa, en ese sentirse amenazados, excluidos o minimizados -si no por el mercado, s¨ª por el discurso dominante- que con frecuencia denuncian muchos realistas. Mas tambi¨¦n es cierto que, a menudo, el realismo suele tener al enemigo en casa, sea en el talante de algunos de sus defensores m¨¢s ac¨¦rrimos o en la desfachatez de quienes lo convierten, para regocijo de detractores recalcitrantes, en alimento efectista de las m¨¢s bajas pasiones, precisamente all¨ª donde el realismo, como la espalda, pierde su honesto nombre.
Realismos
Centro Cultural del Conde Duque.Conde Duque, 11. Madrid. Hasta finales de marzo.
Por tanto, en un territorio tal, la mejor defensa no parece, precisamente, la trinchera numantina, cerrando filas en un corporativismo indiscriminado y equ¨ªvoco, sino, bien al contrario, un ataque frontal y sin fisuras, que no ceda un palmo de terreno, ni un solo argumento, al enemigo.
En su visi¨®n m¨¢s inmediata, la panor¨¢mica actual de nuestros realismos que esta muestra establece mantiene una apariencia general de rigor tanto en la selecci¨®n de nombres como en la calidad general de las obras que los representan.
Sin embargo, los rasgos que, en principio, encaman la mejor intenci¨®n del proyecto -como la voluntad de dibujar, en toda su complejidad de acentos, el mapa de los realismos o el car¨¢cter tan dilatado de la selecci¨®n- adentran finalmente el resultado en un terreno m¨¢s que pantanoso. No es s¨®lo que, en su mucho abarcar, la exposici¨®n alcance ya equ¨ªvocas fronteras donde -con casos como los de Concha Hermosilla, Dino Valls, el ¨²ltimo Quetglas o el propio Jos¨¦ Hern¨¢ndez- se desbordan ya los l¨ªmites del realismo para invadir el territorio de otras figuraciones.
M¨¢s grave es, desde luego, el modo como una selecci¨®n tan extensa, que incluye a 65 artistas, convierte en clamorosas ciertas ausencias incomprensibles, como las de Daniel Quintero y los realistas sevillanos Carmen Laff¨®n y Joaqu¨ªn S¨¢enz. A la par, esas lagunas hacen m¨¢s sospechosas algunas presencias manifiestamente discutibles.
Se podr¨¢ decir, desde luego, que en un proyecto de este tipo no siempre se puede contar con todos aquellos que uno desea. Pero, la verdad, da que pensar que la selecci¨®n de la muestra se ajuste punto por punto a la de una extensa y reciente monograf¨ªa, publicada por una galer¨ªa madrile?a especializada en el tema y que, por supuesto, ya reflejaba las mismas generosidades y omisiones.
Pese a los nombres y obras notables que incluye, resulta tambi¨¦n lamentable que este empe?o, destinado en principio a arrojar m¨¢s luz sobre la situaci¨®n y riqueza de nuestros realismos, deje a la vez tantos puntos oscuros.
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