El guardi¨¢n de la noche
Jos¨¦ Fern¨¢ndez vigil¨® el sue?o de los vecinos de San Antonio de la Florida y los adopt¨® como familia
Cuando en 1974 Jos¨¦ Fern¨¢ndez, sereno de profesi¨®n, tuvo que despedirse de los vecinos de la zona 1, distrito de Latina, s¨®lo se le ocurri¨® una cosa: escribirles una poes¨ªa que nunca recit¨®. "De todo lo bueno, lo mejor que hay en Espa?a son los vecinos e industriales del barrio Cuartel de la Monta?a. Que os lo digo de coraz¨®n. Noche tras noche me dispongo a morir por todos en la boca de un ca?¨®n. As¨ª se despide este humilde sereno, que siempre ver¨¢n a su disposici¨®n". Otra disposici¨®n, pero esta vez del Consejo de Ministros, hab¨ªa acabado con los serenos y Jos¨¦ quiso rendir un homenaje al vecindario que reemplaz¨® a su familia desde que en 1950 dejara Asturias para buscarse la vida en Madrid. Hoy, a los 74 a?os, ese vecindario idealizado por el recuerdo alivia su solter¨ªa.
El siglo XVIIII
Siendo asturiano, su destino parec¨ªa fijado de antemano: el Cuerpo de Serenos de Vecindad y Comercio, creado en el siglo XVIII, seg¨²n contaba Juan Barranco en las p¨¢ginas del Villa de Madrid, "con el tiempo pasar¨ªa de padres a hijos y de asturiano a asturiano, pues fueron los de esa regi¨®n los que acabaron dominando el gremio". Tras pasar un reconocimiento m¨¦dico, acreditar buena conducta y demostrar que sab¨ªa leer y escribir, Jos¨¦ Fern¨¢ndez se compr¨® en agosto de 1950 el uniforme, el chuzo, la porra y una pistola autom¨¢tica. Despu¨¦s se afili¨® al Montep¨ªo de Serenos, una asociaci¨®n gremial que garantizaba una cobertura m¨ªnima con vistas a la jubilaci¨®n, ya que estos vigilantes eran trabajadores aut¨®nomos que viv¨ªan de la voluntad de los vecinos. "El montep¨ªo era falso. Pagu¨¦ casi 30 a?os y no saqu¨¦ nada. Sin embargo, los vecinos eran buenos, me encari?¨¦ con ellos y eran como de la familia. Cada uno daba lo que quer¨ªa y ning¨²n mes ganaba lo mismo".Aunque Jos¨¦ asegura no recordar lo que cobraba, sabe que "al final ganaba m¨¢s que si trabajara en otra cosa". Un reportaje del diario Madrid realizado en 1970 era m¨¢s expl¨ªcito: 'Un abonado de 20 duros al mes es ya un magn¨ªfico cliente. Los vecinos contribuyen normalmente con dos duros por t¨¦rmino medio, aunque los hay de a duro y de m¨¢s".
El patrullaje comenzaba a las diez de la noche y acababa las ocho de la ma?ana. Eran m¨¢s de 100 portales que, si bien aumentaban sus ganancias, le dejaban un regusto de insatisfacci¨®n porque no siempre o¨ªa las palmadas o los gritos de los despistados que olvidaban la llave del portal. "A algunos les ten¨ªa que abrir todas las noches, pero me resultaba muy dif¨ªcil saber cu¨¢ndo llegaba la gente a su casa. A veces cog¨ªa el autob¨²s para hacer antes la ronda".
La zona era relativamente tranquila, aunque nunca faltaron los sustos porque la noche no ha cambiado tanto. "Entonces no hab¨ªa droga porque estaba Franco, pero gamberrismo y robos como ahora. He pillado delincuentes a cientos". Una noche de diciembre de 1973, el susto pas¨® a mayores y le dej¨® dos cicatrices de bala como recuerdo. As¨ª lo cuenta: "Uno de los atracadores de un bar me cogi¨® la mano que sosten¨ªa la pistola y en el forcejeo me peg¨® dos tiros". La proeza le vali¨® una medalla del Centro Asturiano.
Cuando acabaron los 24 a?os de ronda nocturna el Ayuntamiento ofreci¨® a los 1.260 serenos pasar a la Polic¨ªa Municipal. Jos¨¦ acept¨®. El trabajo era m¨¢s f¨¢cil y le aseguraba la vejez.
Segunda edici¨®n
Apenas dijeron adi¨®s los serenos, ya se les echaba de menos. En 1977, el Ministerio del Interior orden¨® la implantaci¨®n de vigilancia nocturna en las ciudades de m¨¢s de 100.000 habitantes, pero la acalorada discusi¨®n sobre arma s¨ª, arma no, aplaz¨® su vuelta. Tras varias intentonas, el Ayuntamiento convoc¨® en 1985 una oposici¨®n para cubrir 250 plazas, a la que se presentaron m¨¢s de 3.000 candidatos. Una encuesta realizada ese mismo a?o revel¨® que el 84,6% de los vecinos y el 89,2% de los comerciantes eran ardientes partidarios de los vigilantes de la noche. El 7 de abril de 1986 los serenos reeditados comenzaron su patrullaje por las 200 cuadr¨ªculas en que se hab¨ªa dividido el distrito Centro para reducir el per¨ªmetro de las rondas a 800 metros. Ganaban 65.000 pesetas, financiadas por aportaci¨®n vecinal: 2.000 pesetas por vivienda y 5.500 por local comercial. Sus armas eran la porra y un aerosol paralizante, cuya utilidad no convenc¨ªa a muchos cronistas. "Si lleva dentro laca servir¨¢ para auxiliar a las se?oras que se despeinen al bajar del autom¨®vil" ironizaba uno.Quiz¨¢ la profec¨ªa no les gaf¨®, pero lo cierto es que en menos de dos a?os la Polic¨ªa Municipal volvi¨® a engullirles. Su vuelta parece remota salvo que nazcan vocaciones animadas por el consejo de un periodista de los setenta: "H¨¢gase sereno. Le har¨¢ m¨¢s ilusi¨®n que a nadie ver amanecer.
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