Recuperar el consenso pol¨ªtico y social
La corrupci¨®n. es un mal a erradicar de la sociedad, pero no el ¨²nico, advierte el autor, que alerta sobre 'las consecuencias del culto al dinero f¨¢cil de los ¨²ltimos a?os y defiende la mayoritaria honradez de los pol¨ªticos frente a unos pocos corruptos.
El ejercicio de la pol¨ªtica como servicio a la sociedad es positivo, saludable e imprescindible para el funcionamiento democr¨¢tico de un Estado de Derecho. Los actores de este ejercicio, los pol¨ªticos, son elementos esenciales en la gesti¨®n de este Estado y la catadura ¨¦tica de algunos de ellos no puede ser excusa ni el bar¨®metro para generalizar sobre la clase pol¨ªtica, porque ser pol¨ªtico no es sin¨®nimo de ser corrupto aunque ser "socialista", "popular" o "convergente" tampoco signifique obligatoriamente. ser un sin¨®nimo de honradez.A mi modo de entender en pol¨ªtica conviven muchos hombres honrados y algunos, m¨¢s bien pocos, corruptos. Es obligaci¨®n de los que cumplen con las normas jur¨ªdicas, tributar¨ªas y morales, buscar los mecanismos para que los corruptos no tengan capacidad de actuar en la gesti¨®n del Estado, e implantar las medidas necesarias que auspicien un control pol¨ªtico de estas actuaciones.
Este es el fracaso del Partido Socialista. Su gran fracaso no es tener corruptos en sus filas, que es una cuesti¨®n que presumiblemente afecta a todos los partidos que forman el arco parlamentarlo, sino que su gran fracaso es el de no haber sido-capaces de modernizar la gesti¨®n del Estado. Esta hubiera sido, sin lugar a dudas, la mejor medicina para prevenir la corrupci¨®n.
La democracia espa?ola nace de un proceso ejemplar en 1976, y ahora en 1994, 18 a?os despu¨¦s, est¨¢ atravesando una fuerte crisis pol¨ªtica y social que se ha sustentado en la insolidaridad, la cultura del dinero f¨¢cil yde la competencia desmedida, bajo los criterios del "todo vale para conseguir lo que se quiere". Una crisis que'puede degenerar en una enfermedad end¨¦mica si no se ataja atacando directamente a la ra¨ªz.
Lajoven democracia espa?ola puede iniciar su andadura en la mayor¨ªa & edad bajo los s¨ªntomas de una dolencia que como efectos m¨¢s inmediatos provoca una honda crisis pol¨ªtica, pone en tela de juicio la credibilidad del Estado de derecho y genera un alto grado de desconfianza social.
Esta dolencia, sin embargo,no es nueva. Todos los sistemas pol¨ªticos han padecido la corrupci¨®n que presenta un cuadro cl¨ªnico en los primeros momentos muy localizado con la actividad de elementos aislados. Sin embargo, la enfermedad se extiende con facilidad en todos los niveles, en el Estado, en la econom¨ªa, en la judicatura, en la prensa, y al final en toda la sociedad.
La democracia espa?ola ha construido un modelo de Estado fundamentado en el consenso pol¨ªtico y social y ha sentado las bases de convivencia que necesit¨¢bamos para superar 40 a?os de dictadura. Sin embargo, en la construcci¨®n de este modelo han aparecido grietas que afectan seriamente al resultado final.
Pero, ha sido precisamente este sistema de democracia el que ha permitido dar la voz de alarma y detectar los s¨ªntomas de corrupci¨®n que le afectan. Si no existiera un estado democr¨¢tico, no hay ninguna duda de que los ciudadanos hubi¨¦ramos permanecido ajenos a una situaci¨®n que se debe abortar en su inicio.
Dos instituciones, dos pilares de este Estado de derecho, se han visto afectados por actuaciones irregulares de sus m¨¢ximos dirigentes que se han aprovechado de las lagunas legales y de control pol¨ªtico para obtener ping¨¹es beneficios personales. La actuaci¨®n inmediata requiere un procesamiento de los responsables, pero solventar la corrupci¨®n exige una respuesta mucho m¨¢s profunda para evitar el deterioro de la convivencia social.Los ciudadanos no podemos seguir sufriendo la ineficacia y la lentitud de la administraci¨®n, los funcionarios no pueden seguir siendo castigados con congelaciones salariales y desprop¨®sitos organizativos mientras esperan una reforma que din¨¢mice sus relaciones laborales, y los contribuyentes nos negamos a ver c¨®mo parte de nuestros impuestos van destinados a bolsillos particulares porque nadie ha sabido poner mecanismos de control.
Urge, por tanto, una modernizaci¨®n de la legislaci¨®n espa?ola ,que se adapte a la realidad cotidiana. No es de recibo que actuaciones inmorales no sean delictivas y que hechos que atentan contra la credibilidad de las instituciones no est¨¦n tipificados. Pero tambi¨¦n se debe aumentar el control pol¨ªtico de las instituciones del Estado.Es positivo que el Banco deEspa?a -aumente su autonom¨ªa con respecto al ejecutivo, pero tambi¨¦n es positivo que exista un r¨ªgido control parlamentario sobre sus actuaciones. Al igual, es positivo que se aumente la de mocratizaci¨®n de las fuerzas de seguridad del Estado, en par ticular de la Guardia Civil, y se reforme el sistema fiscal para evitar el incremento de corrupciones y fraudes como los que hemos tenido noticia, como el fraude del IVA, de la Seguridad Social, las primas ¨²nicas, etc¨¦tera.La adopci¨®n de medidas en este sentido pueden significar un ant¨ªdoto para atajar esta enfermedad. Se trata de juzgar a los corruptos, pero tambi¨¦n de liquidar en la sociedad la cultura de la corrupci¨®n.Existe la sensaci¨®n, inspirada en la actitud permanente de algunos partidos pol¨ªticos que hacen gala de una irresponsabilidad que pone en peligro la naturaleza del mismo Estado, de que la corrupci¨®n es un hecho generalizado. Personalmente creo que esta afirmaci¨®n no es justa, aunque la significaci¨®n de los implicados est¨¢ haciendo creer que la excepci¨®n -es la norma. Para eliminar esta sensaci¨®n es necesario que se regenere el consenso pol¨ªtico y social que empuje a la j¨®ven democracia espafiola hacia la cultura de la solidaridad.
Hemos de pasar la p¨¢gina de la historia que se ha escrito con la beatiful people, con el respeto al pelotazo, el enriquecimiento r¨¢pido, la insolidaridad, la prepotencia y la codicia. Hemos de recuperar el consenso pol¨ªtico para hacer m¨¢s transparente la vida p¨²blica a los ciudadanos potenciando los mecanismos de control del Estado y ayudando a la estructuraci¨®n de la sociedad civil.
La corrupci¨®n es un mal a erradicar de la sociedad, pero no el ¨²nico. El objetivo debe ser defender la dignidad de la democracia espa?ola y dilapidar la figura de ese poderoso caballero que ha pretendido ser el elemento esencial en el dise?o de un modelo de sociedad en la que todo es posible si se tiene como compa?ero de viaje.En este proceso tambi¨¦n hay que denunciar a quienes hacen bueno el dicho "a r¨ªo revuelto, ganancia de pescadores" y utilizan el enfrentamiento civil en lugar de la respetable pugna pol¨ªtica. Poner en duda la evoluci¨®n del Estado de las Autonom¨ªas y orquestar campa?as contra la normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica de Catalu?a con la pretensi¨®n de minar pol¨ªticamente al Gobierno son armas de doble filo. Si en un primer momento pueden dar satisfacci¨®n a objetivos pol¨ªticos, tambi¨¦n pueden deteriorar un modelo de convi vencia, respeto y joven tolerancia.
Los ciudadanos, y tambi¨¦n la econom¨ªa de este pa¨ªs, necesitamos la cultura de la que todos los pol¨ªticos remen en la misma direcci¨®n.
La democracia debe seguir construy¨¦ndose en base a un modelo de Estado fundamentado en el consenso pol¨ªtico y social, en la que se han sustentado nuestras bases de convivencia. Hemos de recuperar el consenso socl al para equilibrar el desarrollo econ¨®mico con el desarrollo so cial. El crecimiento econ¨®mico no ha sido gestionado de forma coherente y ha propiciado un aumento de las desigualdades tanto sociales como territoriales.
Esta fractura social puede verse agravada si se ponen en pr¨¢ctica las medidas contempladas en la reforma laboral. La actual situaci¨®n de sinsabor policial que estamos viviendo requiere tambi¨¦n la recuperaci¨®n de la cultura del di¨¢logo entre las fuerzas sociales, la patronal y el gobierno, para alcanzar un pacto por el empleo que apoyando la reactivaci¨®n econ¨®mica y la competitividad de nuestros productos no pretendan abocarnos a las condiciones laborales del Magreb o a los salarios de Taiwan.
No debemos solamente actuar a corto plazo para capear el temporal. La joven democracia espa?ola necesita del consenso pol¨ªtico y del consenso social para superar en primer lugar las amenazas de quienes desde la corrupci¨®n pretenden destruir su credibilidad y para evitar que nuestro futuro modelo de sociedad deje a un tercio de los espa?oles en fuera de juego.
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