Pelear el baile

Fue la gran noche de Antonio Canales. Una de sus grandes noches, porque el artista hace ya un tiempo que se halla instalado en el ¨¦xito, y nada de esto debe sonarle extra?o.Es ciertamente un bailaor extraordinario, que conecta f¨¢cilmente con la audiencia. Al p¨²blico le gusta su brava, y atractiva, estampa, el gran coraz¨®n que pone en lo que hace, la rabia y audacia de algunos de sus plantes, giros e incluso pasos. Aqu¨ª es donde, desde un punto de vista estrictamente flamenco, se le podr¨ªa cuestionar su concepci¨®n del baile.

Porque el baile flamenco, el viril, el de macho como ellos le llaman -y el de Canales lo es, qu¨¦ duda cabe, m¨¢s que el de ning¨²n otro-, tiene poco que ver con el ejercicio atl¨¦tico, casi de pugilato, en que a veces se embarca pienso que sin quererlo ex pl¨ªcitamente, sino arrastrado por su propia pasi¨®n. Canales pelea el baile, pero se excede de pies y manos en una lucha cuerpo a cuerpo en que no todo lo que hace vale. Y mucho menos cuando es capaz de parar la furia y ofrecemos delicadeza y exquisitez a manos llenas, cambios de una inventiva sorprendente, originalidad en las actitudes, belleza en grado sumo.

Morente tambi¨¦n pele¨® esta noche el cante, aunque a muchos no lo pareciera porque apenas recurri¨® al grito. Cant¨® en un tono medio sumamente agradable, como pod¨ªa haberlo hecho en una reuni¨®n de amigos. O¨ªr a Morente sin micr¨®fono es una delicia, busca en s¨ª mismo el cante, por momentos pareciera que se siente solo y que canta para ¨¦l nada m¨¢s (que, dicho sea entre par¨¦ntesis, es cuando mejor cantan los cantaores).